Opinión | CUADERNO DE NOTAS

Lo que perdura lo fundan los poetas

El título de este texto es un verso de Friedrich Hölderlin que me acompaña cuando los estorninos vuelan bajo

Friedrich Hölderlin

Friedrich Hölderlin / EPE

LA ENCINA QUE BAILA. Se hace de noche demasiado pronto. Escucho Central Park West de John Coltrane y pienso en Dori T. Una amiga que adoraba el jazz y partió de vacaciones sin avisar y me dejó su ausencia. Y leía poesía. Seguro que le gustaría el Wang Wei (701-761 d. C.) que han traducido Antoni Bernat Vistarini y Tomàs Fajó y que podéis encontrar en anostrats.cat

El poema Parque de los ailantos me resulta muy cercano porque hoy por la mañana, con un sol que quemaba el culo de las liebres, he paseado bajo un camino de ailantos sin una sola hoja. Y he pensado en el vacío doloroso de Dori T. Escuchad el poema: "Aquel hombre antiguo / no era un / funcionario altivo / no tenía maña / para los asuntos del mundo / le dieron / una oficina insignificante / así que / era libre de bailar entre los árboles".

Estos versos también me han hecho pensar en el amigo artista Perejaume y su encina que baila en el patio del Estudi General Lul·lià de Palma. El pasado 27 de noviembre fui, invitado por Sílvia Ventayol Bosch, al estudio donde Perejaume y el arquitecto Jaume Coscollar montaban la pieza La raíz del árbol es una rueda. Son siete palabras que aparecen en el libro Començament de medicina de nuestro queridísimo Ramon Llull. Perejaume me dijo que la encina es el árbol más humilde que existe y aquella que tenía delante acababa de llegar a Palma desde Sils. Después añadió con aquella voz de poeta: "La sintaxis de toda la obra de Llull es verdaderamente forestal, tanto por la figura repetida de árbol con la que imagina y trama los diversos conocimientos, como por la manera con que se arbolan todo tipo de conexiones y demostraciones analógicas. Si hay dos elementos constitutivos en el sistema de argumentación del arte de Llull, estos son sin duda las derivaciones en rama y las combinaciones en rueda, figuras giratorias, reflejos y círculos relacionales".

Lo escuchaba y flipaba porque ese mismo día otro amigo me había dado un saludo madrugador con un "gozoso y arboloso día". Todo se interconectaba, todo dialogaba, todo se conjugaba y se encontraba como un milagro. Y en el patio con la encina bailadora todo se encogía y todo se dilataba, todo volaba, según los cambios de atención, de movimiento, de imaginación... El aire estaba lleno de germinaciones.

 Al atardecer, en el estudio dialogaron los dos montadores de aquel sencillo prodigio, una encina que da vueltas muy despacio y todo se mueve en ese baile: las paredes del estudio, las raíces, los cimientos, las nubes, las ramas, las casas del casco histórico de Palma, la tumba de Llull en la iglesia de San Francisco, las calles y las plazas, toda Palma, toda la isla de Mallorca y todos los Países Catalanes, Europa entera. Se añadían a esta instalación un concierto de polifonías asonantes de los cantadores Jaume Ayats, Sebastià Bardolet, Pol Blancafort y Josep Pieres, grabadas en la sala abacial del monasterio de Pedralbes y que convertían la fusión de imagen y música en una hazaña, en una fiesta.

Perejaume seguía en la conversación plácida con sus ideas lulianas: "El arte se arbola y rueda. Por eso, la posibilidad de rodar de raíz resulta tan maravillosa como práctica. Solo así la coreografía de los árboles, la claridad mecánica de las razones y el desconcierto que todo ello pueda suscitar llegan a ajustarse a una posible pretensión general de plantar todos los árboles en rueda en tanto que líneas convergentes o divergentes de una misma esfera".

Recomiendo sus libros de poemas Obreda (Edicions 62) y Pagèsiques (Edicions 62), en los que los textos poéticos son una arboleda de obras, los pensamientos y meditaciones de un hombre que tiene una casa-taller en Montnegre y trabaja rodeado de manifestaciones arbóreas y lenguajes de toda clase y condición en una intimidad creactiva. El árbol vive como una palabra que suena con las letras semiabiertas. Porque el sonido también se hace leña, como si fuera la palabra la que llevara robustas ramas y las parara en el hálito. ¡Palabra de Perejaume!

LEER PEQUEÑO. El título de este texto de hoy es un verso del hermano Friedrich Hölderlin que me acompaña en los momentos en que los estorninos vuelan bajo. Creo que me lo enseñó Blai Bonet en una de esas visitas que le hacía en la calle de Palma, 74, de Santanyí. Allí, sentados en la camilla que se abría a las cristaleras de aquel jardín tan exuberante, con su madre a nuestro lado haciendo ganchillo y escuchando a dos poetas que se creían el ombligo del mundo, Blai me dijo que eso -lo que perdura lo fundan los poetas- tenía que sembrarlo en mi campo espiritual y hacerlo crecer y dar fruto por los siglos de los siglos.

Blanca Llum es para mí una de las pocas poetas vivas que me despiertan ganas de leer y de escribir

Hoy me ha venido a la cabeza cuando leía esta obra bella e inacabable que es Llegir petit (Arcàdia), de la amiga Blanca Llum Vidal, con la que he titulado este último fragmento de esta crónica hebdomadaria. Blanca Llum es para mí una de las pocas poetas vivas que me despiertan ganas de leer y de escribir. Y la definiría ahora mismo con una frase suya ("una sensibilidad con aristas que se rompe en mil fragmentos cada día") de uno de los textos de este libro (un libro hecho de lecturas suyas, frenesíacas, complejas, excitantes, sorprendentes, hondas y muy comprensibles) en la que el sujeto de la lectura es Mercè Rodoreda.

La forma de leer, de acercarse a la letra, de adentrarse en el sentido de Blanca Llum es acogedora, sabia, sencilla: leer un pasaje, un verso solitario, en vez de la totalidad; elegir lo minúsculo, amar lo pequeño, en vez de ir a colonizar una tierra vasta y extensa; ir a descubrir una parcela, un guijarro aventurero, un claro, un fragmento, una línea. Y esto lo borda con un conjunto de escritores que adoro (¡tenemos muchas complicidades!), unos que conozco y otros no.

Algunos nombres son Víctor Català, Maurice Blanchot, Martin Buber, Clarice Lispector, Marlene Dietrich, Marina Tsvetáyeva, Marguerite Duras, Josep Carner, Charlotte Delbo, Marius Torres, Emmanuel Lévinas, etcétera. Y también nos cuenta sus ausencias (Arnau Barios, Aharon Appelfeld, Pascal Quignard, Calle de sentido único de Walter Benjamin, À bout de souffle de Jean-Luc Godard, La grande bellezza de Paolo Sorrentino, Mahmud Darwix, Ausiàs March, Veus al ras de Sebastià Perelló, Afollada de Laia Martínez y otro etcétera), que duelen, que le quitan fuerza a la mezcla, que podrían ser buenas conductoras de las significaciones y de la literatura.

Sí, porque ese libro es literatura en estado sólido. Lo recomiendo con pasión. Libro para relecturas, de cabecera. ¡Gracias, Blanca Llum, por este faro luminoso dentro de la noche oscura!