Opinión | CUADERNO DE NOTAS

La tierra se hace cerámica

Sebastià Perelló, con sus textos, y Jean Marie del Moral, con sus fotos, arrojan luz sobre la obra catedralicia de Miquel Barceló en Mallorca

Miquel Barceló, fotografiado por Jean Marie del Moral, durante la creación del retablo

Miquel Barceló, fotografiado por Jean Marie del Moral, durante la creación del retablo / EPE

TERRENALIDADES ESCRITAS Y FOTOGRAFIADAS. Me refiero al libro Alenar dins el fang. El retaule de Miquel Barceló (Ensiola Editorial), de los amigos Sebastià Perelló, escritor, y Jean Marie del Moral, fotógrafo, que es un motivo de satisfacción y de fiesta. Alenar dins el fang es un hito: un observatorio fotográfico, por un lado, y un belvedere verbal, por el otro, de Barceló en la seu de Mallorca.

Las fotografías de Del Moral tienen la energía singular de aquel que durante 40 años ha documentado en los talleres de París, Chaumont, Mallorca, Malí y Palermo el gesto creativo de Barceló. Y también vivió y vio en Vietri sul Mare (Nápoles) ese trabajo titánico y cotidiano del artista de Felanitx trabajando el barro del retablo catedralicio y cazó con precisión de entomólogo todo el proceso lleno de matices de cómo nacía, crecía y daba frutos la piel cerámica.

Por todo ello, sus retratos del retablo tienen esa familiaridad y esa armonía que solo se logran cuando se contempla la capilla como si fuera el obrador barceloniano en el que el artista hace, haciéndolo, ese tapiz de tierra viva que tenía dentro la cabeza.

Del Moral nos muestra el lugar entero de la capilla, de fuera, para que tengamos bien claro todo el espacio en el que la obra crece y fructifica: es. Y después se dedica a retratar detalles interiores con una minuciosidad de sensible que nos quiere hacer ver, y creer, aquellas cosas que podemos pasar por alto: la fuerza germinativa de la cabeza de un pez, el anzuelo y el cebo a punto, la perfección microscópica de la piel de un rape, la delicadeza de las huellas que hacen una flor, los chorreos que se oponen a la fuerza de la gravedad de unas jarras de vino, las bandadas de sardinas junto a la caída de la ola y, allá arriba, la bóveda de la ola que dialoga con las bóvedas góticas, la claridad casi negra, dramática, de las vidrieras... Y aquel Cristo resurrecto lleno de hendiduras y de estigmas y de esa soriasis tan exquisita que nos dice mucho de las profundidades de la piel de carne transfigurada.

ESCRIBIR LA PIEL DE ARCILLA. Perelló, desde la primera frase, nos provoca: "Sujetar la piel cerámica es como sostener el corazón de un hombre". Es necesario que el lector no corra en la lectura si no quiere perderse. Hay que leer muy despacio esta voz que ha alentado en el barro y nos contará al dedillo todas las transmutaciones y todas las metamorfosis, todas las transustanciaciones, todas las transfiguraciones, todos los prodigios que ha sabido. A lo largo del libro nos escribirá con una telaraña de cacerías, de adivinamientos, de misterios, de imaginaciones, de intuiciones y, sobre todo, de certezas íntimas.

Hay muchas sugerencias que se desarrollan en este ejercicio de mil y una miradas y meditaciones que el escritor busca en la capilla del Santísimo, en el taller del artista. Sí, Perelló ha visto desde un buen principio que es el obrador nómada de uno de los mayores artistas del siglo XX. De aquellos maestros que entran en el estudio sin saber muy bien qué harán, que tienen una pequeña noción pero van improvisando.

¿Quiere ordenar el caos? ¿El laboratorio es la obra? ¿Siempre hay inspiración? ¿Todo está en el aire? ¿Es inquietud? ¿Es inseguridad? ¿Es la añoranza de la búsqueda? Perelló sabe mucho del arte convulsivo de Barceló: pasar la mano por las partes hendidas de una jarra, respirar el aire de las hendiduras, sentir el corte de las aristas y los sesgos, ir por las aguadas y los esgrafiados. Perderte en esa luz, dejar los ojos hasta la extenuación de la claridad. Tienes que fundirte, revolcarte en los efectos táctiles de las huellas, debes circular por la filigrana salvaje donde cristaliza lo invisible.

Encontrarás que la letra perelloniana es muy clara, descriptiva y llega hasta las entretelas del alma para mostrarnos que el taller del artista es una capilla de la liberación. Perelló, en un texto en el que la intuición va del brazo con el hallazgo, el camino conocido con el descubrimiento, la seguridad de la dicción con el temblor de la vibración, nos lleva a un territorio más amplio, más intocado: ¿cómo se inserta Barceló en la fábrica del templo? Y en unas páginas antológicas, llenas de detalles que dibujan la hazaña, nos ofrece una explicación en la que la conciencia de la precariedad mueve la materia prima: el barro y todo el aparato simbólico que desencadena y que se roza con ese gótico antiguo que ha dialogado con tantas construcciones e intervenciones, que sabe todos los idiomas de la historia del arte.

La nada barro compartido se convierte en un gesto audaz, se convierte en abundancia. El revestimiento orgánico y humilde (no olvidemos que incluso es reversible, se puede desmontar sin ningún problema) hace a la vez de sitio humanísimo, bien hospitalario: de casa doméstica y de cueva parietal.

Autorretrato del artista

La cueva barcelonesa como barraca, como favela, como tienda de campaña de un campo de refugiados, como cocina, como despensa en la que se debe guardar el pan de todos: la casa de la palabra que quiere dejar sentir la voz de todos. Y Perelló, nos vuelve a decir (me entusiasman sus redundancias brechtianas) que cuando estamos en la capilla del Santísimo caminamos en el obrador de Barceló y la obra escenifica un autorretrato del artista en el taller.

En Alenar dins el fang, flotan las fuerzas de efracción de los lenguajes, su capacidad de perturbación. Hay fulguraciones seductoras, fervores estallantes, entusiasmos repentinos y, sobre todo, ese caer arriba, ese movimiento tan oximorónico que escribe mientras describe la fuerza perpetua de la creación.

Y cuando, hacia el final, Perelló llega al centro de la capilla, dice con palabras bien contadas que allí sucede un evento inaugural: se libera la obra, lo más profundamente humano en el acto creador.

Del Moral y Perelló, con sus fotografías y sus textos, y también con la conjunción de unas y otras, arrojan luz sobre la obra catedralicia de Barceló: nos hacen ver más en todas direcciones y nos hacen sentir más con todo tipo de pensamientos este retablo. Nos despiertan, nos electrizan, nos resetean y nos dan caminos nuevos de conocimiento. Y nos demuestran a las claras que la mirada del espectador también es una creación.

'Alenar dins el fang. El retaule de Miquel Barceló'

Sebastià Perelló y Jean Marie del Moral

Ensiola Editorial

63 páginas

15 euros