Opinión | CUADERNO DE NOTAS

Philippe Jaccottet me da la vida

Su extraordinaria sensibilidad, una capacidad de observación justísima y su fino sentimiento de la lengua lo convierten en poeta, filósofo y sabio

El poeta Philippe Jaccottet

El poeta Philippe Jaccottet / EPE

ENTRE EL CIELO Y EL AGUA, LA LÍNEA DEL HORIZONTE, NADA MAS. Escribir es construir con la precariedad de la lengua un reservorio frágil para guardar la inquietud de pensar, las ausencias de la razón, la naturaleza imprevisible de las horas, las agitaciones sexuales, la belleza de las cosas, la desazón y las batallas del amor, las rabias y los llantos, la dulzura de vivir.

PHILIPPE JACCOTTET, UN MAESTRO. Lo conocí en uno de mis viajes juveniles a París con uno de sus primeros carnets de notas de esa serie que ha titulado La semaison (Gallimard) y que no ha parado de escribir a lo largo de su vida. La semaison es la dispersión natural de las semillas de una planta, y en su obra es él mismo quien nos da todas sus semillas a lo largo de una existencia, todas sus lecturas, todos sus paisajes, todos sus autores, todos sus latidos más claros. Y lo hace de una manera tan simple y sencilla que te enamora, con una muestra de una sensibilidad extraordinaria, una capacidad de observación justísima y un sentimiento de la lengua tan fino que le convierten en un maestro que es a la vez poeta, filósofo y sabio. Jaccottet es un sensible de verdad y toda su obra está impregnada de una hiperestesia que le lleva a estar atento a las más escasas palpitaciones del tiempo, a las vibraciones más claras del espíritu.

Esas libretas llenas de notas son un tesoro continuo de hallazgos, unos libros de poemas, unas formas rizomáticas de literatura singularísima que encuentro extraordinarias: conjugar la descripción de un paisaje revelador con unas notas sobre Bashô y la traducción de tres haikus suyos; comentar una revista como Hermès números 1 y 2 o la Oda en otoño de John Keats y unos versos de Giacomo Leopardi; hacer un obituario sentido y de verdad de un amigo como Jean Paulhan, de un pintor como Pablo Picasso o de una poeta muerta trágicamente como Ingeborg Bachmann; contarnos punto por punto los numerosos sueños y pesadillas que atraviesan sus noches, citar escritores, filósofos, sabios con las frases exactas que le servían para iluminar su itinerario o describir por qué le hacía llorar la Sonata para piano en sí bemol mayor de Franz Schubert en la interpretación de Clara Haskil; destacar la finura de Nuno Judice cuando nos cuenta la misteriosa metamorfosis de la pérdida o la invención de una metáfora sobre la almendra como una concha de madera llena de poros.

Cuando en 2014 salieron sus Oeuvres (Gallimard) en un volumen de 1.603 páginas en la Bibliothèque de La Pléiade fui feliz. Y por añadidura esta publicación era un privilegio, porque solo 15 autores vivos han podido ver publicada su obra completa. Mi amigo, editor y poeta Antoni Clapés ha sido el introductor y traductor de seis libros de Jaccottet al catalán. Los libros traducidos son Rèquiem (Cafè Central-Eumo Editorial), A la llum de l’hivern (Lleonard Muntaner Editor), El passeig sota els arbres (Días Contados), L’ignorant. Poemes 1952-1956 (Lleonard Muntaner Editor), Aires (Cafè Central-Eumo Editorial) y Quadern de verdor (Adia). Jaccottet era también un magnífico traductor creador. Entre las obras que versionó en francés se encuentran la Odisea de Homero, la poesía de Friedrich Hölderlin y las obras completas de Robert Musil y de Rainer Maria Rilke. A pesar de haber muerto a los 95 años en 2021, han salido dos libros inéditos suyos, La clarté Notre-Dame y Le dernier livre de madrigaux (Gallimard). ¡Leed a Jaccottet y os ayudará a vivir!

MAXIM’S. Maxim’s de Paris es un conjunto de dos cedés que contienen 15 y 14 canciones de cantantes y grupos muy diversos que han sido mezclados por dos magníficos DJ: Albert de Paname y Félix. Me gusta la historia de este restaurante mítico de la Rue Royale, 3 de la capital francesa. En 1852 era una heladería de un tal Imoda. Maxime Gaillard lo transformó en restaurante, Maxim’s et George’s, y se convirtió en lugar de encuentro de los cocheros. En la primavera de 1893, Irma de Montigny, que acababa de dejar con mucho revuelo el Café de París, bajó a pie, acompañada por Antoine de Contades, la Rue Royale y ambos empujaron la puerta de la sala de aquel restaurante popular lleno de humo y gente. Ella quedó fascinada por el sitio y el propietario. Cenaron como reyes y prometieron volver. Todo el París de la belle époque descubrió entonces el Maxim’s

En 1900, el restaurante tomó partido y se vistió con el arte emergente: el art nouveau. La caoba, los adornos de cobre, los espejos biselados, los decorados de lianas, de hojas, de flores o de tallos estilizados vistieron desde el salón de la entrada hasta el gran salón lleno de hojas de castaño. Una gran vidriera lateral cortada y pegada con capas superpuestas que representaban flores de adormidera, nenúfares y umbelíferas en las aceras de un río daba a la luz del restaurante la calidez de un acuario de aguas color de ámbar, de fondo vegetal y selvático. 

En 1981, el modisto Pierre Cardin compró el Maxim’s y lo convirtió en un lugar vivo que atraía a una clientela joven, prestigiosa y cosmopolita del mundo de la cultura, las finanzas, la moda y la política. Inauguró unos rendez-vous que comenzaron con Carolina de Mónaco y Mick Jagger. Dentro de este new look, Cardin creó los Viernes de Maxim’s, unas cenas gastronómicas con un ambiente de fiesta en el que ponían banda sonora dos DJ: Albert de Paname, figura emblemática de la noche parisina que ha hecho bailar a varias generaciones, y Félix. 

Albert de Paname empezó en 1964 en el Tabou y pasó al mítico Balajo y al Café de París de Londres. La mezcla y el mestizaje de géneros le lleva a combinar el dulce y rítmico Falling in love del grupo Shazz con el salsero y caribeño Son al sueño de la Orquesta Aragón, que el clásico de los 60 Moliendo café sea interpretado en versión melódica por Omar Bashir, y el Bacalao salao, por unos electrónicos Sidestepper. Confiere músicas étnicas tan alejadas como la arabesca L’histoire de Cheb Tarik y la andaluza Frontera del ensueño de Rey de Copas

En cuanto a Félix, empezó en 1995, cuando en el Festival de Cine de Cannes puso música a una fiesta de Wim Wenders. El creador de moda Éric Bergère le confió la vestimenta sonora de sus desfiles y también Paul & Joe y Jean-Paul Knott. Su disco de Maxim’s crea, sobre todo, atmósferas sonoras con músicas de percusión, cantos a capela, funk y jazz. Me entusiasma la voz de Martha Cinader en Lasting y el grupo Crackpot interpretando Heavy flowers. Turtle E’s de La Taverne du Lac es música dance de lujo y One night Samba de Tim Love Lee podría ser música contemporánea. ¡Placeres sonoros!