LA FUERZA DE LA ESPAÑA PLURAL: ASTURIAS

La última reconversión de Asturias viaja en AVE

El Principado se apoya en la pujanza del turismo y en la llegada de la alta velocidad ferroviaria como grandes acicates económicos, mientras la industria afronta las exigencias de la transición ecológica

Un tren de pruebas de Renfe pasa por el túnel de la Variante de Pajares.

Un tren de pruebas de Renfe pasa por el túnel de la Variante de Pajares.

En Asturias, la palabra "reconversión" es bien conocida, aunque sus reminiscencias no sean muy dulces. Es un término que evoca conflictos sociales, fotografías en blanco y negro, huelgas, marchas de protesta a Madrid, cierres de fábricas y minas y miles de trabajadores de la industria obligados a reconvertirse en otros sectores. Quizá por este motivo el presidente asturiano, Adrián Barbón, haya acuñado un eslogan político de tono más amable, "la década del cambio", para resumir los retos que afronta la región. La siguiente reconversión de Asturias, en cambio, viaja sobre raíles y genera gran ilusión en la región: la ansiada llegada del AVE, prevista para noviembre, promete ejercer como gran revulsivo de la actividad empresarial, de la llegada de turistas y, en general, de las relaciones del Principado con el resto del país y del mundo. Será la culminación de una obra gigantesca, la Variante de Pajares, iniciada en 2004, que acabará costando unos 4.000 millones de euros para un recorrido de 49,7 kilómetros, la mayor parte a través de túneles. 

Pese a todo los desafíos de la comunidad no son menores que los de antaño. En un territorio cuya fuerza industrial dependió durante mucho tiempo del Estado y que lucha por retener el talento juvenil para no sucumbir al declive demográfico, la "transición verde y digital" (otro sintagma al que Barbón recurre con frecuencia), la diversificación de la economía y la implantación de unas comunicaciones terrestres propias del siglo XXI conforman a la vez una exigencia y una oportunidad.

Turistas en los lagos de Covadonga este verano.

Turistas en los lagos de Covadonga este verano. / /

Si bien parece que la anomalía que supuso la pandemia de covid-19 ha quedado atrás, la legislatura que acaba de comenzar encara no pocas dificultades. Por citar sólo tres: la mayor tasa de parados de larga duración (más de dos años), el desempleo más alto entre los jóvenes y el peor índice de actividad (relación entre personas empleadas y población en edad de trabajar) de España. A todo ello se añade una incesante inflación que, como sucede en todo el país, carcome la capacidad adquisitiva de los asturianos y desgasta los márgenes de la ganadería y la agricultura, muy relevantes en la región. Sobre estos pilares macroeconómicos, el Gobierno regional fía buena parte del destino de Asturias a dos acontecimientos: la alta velocidad ferroviaria y la descarbonización de la industria.

Los primeros estudios sobre la viabilidad de la primera se remontan a 1997, hace un cuarto de siglo. Si las últimas previsiones se cumplen, y una vez ya han concluido las pruebas de velocidad, todo apunta a que el primer tren AVE atravesará la Cordillera a través de la Variante de Pajares en noviembre. Los cálculos de los expertos pronostican que este salto cualitativo de la conectividad multiplicará el turismo en Asturias, repartiendo además las visitas de forma más uniforme a lo largo del año y evitando la estacionalidad. Asimismo, aumentarán presumiblemente los viajes empresariales y, con ello, se facilitarán inversiones y acuerdos comerciales con el resto del país y el extranjero. Tener Madrid a tres horas infunde una sensación psicológica de cercanía que puede despejar muchas reticencias sobre la idoneidad de desplazarse a Asturias por motivos de ocio o trabajo.

Servicios e industria

La tendencia de los últimos años indica que la economía asturiana, como sucede en casi todas las sociedades desarrolladas, depende cada vez más del sector servicios (con actividades como el turismo, la hostelería o el comercio), si bien la industria todavía conserva un importante peso en el PIB regional, del 21%, lo que supone casi seis puntos más que el promedio del país. Asturias es la cuarta comunidad autónoma con una mayor densidad del sector fabril en su tejido económico, pese al cierre de dos de las centrales térmicas (Lada y Soto de la Barca) y la práctica desaparición de las minas de carbón. Pero el mineral negro aún cumple un papel relevante en la comunidad, dado que los puertos asturianos (sobre todo, El Musel de Gijón) se han convertido en los principales nodos logísticos de España para la reexportación de hulla procedente de los cinco continentes

En este contexto de reinvención, todas las miradas se dirigen a la empresa más potente, ArcelorMittal, que da empleo a cerca de 5.000 personas. La multinacional siderúrgica se encuentra, al igual que las demás compañías de su ramo, inmersa en un hondo proceso de metamorfosis de sus procesos industriales, presionada por las normas ecológicas dictadas desde Bruselas para que la economía prescinda cada vez más de los combustibles fósiles. La dirección de la empresa está analizando el plan para descarbonizar su fábrica de Veriña (Gijón), con la incorporación de un sistema de reducción de mineral de hierro (DRI, por sus siglas en inglés) y un horno de arco eléctrico. El proyecto contempla la sustitución paulatina de gas por hidrógeno de origen renovable (es decir, producido con energía fotovoltaica o eólica). Para llevar a cabo esta operación, el Gobierno central ha aprobado una ayuda de 450 millones de euros, lo cual supondría casi la mitad de la inversión total que debe acometer la siderúrgica

De aprobarse el plan descarbonizador, éste será uno de los grandes ejes de la transformación de la economía asturiana, junto con otros proyectos de hidrógeno verde como el HyDeal (en el que participan Arcelor, Fertiberia y Enagás), y el de EDP en Aboño. Y de nuevo emerge aquí El Musel como punto estratégico clave al formar parte de la futura red de gasoductos que atravesará el país y que conectará el transporte con el resto de Europa. Si se profundiza en la conversión del hidrógeno en amoníaco, más fácilmente transportable, el puerto gijonés podría erigirse en uno de los principales puntos de exportación hacia el norte de Europa, cuyo consumo del gas prevé dispararse en los próximos años.

Esta transformación industrial coexiste con la pujanza del turismo, que este verano ha alcanzado cifras récord de visitantes y de empleo, por encima de los 35.000 ocupados. A ello han contribuido, entre otros factores, unos precios asequibles, las suaves temperaturas (la región se ha convertido en un refugio para quienes huyen de las cada vez más feroces oleadas de calor estival), la fama y calidad de la gastronomía, los incomparables paisajes de la costa y la montaña, un patrimonio histórico y arquitectónico de acreditado valor, fiestas populares de honda tradición y una oferta de ocio muy atractiva para los jóvenes, como demuestra, por ejemplo, el éxito del festival de música Boombastic

Horno alto de Arcelor en Gijón.

Horno alto de Arcelor en Gijón. / /

Si bien la hostelería asturiana está cada vez más profesionalizada y presenta una oferta que tiende a la sofisticación, el sector, al igual que en toda España, padece una importante paradoja: aunque la demanda no deja de crecer, los empresarios lamentan que no encuentran suficiente personal. También sucede en otras actividades. De hecho, la patronal señala que hay más de 6.000 puestos de trabajo vacantes en sectores como las tecnologías de la información, la metalurgia, el transporte o la construcción. Los empresarios sostienen que los parados existentes "no tienen la formación adecuada ni la capacitación", y que no se trata de un problema de salarios escasos. Los sindicatos han expresado varias veces su total desacuerdo con esta tesis, y reprochan que "lo que faltan no son trabajos, sino trabajos dignos", en especial alusión a la hostelería, que da empleo a 20.000 asturianos de forma estable a lo largo del año.

Precisamente, uno de los sectores que más acusan la ausencia de perfiles profesionales aptos son los instaladores de sistemas de energías renovables. A pesar de la apuesta formativa que han hecho centros de la región, sus profesores lamentan que sus aulas no se llenan y que no concitan el interés de los jóvenes asturianos que habían imaginado cuando pusieron en marcha los ciclos sobre estas energías. De nuevo una paradoja, dados los crecientes proyectos de esta índole en el Principado, como la fábrica de placas solares de Ibedrola y Exiom en Langreo.

Por otro lado, sí ha habido buenas noticias recientes sobre inversiones en la economía asturiana, como la compra de la antigua fábrica de Danone en Salas por parte de la holandesa Royal A-ware o la entrada de los grupos mexicanos Prodi y Mota-Engil México en el accionariado de una la emblemática Duro Felguera. Aún está pendiente de arrancar la nave logística de Amazon en Siero, debido el replanteamiento global en que está inmerso el gigante de la mensajería. Quizá la próxima buena nueva llegue de China, con el desembarco del mayor fabricante de coches eléctricos del mundo, BYD, que busca espacios industriales con salida al mar, razón por la que una delegación de la compañía visitó recientemente Asturias.

Empleo

El sector público despunta como el principal empleador: el año pasado se traspasó el umbral de los 63.000 trabajadores, de los que 44.000 corresponden a la Administración autonómica. Es significativo que en la última década el Gobierno regional haya creado el empleo equivalente al destruido por la industria y la construcción. Mientras tanto, el tejido privado sigue acusando el zarpazo de la pandemia, al que se ha sumado el incremento de costes originado por la guerra de Ucrania. Así, en el último lustro Asturias ha perdido unos mil autónomos al año, asfixiados por ambos episodios y, sobre todo, por la ausencia de relevo generacional. Un aspecto este último que golpea especialmente a ámbitos como el pequeño comercio (inmerso también en una reconversión digital para adaptarse a los usos de los consumidores) o las explotaciones agrícolas y ganaderas. Con todo, la vitalidad de la iniciativa privada sigue presente, con emprendedores y compañías que apuestan por las últimas innovaciones tecnológicas y con una creciente interrelación entre las investigaciones científicas y el mundo empresarial.

De fondo, eso sí, persiste el monumental reto demográfico: Asturias tiene 372.497 afiliados a la Seguridad Social y 270.838 pensionistas. Es decir, una ratio de 1,38 trabajador por cada receptor de una prestación, lo que supone una proporción muy inferior al promedio nacional (2,39). En este contexto, los efectos socio-psicológicos de la pandemia han abierto una ventana de oportunidad, ya que no son pocos los asturianos emigrados que, a raíz del confinamiento y las posibilidades del teletrabajo, han redescubierto las bondades de una región con una excelente calidad de vida y exploran la posibilidad de volver a casa.