AUDITORIO NACIONAL

La Accademia del Piacere y Antonio Ruz conmueven en Madrid con su 'Gugurumbé': la africanidad como reclamo

El grupo de música antigua liderado por el violagambista Fahmi Alqhai junto a algunos de sus colaboradores habituales presentan en la capital un programa que se estrenó en Granada en plena pandemia

El elenco del espectáculo 'Gugurumbé, las raíces negras' durante su actuación en el Auditorio Nacional de Madrid

El elenco del espectáculo 'Gugurumbé, las raíces negras' durante su actuación en el Auditorio Nacional de Madrid / Elvira Megías / Centro Nacional de Difusión Musical

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

"Yo siempre he tenido la sensación de que es un proyecto que se ha comprendido muy bien", explica por teléfono el violagambista Fahmi Alqhai sobre Gugurumbé. Las raíces negras. La sala sinfónica del Auditorio Nacional de Madrid no fue una excepción este martes, a juzgar por los aplausos que recibieron los artistas involucrados en el cierre de los 75 minutos que duró el programa. Gugurumbé busca el encuentro entre las danzas populares españolas del Barroco y el flamenco, a través de su principal elemento en común: el vértice de la africanidad a través de los esclavos que vivieron en la Sevilla de los siglos XVI a XVIII y la influencia también que llegó de América.

Lo hace con un conjunto que, además de incluir al grupo de Alqhai, Accademia del Piacere (con Rami Alqhai y Johanna Rose a la viola da gamba además del propio Aqhai, Carles Blanch a la guitarra barroca y Javier Núñez al clave), se incorporan algunos colaboradores habituales: las percusiones de Agustín Diassera, la soprano Núria Rial, el guitarrista Dani de Morón y la bailaora -y directora del Ballet Flamenco de Andalucía- Patricia Guerrero, además de la cantaora Alba Carmona, la bailarina de danza contemporánea Ellaved Alcano y el coreógrafo Antonio Ruz.

La obra, que de acuerdo con Alqhai no ha sufrido grandes cambios desde su estreno, en el Festival de Granada de 2020, ofrece un programa en el que composiciones de autores como Mateo Flecha El viejo -chacona y jácara, por citar algunos estilos y cuya ensalada musical La negrina contiene el término que da título a la obra-, se encuentran -o superponen- con el flamenco por alegrías, bulerías, fandangos o tanguillos. "Hay diálogo y hay creación nueva", comentaba Alqhai. Hay momentos para el encuentro (musical y dancístico) y otros en los que el protagonismo se va alternando, con un resultado elegante y colorista. Las voces de Rial y Carmona encuentran un equilibrio interesante: la de Rial es cristalina, preciosista y poética, la de Carmona -que sustituye a Rocío Márquez, que formaba parte del elenco original- resulta sugerente y versátil.

El programa se desarrolla con ritmo ágil, con un aprovechamiento interesante del espacio escénico -muy peculiar en esta sala sinfónica del Auditorio en la que el público rodea el escenario por completo-, a partir de un cierto movimiento de los músicos y agilidad en los pocos elementos escénicos que intervienen -un cambio de vestuario, una mesa, un par de periódicos, varias sillas-. Las bailarinas se encuentran y en sus movimientos se define, de alguna manera, el papel que ocupa cada una: esclava la una, flamenca la otra. Es quizás el papel de Patricia Guerrero el que está más difuminado, ya que cuesta entender si su figura se acerca más a la de una señora que a la de la flamenca que nació justamente de las clases sociales más cercanas a las esclavas que a quienes las poseían. Su baile es, en cualquier caso, rico en matices: Patricia Guerrero domina los cambios de ritmo, combina el braceo más grácil con los movimientos más secos y cortantes, dibujando figuras en el aire. Su pieza con el mantón fue uno de los momentos más aplaudidos del público.

Es una temática -la búsqueda o la visibilización de las raíces negras en la música española- en la que Alqhai lleva tiempo trabajando. "Es una cosa que yo creo que no hay que buscar mucho para encontrarla", comentaba Alqhai a este periódico varios días antes de la presentación en el Auditorio Nacional. Su recuperación del Cancionero de la Colombina es, de hecho, posterior a este proyecto. "Es incontestable la presencia de lo negro", afirma. Esta presencia, en Gugurumbé, es central, pero además no se ignora el elmento central: que esa influencia africana viene a través de la esclavitud, y en un momento del espectáculo las cantantes vocean anuncios de prensa reales -del siglo XVIII- en los que se comercializan mujeres esclavas mientras Alcano, sobre la mesa, escenifica las descripciones que incluyen los anuncios. No parece pretender, en todo caso, por el tono o el marco en el que se incluye la escena, servir de vehículo para cuestionar nada, pero tampoco se pasa por alto lo obvio.

La presencia de dos cuerpos danzantes, uno más flamenco, otro pretendidamente más cercano a la africanidad es interesante, pero se echa en falta un poco más de intención. En un momento en el que hay tanto trabajo artístico en torno a la presencia de la negritud en el flamenco, habría sido interesante superponer bailes africanos populares más reales, sin pasar por el tamiz de la danza contemporánea.