Opinión | Guerra entre Ucrania y Rusia

Prigozhin y Putin han medido mal sus fuerzas (para contento de Zelenski)

El presidente ruso se ha equivocado por alimentar este proceso que implica una pérdida de capacidad operativa y un riesgo real de guerra civil. Pero el líder de Wagner también ha errado, al colocar al líder de su país en una tesitura en la que se ha inclinado (de momento) por Shoigú-Guerásimov

Una joven se fotografía con mercenarios del grupo Wagner.

Una joven se fotografía con mercenarios del grupo Wagner. / EFE

Yevgueni Prigozhin es un hombre muy poderoso, aunque solo sea porque cuenta con un ejército privado de unos de 50.000 efectivos. Vladimir Putin le debe muchos favores, no solo en Ucrania- donde el grupo Wagner ya tuvo un claro protagonismo en 2014 y ahora en la toma de Bajmut-, sino también interfiriendo en la campaña electoral estadounidense de 2016 y ganando posiciones en Siria, Libia, Malí y otros países africanos.

A su sombra, Prigozhin ha crecido hasta convertirse no solo en un oligarca y un jefe mercenario, sino también en un actor político con ambiciones cada vez más claras. En todo caso, hasta hoy, cabe suponer que todo lo ha hecho en sintonía con su patrón, o al menos convencido de que así era.

Desde ese punto de vista cabe entender que, en su arranque, el órdago que acaba de lanzar no fuera dirigido contra Putin, con intención de dar un golpe de Estado y expulsarlo del Kremlin, sino contra el tándem Serguéi Shoigú (ministro de defensa)-Valeri Guerásimov (jefe del Estado mayor de la defensa y comandante en jefe de las fuerzas desplegadas en Ucrania).

De hecho, también cabe imaginar que -harto de los desprecios de dicho dúo cuando ha pedido munición y apoyo militar, y contrario a cumplir la orden de que a partir del próximo 1 de julio todos los “voluntarios” rusos deben suscribir un explícito acatamiento a las órdenes del ministerio de defensa- ha optado por dar un golpe de fuerza creyendo que en el fondo incluso recibiría las bendiciones de Putin por liberar al país (según sus propias palabras) de “la corrupción, las mentiras y la burocracia”.

Eso significaría que no ha entendido que, como tantos dictadores antes que él, Putin se ha limitado a dejar que todos ellos se debilitaran enfrascados en sus disputas internas como método clásico para garantizar que ninguno se hiciera tan fuerte como para verse tentado de derribarlo del sillón presidencial.

En definitiva, Putin se ha equivocado por alimentar este proceso, sin calcular que los enfrentamientos directos que ha consentido entre las fuerzas que cada uno controla implican una pérdida de capacidad operativa frente a las tropas ucranianas y un riesgo real de guerra civil. Pero Prigozhin también ha errado, al colocar a Putin en una tesitura en la que no podrá mostrar demasiadas muestras de debilidad tras el desafío encajado.

Todo ello mientras mandos militares como Serguei Surovikin, jefe de las fuerzas rusas en Ucrania hasta el pasado enero y habitualmente identificado como cercano al jefe mercenario, ha salido en defensa del presidente y sin que tampoco ningún oligarca o miembros de la elite empresarial o política rusa se haya atrevido a alinearse con quien ahora se enfrenta a una causa penal por rebelión militar y a unas fuerzas armadas rusas muy superiores en número y en armamento.

A partir de aquí, la confusión reinante impide todavía conocer lo que está ocurriendo y, menos aún, cuáles pueden ser las consecuencias inmediatas. Por una parte, hay indicios claros de que combatientes de Wagner no solo han logrado reentrar en territorio ruso sin oposición alguna, hasta hacerse con el control de Rostov del Don (donde se localiza el cuartel general ruso desde el que se dirigen las operaciones en el sector de Donetsk), sino que ha podido dirigirse a Moscú con varias columnas de tropas y material sin que hayan sido detenidas por fuerzas leales al Kremlin hasta que han decidido suspender su avance.

Por otro, se suceden los alineamientos con Putin, incluyendo el del líder checheno, Ramzán Kadírov, inclinado a enviar a sus combatientes a Rostov, o el del presidente turco, en correspondencia con el apoyo recibido durante el golpe de Estado que Erdogan sufrió en 2016. Simultáneamente, la ausencia de respuesta armada a las fuerzas de Wagner en su camino hacia Moscú (a 1.100 kilómetros de Rostov del Don) podría indicar que pueden producirse más fracturas en las filas del ejército.

Putin califica la rebelión del grupo Wagner de "puñalada por la espalda"

Agencia ATLAS / Foto: EFE

Mientras la capital rusa se preparaba para la defensa, activando la operación Fortaleza, Aleksandr Lukashenko, presidente bielorruso, afirmaba haber logrado el compromiso de Prigozhin para detener el avance de sus fuerzas.

Pero si la situación no se reconduce y finalmente se produce un choque directo, Rusia puede entrar en una senda irreversible que, de un solo golpe, facilite los cálculos de Ucrania al encontrarse con los huecos que dejen las unidades de Wagner y las que Moscú deba emplear para combatirlos, deje a Putin sin un instrumento que tanto le está sirviendo para ganar influencia en África y más allá y arruine los sueños “patrióticos” de Prigozhin.