DEBATE POLÍTICO

Regeneración: siglo y medio tras una idea de resultado incierto

Sánchez sitúa su continuidad en la necesidad de abordar la "regeneración pendiente", un concepto en el imaginario español desde el siglo XIX que no siempre acaba bien

Pedro Sánchez y Albert Rivera, en las negociaciones para formar Gobierno en 2016.

Pedro Sánchez y Albert Rivera, en las negociaciones para formar Gobierno en 2016. / EFE

Los puntos suspensivos en los que el presidente Pedro Sánchez ha sumido al país durante sus cinco días de retiro reflexivo no han terminado en un brusco punto y final. Tampoco en un punto y seguido, como él mismo sostuvo. Es “un punto y aparte”. Una nueva fase de su mandato para abordar una cuestión pendiente: “la regeneración democrática”. Regeneración es un concepto difuso que este lunes sus socios de investidura no tardaron en llenar de contenido: desde la derogación de la ley mordaza a cambios en el acceso a la judicatura o la eliminación de las subvención a medios que publican noticias falsas, exigieron.

Regeneración es una palabra grave en la historia de España. Un concepto que mantiene el prestigio. El regeneracionismo remite a debates profundos, existenciales, al ‘me duele España’ de Unamuno, a la necesidad de modernizar un país atrasado. Una palabra que ha dejado poso en el pensamiento político, con una connotación emotiva y que, 125 años después, continúa siendo un banderín de enganche en la política española.

El historiador Javier Paniagua, preguntado por la idea, reflexiona sobre ese elefante en la habitación desde el siglo XIX: “Los problemas históricos siguen presentes. Los problemas sociales son geológicos, es decir, tardan en llegar a una normalización. España tiene siempre el mismo problema que es la estructura territorial”. Una diatriba durante todo el siglo XX, señala, basada en una realidad sociológica fragmentada, entre la visión de una España única o una España plural. El conflicto que parecía resuelto con la Constitución, continúa. “Estamos en la misma situación que hemos estado desde finales del siglo XIX. ¿Tiene esto alguna perspectiva de solucionarse? Tal vez. Yo siempre he pensado que esa solución no puede venir de una sola formación política”, añade Paniagua, que apunta a la necesidad de una gran coalición, como otros países, para dar una respuesta definitiva a la cuestión territorial, aunque los tiempos no inviten a esas alianzas.

El problema ya no es español

¿Y qué hay de la regeneración democrática que reclama Sánchez? En este caso, más que mirar hacia adentro, al supuesto problema español, Paniagua echa un vistazo al entorno. “Nietzsche dice que el hombre se parece más a los otros hombres que a uno mismo. Estamos en una situación muy parecida a la del mundo occidental. Si repasas lo que le ha pasado a Sánchez le ha pasado a mucha gente. La mujer de Roosevelt (EE UU, años 30) estuvo también en la picota de los medios de comunicación. […] La democracia es un buen sistema para saber quién nos va a gobernar, pero no hace bueno o malo a nadie. Esto es connatural con la democracia: las personas, que tienen libertad para elegir, quieren saber cómo se comportan los representantes”, añade.

Del liberalismo al fascismo

Profundizando en el debate conceptual, el historiador Ismael Saz, ve en la idea de ‘regeneración’ un término ambiguo; y la realidad española de hoy, en cualquier caso, muy diferente a la del cambio de siglo del XIX al XX, cuando se formuló el concepto, por lo que hoy propone otros términos como ‘democratización’, más adaptados a las problemáticas actuales. “La palabra ya no tiene el significado que tuvo en su momento. Si hablamos de regeneración democrática hablamos de un problema que puede darse dentro de la democracia en España como se pueden dar en otros países. Si hablamos de peligros para la democracia hablamos de peligros en todo el mundo. ¿Hay ofensivas antidemocráticas? Sí. ¿En toda Europa? Sí. No es un fenómeno puramente español”, señala el catedrático de Historia Contemporánea de la UV.

Como “concepto ambiguo”, la regeneración puede amparar cualquier objetivo. “En nombre de la regeneración se han hecho cosas terroríficas”, advierte Saz. “En España y buena parte de la extrema derecha histórica se tocaba la tecla de la regeneración. La regeneración nacional puede ser menos liberalismo, menos democracia, dictadura. […] El regeneracionismo ha sido desde liberal hasta cuna de la extrema derecha española y muy presente en el fascismo europeo con otros términos”.

El partido de la regeneración

La idea de la regeneración, en cualquier caso, está tan asentado en el imaginario que hasta ha tenido un partido político. Ciudadanos llegó con esa bandera, en plena crisis del PP por la corrupción. Entre sus propuestas, la elección de los representantes del poder judicial por parte de los jueces; reformar la ley de partidos o la ley electoral; rebajar las exigencias de la iniciativa legislativa popular; supresión del CGPJ; la limitación de puertas giratorias entre justicia y política; la despolitización del Tribunal Constitucional; supresión de las diputaciones o el Senado. Por fallos propios o por un problema ambiental, el partido de la regeneración acabó expulsado del mercado electoral sin mover ni un milímetro las estructuras de poder que quería cambiar.

“Regenerar, regeneró poco. Regenerar era otra cosa”, recuerda Alexis Marí, que lideró el proyecto Ciudadanos en la Comunidad Valenciana un tiempo. “Cuando uno habla de regenerar primero hay que creérselo, no decirlo, y siempre iban con el freno de mano echado”, critica sobre la posición de su antiguo partido ante los debates conflictivos, desde la judicatura, a la energía o el animalismo.

El respeto

Vinculando la reflexión con el discurso de Sánchez, Alexis Marí se centra en otra idea: para impulsar una regeneración democrática “el factor humano es fundamental”. “Llegué a acuerdos con Marzà [Vicent Marzà, exconseller de Educación de la Generalitat Valenciana] porque me decía qué quería hacer y cómo lo quería hacer. Para mí es una forma distinta de hacer política. Eso sí era regenerar: llegando a acuerdos. Trabajando la empatía”.

“Hemos deshumanizado tanto la política que es una auténtica vergüenza. Tenemos que ser capaces de entender que Puigdemont tiene hijos. Hay un factor humano por encima de lo político. Puedes estar en las antípodas de un pensamiento o de un adversario y no significa que tengas que criminalizarlo y abatirlo sea como sea”. Quizá, parafraseando al ‘regeneracionista’ Fernando de los Ríos, la revolución pendiente es la del respeto.