GUERRA EN UCRANIA

La matanza de soldados rusos en Nochevieja aviva el descontento con la gestión de la guerra en Rusia

Las criticas arrecian por los canales habituales y una vez más se cuidan de nombrar directamente a Putin

Residentes de Samara rinden tributo a los soldados rusos caídos en Nochevieja.

Residentes de Samara rinden tributo a los soldados rusos caídos en Nochevieja. / ADMINISTRACIÓN LOCAL DE TOLYATTI (RUSIA)

Ricardo Mir de Francia

El ejército ruso sufrió la pasada Nochevieja una de sus jornadas más aciagas desde que invadiera Ucrania el pasado 24 de febrero, después de que varios misiles Himmars lanzados por las fuerzas locales golpearan un centro de formación profesional donde estaban acuartelados centenares de militares del Kremlin en la región de Donetsk. El ministerio de Defensa ruso ha reconocido la muerte de 63 uniformados en el ataque, una cifra que Kiev eleva a más de 400 y cerca de 300 heridos. El desaguisado se ha visto agravado por los detalles de la pésima planificación que aflora con el paso de las horas, y ha vuelto a poner en marcha las críticas de comentaristas, políticos y blogueros militares rusos con la gestión de la guerra. Críticas que, como viene siendo la norma, se cuidan mucho de apuntar a Vladímir Putin

Pero la frustración existe y no deja de crecer ante la avalancha de bajas que están sufriendo las tropas rusas, más de 108.000 militares muertos desde el comienzo de la invasión, según el recuento ucraniano, imposible de verificar. A lo que habría que añadir las pésimas condiciones que afrontan muchos soldados, conocidas a través de las cartas de protesta dirigidas por sus familiares a las autoridades de la región rusa de turno o las llamadas filtradas desde el frente. Hablan de ciudadanos recientemente movilizados y enviados al frente sin apenas formación; de unidades que vagan por el bosque sin órdenes claras; o de soldados obligados a buscarse la vida para conseguir ropa de abrigo y provisiones básicas.

“Nuestros chicos son simplemente carnaza para los ucranianos, están constantemente bajo fuego de artillería”, le dijo recientemente a ‘The Moscow Times’ el hermano de un soldado movilizado. “Solo un 15% de su unidad sigue viva y ni siquiera les dejan retirarse o reagruparse. El ejército nos ha traicionado”.

También esta vez los detalles de la matanza en Makiivka, una ciudad industrial ocupada por las fuerzas rusas en Donetsk, son embarazosos. De acuerdo con la información aireada por blogueros militares rusos, parte del contingente masacrado en Nochevieja dormía junto a un depósito de munición que explotó en la deflagración y algunos de los soldados utilizaron en las horas previas sus teléfonos móviles rusos, lo que permitió a las fuerzas ucranianas interceptar las llamadas y descubrir su ubicación. 

Frustración palpable

“¿Qué clase de conclusiones se sacarán? ¿Quién será castigado?”, se preguntaba en las redes sociales Mikhail Matveyev, un diputado ruso de la región de Samara, de donde procedían muchos de los soldados muertos en el ataque. En esa región a orillas del Volga se concentraron este martes un centenar de personas para rendir tributo a las víctimas, como sucedió en otras capitales rusas, según Ria Novosti. “No he dormido en tres días, Samara no ha dormido. Estamos en contacto permanente con las esposas de nuestros chicos. Es muy duro y aterrador”, dijo durante la concentración Yekaterina Kolotovkina, esposa de un general destinado en Ucrania y directora de un organismo de ayuda a los soldados. “El duelo nos une. No lo olvidaremos y la victoria, sin ninguna duda, será nuestra”. 

Pero tanto allí como en otras muestras públicas de duelo, el despecho no se dirigió contra la alta jerarquía del Kremlin sino contra Occidente y mandos militares sin nombres ni apellidos. “Sí, Vladímir Vladimirovich, amamos a nuestro país”, escribió la influyente bloguera militar Anastasia Kashevarova refiriéndose a Putin.

“Amo tanto a Rusia que odio a ciertas personas de tu entorno”. El senador Sergey Mironov se atrevió a pedir una investigación interna para imponer consecuencias penales a los oficiales responsables del desastre en Makiivka, a los que responsabilizó de “permitir la concentración de personal militar en un edificio desprotegido”, así como a “todas las altas autoridades que no proporcionaron el requerido nivel de seguridad”. 

Por el momento todo indica a que Putin puede seguir durmiendo tranquilo. Ha encarcelado a la oposición o ha forzado su exilio, ha desmantelado la prensa independiente y ha domeñado todo conato de contestación social a base de propaganda y mano dura. Pero como ya sucediera tras el desastre en la guerra ruso-japonesa de 1905, los rusos toleran bien el autoritarismo y los fiascos militares hasta que dejan de tolerarlos. Y si no que le pregunten al zar Nicolás II.