LIMÓN & VINAGRE

Adrián Barbón: sanchista de bona naciencia

El presidente de Asturias es algo así como un Pedro Sánchez atento, suave y amable, el oso de peluche del sanchismo. Un oso de peluche, en cualquier caso, muy resistente

Adrián Barbón, en Limón & Vinagre

Adrián Barbón, en Limón & Vinagre / EPE

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Hasta hace muy poco cabía detectar en el PSOE una amplia aunque cada vez más silenciosa variedad de sanchistas y antisanchistas. El sanchista convencido, el sanchista resignado, el sanchista entusiasta, el sanchista inverosímil, el sanchista de a poquitos. El antisanchista retráctil, el antisanchista prudente, el antisanchista rencoroso, el antisanchista silente, el antisanchista de noche y sanchista de día. Las cosas, sin embargo, se han puesto muy crudas política y electoralmente, y el sanchismo es ahora, sin más, la forma necesaria de patriotismo de partido. Hasta se han publicado manifiestos y cartas firmados por exdirigentes, exministros, exsecretarios de Estado y exdirectores generales de los años ochenta y noventa y de principios de siglo para apoyar como ángeles fieramente humanos a Pedro Sánchez. Sólo dos figuras socialistas históricas se han resistido a la llamada: Felipe González y Alfonso Guerra.

En el reciclado de sí mismo que ha hecho durante la pasada campaña el secretario general del PSOE, también, por supuesto, está el propio sanchismo. Para Pedro Sánchez el sanchismo no existe. No hay tal cosa, sino socialismo. El que use la palabra sanchista es sospechoso de ser de derecha extrema o de extrema derecha. Es deliciosamente inaudito. Y una tontería. Claro que existe el sanchismo, como existió el felipismo, el aznarismo y hasta el marianismo. Manuel Vázquez Montalbán habló incluso de la aznaridad .

El sanchismo representa un estilo personal de gobernar que, en virtud de los cambios políticos, simbólicos y retóricos posteriores a la crisis de 2008, el movimiento cívico de 2011 y la insurrección del independentismo catalán en 2017, se proyectó en un cambio estratégico de un nuevo PSOE. Sánchez entendió o hizo entender que si el PSOE no se abría a cerrar acuerdos e incluso cogobernar con Podemos y los independentistas catalanes y vascos, y no terminaba asumiendo una dosis importante de populismo punitivo, no volvería a gobernar en veinte años y corría el riesgo de pasokizarse. El sanchismo supone, igualmente, una redefinición fáctica de la autoridad del secretario general, que ya no está sometido a ningún control y reduce el partido a una escenografía lacayuna. Ya no hay corrientes internas –como en sus tiempos Izquierda Socialista – y sólo reparos y reservas personales y nunca amenazantes.

Adrián Barbón atiende el discurso de Ovidio Zapico en el Parlamento de Asturias.

Adrián Barbón atiende el discurso de Ovidio Zapico en el Parlamento de Asturias. / EFE

El sanchismo ya ha durado lo suficiente como para hablar (casi) de sanchistas de nacimiento. Tal vez el principal sea Adrián Barbón, que acaba de comenzar su segundo mandato como presidente de Asturias tras unas elecciones en que la izquierda consiguió la mayoría por los pelos. Como no es muy alto, ni guapo, ni atlético, y también porque muestra siempre cierta voluntad de diálogo, Barbón es algo así como un Sánchez atento, suave y amable, el oso de peluche del sanchismo. Un oso de peluche, en cualquier caso, muy resistente, y que se profesionalizó como político muy pronto. En 1996, a los 17 años, se afilió a las Juventudes Socialistas. Al año siguiente lo hizo en el PSOE.

Barbón tiene una sombra tutelar, la del histórico socialista asturiano Pablo García Fernández, y una amiga de toda la vida, Adriana Lastra. Si Lastra fue la mano derecha de Pedro Sánchez, Barbón fue la mano derecha de Lastra en Asturias. Alcalde de Laviana entre 2003 y 2018, fugaz diputado en la Carrera de San Jerónimo, Barbón pertenecía al Comité Federal cuando se votó sobre el apoyo a la investidura de Mariano Rajoy. En contra del secretario general del PSOE de Asturias y presidente de la gestora del partido, Javier Fernández, que propugnaba la abstención para evitar nuevas elecciones, Barbón respaldó el rechazo frontal de Pedro Sánchez. Más adelante participó muy activamente en la candidatura de Sánchez en las primarias en las que se impuso a Susana Díaz.

Es pura colaboración: él ayudó al sanchismo y el sanchismo lo ha consolidado como secretario general de Asturias y presidente. «Este es un nuevo PSOE asturiano», suele decir Barbón. Y tiene razón. No hay más que verlo.