Crisis Rusia-Ucrania

El mercado más 'hipster' de Odesa se transforma en un almacén de ayuda humanitaria

Instalados en el lugar más 'cool' de la ciudad portuaria, decenas de jóvenes colaboran en la recogida, gestión y reparto de alimentos y utensilios donados por los ciudadanos de forma voluntaria

Voluntarios recopilan alimento en el mercado de la ciudad de Odesa, al sur de Ucrania.

Voluntarios recopilan alimento en el mercado de la ciudad de Odesa, al sur de Ucrania.

Marc Marginedas

Hace menos de dos semanas, Inga Kordynovska era una alegre abogada y empresaria de 30 años, que disfrutaba de la vida y de sus holgados ingresos y acudía a menudo a departir con sus amigos al Mercado de Odesa, probablemente uno de los lugares más de moda de esta ciudad portuaria ucraniana. Ahora, entre los mismos carteles publicitarios anunciado cócteles Aperol, ostras frescas y sofisticados cafés de marca donde antaño se reunía con su cuadrilla, gestiona un almacén donde recibeclasifica y reparte la ayuda aportada de forma voluntaria por los ciudadanos.

"Durante los dos primeros días tras el inicio de esta guerra, estuve hablando con mis amigos a través del chat para apoyarnos los unos a los otros; en el tercer día, algunos de ellos fueron a la Defensa Territorial, yo fui y le pregunté qué podían hacer; ellos les respondieron que no tenían nada, y que estaba todo por hacer; empezamos a funcionar el mismo lunes", es decir, cuatro días después del arranque de la invasión, explica orgullosa.

"Elegimos este lugar porque era perfecto; era grande, tenía neveras para almacenar la comida y es un lugar muy famoso, todo el mundo lo conoce, era un lugar muy 'cool' para tomarse una copa o bailar", subraya.

Febril actividad

A media mañana, una actividad febril se apodera del lugar entre el ir y venir de jóvenes con pendientes en las orejas y vestidos a la última moda. Una mujer examina toda la mercancía recién llegada y la introduce en una base de datos informática; otra joven extrae la miel de grandes botes y la introduce con una cuchara en pequeños recipientes envasados destinados a integrar las raciones de alimentos que se repartirán; una pareja de chicas coloca en cajas de cartón paquetes de arroz o pasta junto con utensilios de uso diario como el papel higiénico.

En el exterior, presidida la entrada principal por una enorme cruz roja donde se lee en ucraniano 'Centro Humanitario Voluntario', un puñado de chicos con chalecos reflectantes reciben un cargamento de agua recién llegado.

Inga, con ascendencia polaca y rusa y residente en una ciudad donde prácticamente el 80% de la población habla en ruso de forma habitual, expresa su indignación con la idea de que el Ejército ruso ha venido a rescatar a los rusófonos de Ucrania. "Yo no quiero ser salvada, por favor, ese Putin, ¡que nos deje en paz!", exclama.