Opinión | LA ESPAÑA POSIBLE (2)

Lo que dure el 'pedrismo'

"El 'pedrismo' nació el día que Sánchez decidió acudir a los platós de televisión donde llevaban cuatro años despellejando al 'sanchismo' y libró en campo abierto una campaña contra lo que llama la derecha política, económica, mediática y judicial"

El líder del PSOE, Pedro Sánchez.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez. / EP

Esta legislatura que se constituye el jueves durará lo que dure el 'pedrismo'. El 'pedrismo' es la tercera reinvención de Pedro Sánchez y es una aventura política que se basa en conseguir el Gobierno de España sumando a todos los que no quieren que lo tenga Vox. Surgió en la última campaña electoral como reacción al 'antisanchismo' que nació con la lógica contraria, juntar a todos los que, por una u otra razón, no quieren que siga en danza lo que llaman el 'sanchismo', una amalgama en la que, según el lenguaje de sus inventores, se mezclan etarras, independentistas fugitivos de la justicia, filocomunistas y otras malas hierbas.

Son los de "que te vote Txapote" que estos días comen palomitas parangonando el pacto de Azcón en Aragón con Vox y el de Chivite en Navarra con Bildu. Ustedes estarán ya mareados con tanto juego de palabras del articulista. Y tienen razón, pero es que la política en este momento es una conjura de simplificaciones, a cuál más ridícula.

Para resumir, el 'pedrismo' nació el día que Sánchez decidió acudir a los platós de televisión donde llevaban cuatro años despellejando al 'sanchismo' y libró en campo abierto una campaña contra lo que llama la derecha política, económica, mediática y judicial, o sea todos lo que no piensan como él ni le ríen todas las gracias. Perdió las elecciones, pero ganó esa primera batalla al conseguir que PP y Vox no sumen mayoría absoluta ni tengan la posibilidad aparente de negociar ninguna abstención que les permita obtener la presidencia del Gobierno con mayoría simple. El 'pedrismo' libra estos días la segunda batalla, hacerse con la presidencia del Congreso, condición necesaria pero no suficiente para librar con garantías su tercera y definitiva batalla: la investidura.

El 'pedrismo' es un artefacto político que tiene el mismo comportamiento que los eucaliptus: crece muy erguido, es flexible a los golpes del viento huracanado y no deja crecer nada a su alrededor. En la última campaña se evidenció que, con el 'pedrismo', no hay un número dos ni del PSOE ni del Gobierno. Tuvo que salir el expresidente Zapatero a hacer las veces. Pero, además, quienes se asocian con el 'pedrismo' ven menguadas sus fuerzas. Dos aliados de la anterior legislatura, Sumar y Esquerra, perdieron 4 y 6 diputados, respectivamente.

Pero el 'pedrismo' se basa en no aceptar ninguna sombra de duda o de zozobra rerspecto al futuro porque se fundamenta en la fe inquebrantable en la victoria que emana del líder y que el resto, dentro de su partido y de sus aliados, no pueden ni deben dudar ni mucho menos discutir. Hay que envolverse en su manto y dejarse llevar. Se les graba un vídeo, se les dice que no sabemos cómo pero saldremos investidos y se les envía de vacaciones. Y el futuro está en manos de no se sabe quién ni se sabe dónde que, discretamente, está tejiendo una alianza con los de la anterior legislatura y con el Junts de Puigdemont.

La piedra en el zapato del 'pedrismo' es ahora Junts y Carles Puigdemont. Los incondicionales dicen, y lo peor es que lo piensan, que Pedro Sánchez no va a tropezar ahora si no lo ha hecho antes ni con pandemia, ni con el volcán de La Palma, ni con la guerra de Putin, ni con inflación. El 'pedrismo' se basa, entre otras cosas, en que Pedro Sánchez ha ganado muchas votaciones prácticamente casi sin negociar los apoyos, desde la moción de censura hasta la reforma laboral pasando por algunas prórrogas del estado de alarma en pleno confinamiento. Las primeras escaramuzas con Puigdemont no han salido muy bien.

En Moncloa parece que, finalmente, ya han entendido que no hay "sector pragmático" en Junts capaz de doblegar la voluntad de Puigdemont. Ni tampoco el expresidente es sensible a las presiones de los empresarios de toda la vida, sean más o menos catalanistas, porque considera que traicionaron a su país en el 2017. De manera que han vuelto a la casilla de salida y andan estos días haciendo clases de amnistía y autodeterminación. Y empiezan a llegar a la conclusión de que lo primero puede llegar a ser más comestible para su militancia que lo segundo. Se trataría de encontrar la manera, con otro nombre, de que decayeran las causas contra esas 4.000 personas que, de una u otra manera, están en los juzgados por el 1-O y sus derivados. El drama para Junts será cuando Laura Borràs pretenda ser una de las beneficiarias.

Todo lo que sirva para llevar la carpeta catalana de los tribunales a las urnas ayudará a relanzar a Catalunya, pero hay que señalar dos límites: la impunidad, que no está en el ánimo de los propulsores de esta idea pero que ya sabemos que tiene consecuencias nefastas para la calidad de la democracia, y el oscurantismo; esto no va de que un mediador mediático cree las condiciones para salvar una votación. La España del 'pedrismo' se ajusta más a la realidad que la España del "que te vote Txapote", pero una necesita de la otra. De la misma manera que Europa se hace con Ursula von der Leyen y Pedro Sánchez, cosa que el 'pedrismo' nunca aplica a la realidad española. El 'pedrismo' se juega su existencia y puede llegar a sobrevivir pero difícilmente hará la España posible que se necesita. No envuelvan de oportunidad histórica lo que es simple supervivencia política y mediática.