Opinión | MACONDO EN EL RETROVISOR

Políticos de pinganillo

Pareciera que los políticos actuales carecieran del carisma y la experiencia necesarios

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el mitin que este lunes protagonizó en Vitoria.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el mitin que este lunes protagonizó en Vitoria. / L.Rico

Tan peligroso es un dictador ególatra que no tiene oídos para nadie, más que para sí mismo, como lo es un mandatario marioneta, y sin voz propia, al que un 'apuntador' desconocido para los ciudadanos que le votaron, le dicta al oído un discurso interesado. La arena pública actual está plagada de los segundos, aunque algunos ejemplos chirrían más que otros. 

La pasada semana vimos una esperpéntica escena en la que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, intentaba capear sin éxito los requerimientos de los periodistas a la salida de un acto. Le preguntaban por la justicia social y en las imágenes se puede ver cómo se toca la oreja, por lo que muchos especulan si utiliza pinganillo.

Ella finiquitó la situación diciendo que no podía "improvisar una pregunta", que no respuesta. Y posteriormente ha negado utilizar este tipo de dispositivos. Algunos nos quedaremos con la duda de si es o no verdad. Pero lo cierto es que es lo de menos. 

Lo que quedó en evidencia fue su falta de reprís y su incapacidad de formular una opinión informada sobre asuntos de actualidad, ilustrando a la perfección esa nueva tendencia política en la que los cabezas de lista no son más que bustos parlantes de desconocidos ventrílocuos, que son en realidad los verdaderos emisores del mensaje, y que se esconden bajo el nombre genérico de asesores

Es esa corte, cada vez más numerosa que rodea a los grandes nombres, la que en realidad mueve los hilos, la que escribe los discursos, toma las decisiones y solventa las crisis. Aunque no fueran ellos a los que votaran los electores, ni salieran en los carteles o en las fotos de campaña.  

Ya da igual que un alto cargo no domine el arte de la oratoria. La elocuencia, a la hora de expresarse, ha dado paso a otras 'cualidades' como el aspecto físico o la popularidad en Redes Sociales. Así que para compensarlo, cada vez son más necesarios los 'Cyranos de Bergerac'. 

Y ahí empiezan mis dudas. Porque una cosa es tener un equipo de personas que ayuden y asesoren a un representante electo, que no tiene por qué ser omnisciente, y otra muy distinta, es necesitar un séquito de trabajadores elegidos a dedo, pero pagados con fondos públicos, sin los que no se sabe contestar a una pregunta inesperada y no pactada. 

El actual Gobierno de Pedro Sánchez tenía 764 asesores en enero de 2021, según datos del Boletín Estadístico del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas. Una cifra récord en la contratación de personal eventual, que ha ido creciendo con los años. Aznar llegó a sumar 460 asesores; Zapatero, 648; y Rajoy, contó con un total de 599 personas de confianza.

Pareciera que los políticos actuales carecieran del carisma y la experiencia necesarios para desenvolverse sin necesidad de 'muletas', preparación y subterfugios orquestados por 'gurús' y estrategias de marketing. Se echa de menos gente hecha de otra pasta. 'Encantadores de serpientes', que con sólo la voz y la palabra eran capaces de seducir a la audiencia más escéptica.

Personas sensatas, brillantes y honestas como Julio Anguita, cuyo discurso y razonamientos eran difíciles de refutar, gustaran o no los colores del partido en el que militaba. En esta nueva etapa de la democracia, el populismo, la imagen y la juventud parecen haber ganado puntos al mensaje, la experiencia y los méritos. 

Así se entiende que haya quien le guste a rabiar Santiago Abascal, quien bebe los vientos por Yolanda Díaz, quien disfruta escuchando a Gabriel Rufián y hasta quien echa de menos en el parlamento la labia de Pablo Iglesias. 

La mayoría de las encuestas electorales arrojan incluso una mayoría absoluta para Díaz Ayuso, defensora de la 'libertad' y las cañas, en la comunidad de Madrid. Y es justo reconocer que todo eso dice más del electorado que de los políticos mismos. Quizás sea esa la clave del asunto, que unos son el reflejo de los otros, con todo la tela que hay que cortar en dicha afirmación. 

Pues no está de más recordar a los ciudadanos que es deseable rascar más allá del envoltorio reluciente y cuidado de los candidatos, para saber lo que hay detrás y lo que nos espera. Más aún este año, en el que una gran mayoría tendrán que votar hasta tres veces, en comicios municipales, autonómicos y los generales. Porque los elegidos serán los responsables de actuar en nuestro nombre y proteger nuestros intereses. Y el nivel importa.