Opinión | LA NEWSLETTER DEL DIRECTOR
Periodistas
Denunciemos las conductas indebidas, pero preservemos el respeto por los miles de periodistas que cada día hacen su trabajo sin violar la deontología profesional
El órdago de Pedro Sánchez ha tenido una derivada peligrosa, como es poner en duda el trabajo de los medios de comunicación, cuya labor siempre ha sido y debe seguir siendo fiscalizar a los poderosos. La tentación de matar al mensajero ha existido desde tiempos inmemoriales, todos lo sabemos, pero habría que exigir mayor puntería para que no haya víctimas inocentes, permítanme la metáfora.
Una parte relevante de las informaciones que se han publicado sobre Begoña Gómez, esposa de Sánchez, no han sido desmentidas y, en algunos casos, incluso han sido confirmadas por fuentes oficiales. Y si no fuera así, la afectada dispone de mecanismos legales para que los medios de comunicación que han publicado una información errónea se retracten.
Es cierto que hay webs minoritarias, muy escoradas ideológicamente y que nada tienen que ver con los medios de referencia, que desde hace años llevan a cabo una activa campaña de desprestigio contra la mujer del presidente. Pero la mayoría de las informaciones más recientes sobre sus actividades privadas no han sido publicadas por estas webs sin credibilidad, por lo que generalizar se convierte en una injusticia para los miles de periodistas que hacen (hacemos) cada día el trabajo bajo el prisma de la más estricta deontología profesional.
Nadie es infalible, evidentemente, y por ello existe el derecho de réplica y de rectificación; y también la posibilidad de llevar a los tribunales al profesional que ha difamado en lugar de haber informado.
Como decía, es cierto que hay medios y periodistas dedicados con ahínco a lo que Umberto Eco definió como la “máquina del fango” en un libro que no hay que dejar de recomendar en días como estos. Pero no es algo nuevo: una compañera experimentada me recordaba el otro día al autodenominado “sindicato del crimen” que acosó informativamente al entonces presidente Felipe González hace tres décadas. Y todos conocemos las andanzas del inefable Villarejo y las supuestas exclusivas que acababan publicadas. Tampoco es algo propio de España. La cadena norteamericana Fox News pactó recientemente pagar casi 800 millones de dólares para evitar el juicio por haber propagado el bulo del fraude electoral en las elecciones que Biden ganó a Trump hace cuatro años. Pero la mayoría de los periodistas, en España como en EEUU, ejerce el oficio respetando la deontología profesional.
Con el periodismo ocurre lo mismo que con la justicia. Hay mala praxis, como en cualquier otro sector, pero generalizar estos comportamientos socava de forma peligrosa la confianza de los ciudadanos en instituciones que son claves para el funcionamiento de la democracia.
Denunciemos las conductas indebidas, pero preservemos el respeto por los miles de periodistas que cada día hacen su trabajo con decencia.
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