MÚSICA

Metallica, Queen, Pink Floyd… Miley Cyrus, la diva rebelde del pop que no se cansa de versionar a los grandes del rock

La camaleónica y libérrima cantante estadounidense renueva con sus personalísimas ‘covers’ el espíritu de un género musical al que muchos daban ya por muerto 

Miley Cyrus gana su primer Grammy con 'Flowers' tras 17 años de carrera

PI STUDIO

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Nació con la adherencia de unos de esos nombres que se pretenden premonitorios, Destiny Hope Cyrus, pero al verla sonreír tan a menudo sus padres decidieron apodarla Smiley, y después aquello buscó inevitablemente un remiendo y desembocó en el definitivo Miley, Miley Cyrus. Ella es la “reina del pop”, la “sucesora de Madonna” o la joven estrella que “sobrevivió a Disney”. No le faltan etiquetas ni agasajos en forma de clichés, pero todas o se le quedan pequeñas, o fuera de lugar, o se le caen con inusitada facilidad porque le caducan.

Miley Cyrus, que acaba de ganar los dos primeros Grammys de su carrera, se reinventa una y otra vez, y esas definiciones o intencionalidades taxonómicas resultan estériles con quien se comporta como una estrella camaleónica, mezclando géneros sin complejos, escarbando en sonidos y mezclas atrevidas y redefiniendo constantemente su estética y su música.

De aquella estrella infantil televisiva de la Hannah Montana de Disney que vendía discos y merchandising como churros por medio mundo no queda nada. Sus primeros trabajos en solitario resultaban ya rupturistas con el modelo exprimidor de la factoría de entretenimiento más famosa y poderosa del planeta. Sus primeros discos se fueron sucediendo, consolidando sonidos inequívocamente poperos pero con mestizajes diversos que iban del hip-hop al country, pasando por el rythm and blues.

Esa versatilidad musical denotaba un claro espíritu inconformista y rebelde. También un carácter indomable. Ella se ha definido a sí misma como un “cóctel de caos”, pero en su trayectoria y en sus ejecuciones musicales reina un indiscutible equilibrio y un calculado ejercicio de libertad. Puede que algunas de sus actuaciones hayan sido tildadas de “salvajes”, pero en ellas lo que la artista estadounidense grita a su audiencia y a los desconfiados y escépticos espectadores de más allá es su libertad. Libertad estética y musical. Por eso, en algunos de sus trabajos, especialmente en Plastic Hearts (2022), ha borrado las fronteras difusas entre los géneros musicales hasta el punto de no poner de acuerdo a los críticos a la hora de confirmar si las canciones de este disco pertenecen al pop o al rock. Los poderosos riffs de guitarras eléctricas y las contundentes baterías ofrecen algunas pistas sobre el asunto.

Ya en diciembre de 2020, Miley ocupó la portada de la revista Rolling Stone, que incluía una entrevista con la cantante de Tennessee en la que ésta se desnudaba (también físicamente, de cintura para arriba) y reconocía algunos de los aspectos más sombríos de su trayectoria, incluyendo el consumo de drogas. La otrora estrella de la televisión infantil tuvo que pasar también por una separación exprés tras un matrimonio que no llegó al año con el actor Liam Hemsworth (sí, el hermano de Thor), y por el trauma de ver cómo su mansión desaparecía bajo las llamas. Esa entrevista llevaba por título un inequívoco: “Miley. Corazón de rock and roll”. Esa definición no obedecía a algo casual, ni siquiera reciente. El maridaje musical de Miley Cyrus hacía ya tiempo que incluía ingredientes y recetas rockeras. No en vano, siempre reconoció en Elvis Presley una de sus influencias más destacadas, también la de Iggy Pop, y recuerda que uno de los primeros conciertos a los que asistió fue a uno de Poison y Warrant, dos bandas clásicas del glam rock yankee.

Pero su voz desgarrada y grave hacía ya tiempo que acercaba canciones de rock a audiencias poco acostumbradas al género. Curiosamente, las anunciaba a su público como si se tratase de temas que interpretaba para sí misma, como diciendo: “Eh, ya estoy cantando muchas para vosotros, dejadme que me cante esta para mí”. Y así, Cyrus comenzó a recopilar hace ya muchos años una gruesa colección de versiones de Pink Floyd, de quienes ha escogido clásicos como Comfortably Numb o Wish You Were Here, de Queen, con We Will Rock You y Don’t Stop Me Now, o de Led Zeppelin, de quienes ha interpretado en directo Black Dog.

En el mencionado Plastic Hearts, probablemente su disco más rockero, colaboraba con algunas voces reconocidas del género como Billy Idol, Joan Jett, el malogrado Taylor Hawkins, de Foo Fighters o Chad Smith, de Red Hot Chili Peppers. Lo que está claro es que cuando Miley Cyrus decide incursionar en el rock está desafiando a los intolerantes y mostrando su lado más salvaje, el indomable. Se ha atrevido también con el Smell Like Teen Spirit de Nirvana, con Say Hello 2 Heaven, de Temple of the Dog, o con la setentera Heart Of Glass, de la banda de new wave Blondie.

Pero quizá su cover con mayor repercusión haya sido Nothing Else Matters, el clásico de sus compatriotas Metallica, una de las mezcolanzas más llamativas y sorprendentes llevadas a cabo en la última década en los States, y que ha recibido fuego cruzado desde todas las direcciones, aunque también halagos. “Esa canción se alinea con mi moral y mis valores”, ha reconocido Miley Cyrus. Y desde el otro lado, la banda de thrash metal, sentencia, para despejar cualquier atisbo de duda: “Ella pertenece al rock”.