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Julio Romero, empresario de mudanzas y poeta: ¿Los chanchullos del emérito? "No es que no me diera cuenta: es que lo intuí"

Julio Romero, empresario ed mudanzas y poeta, en Madrid

Julio Romero, empresario ed mudanzas y poeta, en Madrid / Xavier Amado

Emparentado con los Machado y con Joselito El Gallo, ha conocido, con su empresa de transportes, a lo más granado del franquismo y parte de la democracia. Poeta -Premio de Poesía Ejército 1982-, admirador de Miguel Hernández, dice: “He servido a Franco sin ser franquista y al Rey sin ser monárquico”. El emérito le dijo que lo que apreciaba en él era su lealtad.

-¿Cómo se pasa de conductor de Franco y miembro del servicio de seguridad de Juan Carlos I a regentar una empresa de mudanzas? Para mudanza, la suya.

Mi mujer creó una pequeña compañía con una furgonetilla y yo, en los tiempos libres, tras servicios de veinticuatro horas, empecé con Antigüedades Fortuny, con Teresa Azpilicueta. Montamos la feria de Ifema y el Rastrillo. Tenía un encargado que movía los transportes mientras yo viajaba con el Rey.

-Empezó con Franco.

Con el Caudillo entré en la Motorizada, que eran conductores y motoristas. Primero me destinaron con la Harley, de motorista; después me pasaron a los coches y me mandaron a su escolta personal en las caravanas, de donde pasé a la escolta personal de Doña Carmen. Con ella estuve nueve o diez años.

-Y ahí se le incrementaría su afición a las antigüedades, viendo las rapiñas de la señora.

Le gustaban mucho, sí. Visitábamos en Galicia y en Madrid casi todos los anticuarios. Su jefe de escoltas, el señor Estevez, después de que ella escogiera lo que fuera entraba y hablaba con el anticuario. La verdad es que era más éste el que se negaba a cobrar que doña Carmen a pagar. Lo que había era mucho trueque. A ella le regalaban muchas bandejas de plata e iba a los Pérez Fernández y les cambiaba una bandeja por un pajarito de plata o un juego de café.

Pasé al servicio de seguridad y fui fundador, junto con veinte guardias civiles y algún jefe de la Guardia Civil, del primer servicio de seguridad de la Casa de Su Majestad"

-Luego vino el Rey.

El Regimiento de la guardia del Caudillo prestaba también servicio de protección y seguridad a los Príncipes de España. Yo coincidía mucho con los conductores de Su Majestad, con Gaudencio -el conductor del Rey-, Quiterio, Antonio. Y una vez que falleció el Caudillo el capitán de mi unidad me dijo que me habían propuesto para conductor del coche piloto de Su Majestad el Rey. Pasé al servicio de seguridad y fui fundador, junto con veinte guardias civiles y algún jefe de la Guardia Civil, del primer servicio de seguridad de la Casa de Su Majestad. Trabajé con él 35 años.

-Estando tantos años junto al emérito, ¿no se dio cuenta de sus chanchullos?

No es que no me diera cuenta: es que lo intuí, por algunas palabras sueltas. Pero desconocía hasta dónde. Tenía unas amistades que a Su Majestad la Reina no le gustaban nada. Nada es nada. Yo sabía desde el principio que a él no le iba a pasar lo que a su padre, que no iba a vivir de la caridad de los monárquicos.

-Después usted empieza a hacer mudanzas, y de ciertos vuelos: Aznar, Rajoy, Fraga. Y le encargaron traer el traje de novia de la reina Letizia desde Barcelona.

A don Juan y a doña Mercedes yo les hacía los servicios cuando cambiaban mobiliario en Puerta de Hierro. Con los políticos empiezo a través de Ana de Palacio y su hermana Loyola. A través de Ana hice mudanzas a personas de alto poder adquisitivo. Boca a boca.

-¿A Aznar y a Rajoy les llevó sus cosas a Moncloa?

No. A Moncloa le llevamos algunas cosas personales, pero no la mudanza, a Felipe González. Mudanza completa, cuando el atentado del señor Aznar. Esa noche me llamó Ana [de Palacio] y me rogó que trasladáramos inmediatamente todo a La Moraleja, pero que no pareciera una huida, que lo hiciéramos de manera discreta. Lo hice con camiones que no estaban rotulados. A Rajoy le llevamos sus muebles a un chalecito de Aravaca.

-¿Le pagaban sin rechistar o le pedían un descuentito?

No, no. Jamás. Nunca. Les enviaba la factura y me decían que me pusiera en contacto con su secretaria.

-Si su agenda hablara…

Don Pedro Nieto Antúnez, almirante de Marina; don Camilo Alonso Vega…

-Casi siempre del mismo palo.

Bueno, en La Finca he hecho mudanzas de señores que yo sé, por los conductores y los secretarios, que son altos cargos del Gobierno socialista. También he hecho mudanzas a casi todos los coroneles de la Guardia Real. Y me da mucho trabajo el señor Michael Smith, el decorador, marido del antiguo embajador de Estados Unidos en España, [James Costos]. Han comprado una mansión en Palma de Mallorca y me envía contenedores desde Estados Unidos.

El 90 por ciento de los taxistas de noche de Madrid eran policía armada, municipales o guardias de la escolta, porque el sueldo del militar es cortito"

-Estará usted forrado, con tanto vip.

No, yo no tengo dinero. He despreciado el dinero. Tenga en cuenta que yo tengo diez trabajadores en plantilla. Pero en la época de Franco los guardias que salían de servicio se ofrecían. El 90 por ciento de los taxistas de noche de Madrid eran policía armada, municipales o guardias de la escolta, porque el sueldo del militar es cortito. Yo mismo, con cinco hijos y cobrando un sueldo de guardia, he trabajado once años de taxista de noche.

-Decía san Ignacio: en tiempos de turbación, no hacer mudanza. Igual ahora tiene usted menos trabajo. ¿O no estamos en tiempos de turbación?

Sí, estamos en tiempos de inquietud, de inseguridad. Pero yo no me puedo negar a hacer mudanzas, porque tengo que pagar a una plantilla. Yo soy de la política de Antonio Machado: nací desnudo, desnudo me voy.

-Desde su perfil poético, ¿a cuál de sus jefes le dedicaría una oda?

A ninguno. A mí me sale un poema del alma. Y estoy escribiendo y estoy llorando. Ellos no me inspiraban para nada.

-Veía a Franco y se le cortaba el soneto.

Y más con su mirada. Notabas escalofrío cuando se quedaba mirándote.