MÚSICA / DÚOS SORPRENDENTES (2)

Bruce Dickinson de Iron Maiden y Montserrat Caballé, la extraña pareja que unió heavy y ópera en homenaje a Freddie Mercury

La gran figura de la ópera española decidió homenajear a su amigo y cantante de Queen, ya fallecido, con un disco en el que participaron todo tipo de artistas. Entre ellos estaba el vocalista de Iron Maiden, con quien interpretó el himno 'Bohemian Rhapsody'

La cantante de ópera Montserrat Caballé y Bruce Dickinson, vocalista de Iron Maiden.

La cantante de ópera Montserrat Caballé y Bruce Dickinson, vocalista de Iron Maiden. / ARCHIVO

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Fusionar la voz de una de las grandes sopranos del siglo XX con la de un virtuoso vocalista de rock duro podría considerarse una empresa poco menos que disparatada por su antagonismo estilístico y por una, a priori, probable complejidad a la hora de adaptar géneros y tesituras tan diferentes. Pero sucedió. En 1997, la diva catalana quiso recordar su primer encuentro con el cantante de Queen, 10 años antes, con un trabajo discográfico que titularía Friends For Life, en el que realizó una serie de duetos con músicos principalmente provenientes del pop y del rock. La más recordada de esas conjugaciones musicales fue, por cuanto tuvo de insospechada y atrevida, la interpretación de la celebérrima Bohemian Rhapsody por el cantante de Iron Maiden y la gran figura operística española.

Unos años antes, en 1992, el tenor Luciano Pavarotti había comenzado a organizar una serie de conciertos en su Módena natal, en los que, con fines benéficos, unía su voz a la de destacados artistas de pop y de rock. Lo hizo hasta 2013, y entre sus múltiples invitados estuvieron, etre otros muchos, U2, Deep Purple, Celine Dion, Bon Jovi, Mariah Carey, James Brown, Joe Cocker, Stevie Wonder, Sting y Paco de Lucía. Además de recaudar fondos para causas más que nobles, el cantante italiano sacudía de esa manera los intransigentes estándares operísticos que denostaban y rechazaban fusiones e impurezas mezclando su género con estilos musicales más “banales”.

Montserrat Caballé y Freddie Mercury.

Montserrat Caballé y Freddie Mercury. / ARCHIVO

Así, con el precedente de aquellos ensamblajes protagonizados por el que fuera su compañero de escenario en tantas ocasiones en los mejores recintos operísticos del mundo, Montserrat Caballé ya tenía esa puerta abierta en cuanto decidió dedicar un disco a su amigo Freddie Mercury, el cantante de Queen fallecido seis años antes a causa del sida, compartiendo su voz con intérpretes ajenos al mundo lírico.

El encuentro en Barcelona

frontman Barcelonahimno oficial de los Juegos Olímpicos de 1992

“Montsy”, como la llamaba cariñosamente el añorado cantante nacido en Zanzíbar ante la dificultad de pronunciar correctamente su nombre, decidió una década después de conocer a Mercury grabar un disco que homenajease aquel primer encuentro. El proyecto quedaba en manos de la división de música clásica del sello discográfico BMG. Y así, resultó un trabajo en el que Montserrat Caballé sumó su voz a las del rockero francés Johnny Halliday, la sueca Lisa Nilsson, el canadiense Gino Vanelli, el grupo suizo de rock duro Gotthard, el irlándés Johnny Logan, los alemanes Die Frozen, el español Carlos Cano, el neerlandés René Froger, la burundesa Khadja Nin, el italiano Marco Masini, el belga Helmut Lotti y el británico Bruce Dickinson, además de a dos temas compuestos por el griego Vangelis. Unas auténticas “naciones unidas” musicales para recordar la figura del mítico líder vocal de Queen.

Un mosaico musical

Bohemian Rhapsody, heavy metal

Esa nueva versión de Bohemian Rhapsody contaba con los arreglos orquestales de Mike Moran y comenzaba con un canto a capela al que se unía enseguida la lírica y cristalina voz de Montserrat Caballé. Después el vocalista inglés, acompañado por el piano, asumía el arranque con la estrofa “Mama, just killed a man. Put a gun against his head…” y a partir de ahí se iban alternando ambas voces hasta coincidir justo antes de la parte operística que asumía la soprano con un coro. Y después, Dickinson recuperaba el mando en la parte más rockera y contundente del tema.

Bruce Dickinson, comparaciones odiosas con Freddie Mercury al margen, aprobó aquel examen con nota

La voz descarnada y contundente de un cantante de heavy metal se conjugaba con la maravillosa interpretación de una soprano con técnica exquisita y privilegiada. La unión de dos voces tan distantes impregnaba la canción de una belleza absoluta. El tono operístico y la vena rockera se maridaban, como representando para los oídos lo que para el paladar supondría una explosión de sabores.

Bruce Dickinson, comparaciones odiosas con Freddie Mercury al margen, aprobó aquel examen con nota. No era precisamente un advenedizo. Sus dotes teatrales y su manera de “contar” las canciones le han inferido siempre a estas una épica narrativa que se añade a un excelente rango vocal capaz de llegar a unos agudos al alcance de muy pocos.

El cantante de Iron Maide, Bruce Dickinson. / REUTERS


Este tipo canta bien”

En la revista Rolling Stone, una profesora de canto analizó su voz: “Este tipo canta tan bien que podría escribir un libro sobre cómo cantar, independientemente del género musical (...) Su dicción es perfecta y alcanza una intensidad rítmica sorprendente sin perder el impulso musical. Me gusta la intensidad visceral y dramática que aporta al cantar. Hay vocalistas de rock que sufren más que los tenores, porque este estilo les exige más. Este hombre canta con las entrañas, transmitiendo un compromiso increíble. La intención es un arma muy poderosa, y este chico lo demuestra”.

Montserrat Caballé presentó su disco Friends For Life en Barcelona el 20 de mayo de 1997. En ese acto señaló, tal y como recogía Laura Morgades un día después en El País, las impresiones de la soprano sobre aquel trabajo: “Cantando pop y rock me he sentido más libre que cantando ópera”. Y recordó, naturalmente, al añorado cantante de Queen: “Él me descubrió el mundo del rock y del pop y este disco es una historia de amor entre este tipo de música y la ópera”. La diva operística barcelonesa fallecería en 2018.

Aquella Bohemian Rhapsody representó, después de todo, un romance, siquiera fugaz, entre la ópera, que siempre ha soportado su etiqueta de elitista, y el rock, más cercano y asequible a las clases populares. Un amor, a la vista está, que no resultaba del todo imposible.