Opinión | ANÁLISIS

¿Negreira? No moleste, hombre, que estamos hablando de Franco

Laporta ha conseguido, invocando al dictador, que Florentino caiga en su trampa, que ya nadie hable de los 7,5 millones de euros que el Barça pagó al exvicepresidente de los árbitros

Joan Laporta, durante la entrega de los Premios Nacionales del Deporte correspondientes a 2021, este martes en el Palacio del Pardo de Madrid.

Joan Laporta, durante la entrega de los Premios Nacionales del Deporte correspondientes a 2021, este martes en el Palacio del Pardo de Madrid. / Chema Moya / Efe

Llega un momento en que no se sabe si el deporte copia los peores vicios de la política u ocurre al revés. Seguramente sean vasos comunicantes. La política entró ya hace unos años en una dinámica de espectacularización de lo banal que el fútbol profesional tiene incrustada en su misma esencia. Por eso, y no por otra cosa, es un negocio que mueve miles de millones de euros.

Lo que no esperábamos, en un giro totalmente inesperado de los acontecimientos, era que el fútbol fuera a copiar esa costumbre tan zafia y recurrente de la política española de escupirse el franquismo a la cara y de recurrir al comodín de la Guerra Civil como si hubiese sido una pachanga vespertina en lugar de una cruel masacre entre españoles. Como si no doliera.

Los dos últimos días han convertido el clásico del fútbol español en una infantil pelea por ver quién era más franquista. Como si todos los equipos de la España franquista no hubieran sido franquistas. ¡Pues claro que lo eran! ¿Quién no rendía pleitesía a Franco cuando le visitaba? ¿Quién no saludaba al tendido con el brazo derecho extendido hasta la luxación?

Las dictaduras tienen eso, que o haces lo que quieren que hagas o estás muerto. O detenido, si tienes suerte. La de Franco acabó hace casi 50 años, pero de repente pasa a ser muy importante discernir si el Real Madrid era más devoto del caudillo que el Barcelona o viceversa.

El anzuelo de Laporta

Joan Laporta lanzó el anzuelo durante su rueda de prensa sobre el caso Negreira, cuidándose muy mucho de lanzar sus puñales populistas contra el Real Madrid y no contra su presidente, Florentino Pérez, no fuera a ser que se enfadara en exceso el hombre que tanto le ha ayudado, a través de sus incomparables contactos financieros, a parchear la ruina económica que es hoy el Barça.

Pero necesitaba Laporta darle algo a su masa más pasional y tribal. Y nada como atacar al Madrid para satisfacer el apetito visceral de la base más acrítica del barcelonismo. No tuvo mejor idea que hacerlo vinculando al club blanco con el franquismo, garantía de éxito en esa misión. “Siempre ha sido el equipo del régimen, del régimen de turno”, espetó, rememorando ese silencio dramático que hizo célebre Gerard Piqué al señalar que Arbeloa no era su amigo, sino “un conocido: cono…cido”.

La respuesta de Florentino

Seguramente lo que le pedía el cuerpo a Florentino Pérez era dejar pasar la bravuconada. Es su estilo, de hecho. Pero él tiene una tribu tendente a la irracionalidad a la que alimentar de vez en cuándo. Y decidió hacerlo con el ya famoso vídeo emitido en Real Madrid TV, en el que se defendía, con las omisiones y medias verdades que se puede esperar de un canal institucional y no periodístico o histórico, que Franco era mucho más culé que blanco. ¡Faltaría más!

Y, claro, las tertulias, siempre tan proclives a morder la carnaza tan pronto la tengan delante, poco importa que sea un entrecot a la brasa o un filete hervido y con moscas, se acabaron convirtiendo en un absurdo debate sobre la querencia por el franquismo de un equipo y del otro. Hasta la Generalitat catalana entró a tan chabacano juego.

Y nadie habla ya de Negreira

No es difícil imaginar que toda la secuencia le provocó a Laporta una jornada de escandalosas carcajadas. Había dado una rueda de prensa orientada al victimismo, sin ofrecer ninguna respuesta a las preguntas fundamentales del caso Negreira, más allá de negar hasta la saciedad que el Barça comprara árbitros. Algo que, conviene incidir, casi nadie cree ya que ocurriera, una vez afilada la investigación por parte de Hacienda y de la Fiscalía.

Sin embargo, nadie habla ya de Negreira, de por qué el Barça contrató a quien era vicepresidente de los árbitros, de cómo es posible que cada informe costara 5.000 euros, de qué utilidad se le daban a esos presuntos informes, muchos de ellos destruidos ya. Tantas y tantas preguntas que han quedado aparcadas del debate público hasta que lleguemos a un acuerdo sobre cuál de los dos grandes del fútbol español era más franquista.

¿Negreira? No moleste, hombre, que estamos hablando de Franco.