Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA
Wagner, el crepúsculo de los dioses
Triunfe la apuesta de Prigozhin o fracase, nunca hasta ahora el régimen de Putin había mostrado tan a las claras sus flaquezas
Bajo a por el pan, los periódicos, un melón, y de camino reparo en una banderola con el anuncio de un concierto que ya pasó: El crepúsculo de los dioses, de Richard Wagner, una ópera épica inspirada en una leyenda nórdica según la cual una guerra entre deidades acaba trayendo consigo el fin del mundo. Ojalá ese cartel, mecido por la brisa tenue de la mañana, fuese profético, un buen augurio, que las trompetas apocalípticas estuviesen anunciando el fin de la vieja verdad putinista. Wagner. Así se llama la milicia mercenaria de Yevgueni Prigozhin, el hombre que se ha atrevido a desafiar el monolitismo del Kremlin, que ha enviado una columna de camiones y tanques hacia Moscú, que enarbola el fantasma de la guerra civil.
Si hablamos a calzón quitado, andábamos esperando algo así, pero, a riesgo de equivocarme otra vez, mucho me temo que la rebelión de Prigozhin no irá muy allá en el corto plazo. Es cierto que comanda 50.000 hombres, en buena parte convictos a quienes se promete el indulto si sobreviven seis meses en el frente, una potente fuerza choque, sometida a una disciplina ultraestricta, que ha asumido algunas de las operaciones más cruentas en la guerra de Ucrania, como la toma de Bajmut. Entre sus filas no cabe la deserción. Pero el grupo paramilitar carece de aviación, de la suficiente artillería pesada como para doblegar al diplodocus del Ejército ruso.
Divide y vencerás
De delincuente de poca monta en la época soviética, Prigozhin pasó a vender perritos calientes, a convertirse en gran empresario de la restauración y, luego, a recaudar una considerable fortuna tras conseguir la licitación como principal proveedor de comida de las fuerzas armadas rusas. No es una paloma pacifista con una rama de olivo en el pico, sino un adalid de redoblar esfuerzo bélico, un buscavidas de afilada inteligencia que lleva meses enfrentado a los generales rusos, al titular de Defensa, Serguéi Shoigú, y a la incompetencia de su ministerio. Puede que su arriesgado órdago responda a la huida hacia delante de alguien que se sabe en el punto de mira. La estrategia de Putin para mantenerse en el poder durante más de dos décadas ha sido el divide y vencerás entre sus criaturas: degollaos, que yo reinaré sobre vuestros cadáveres.
En cualquier caso, se abre una esperanzadora e interesante fisura, el lento principio del fin. Triunfe la apuesta de Prigozhin o fracase, como parece más plausible, nunca hasta ahora el régimen de Putin había mostrado tan a las claras sus flaquezas. El apoyo popular al disenso es todavía escaso. Todo dependerá de las élites rusas, de las oligarquías, dueñas y señoras del país, a quienes la guerra tampoco beneficia en nada.
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