Opinión | CUADERNO DE NOTAS

'J'adore' a los Camondo

No puedo explicar el choque artístico, histórico, emotivo, sensitivo que me produjo la visita de un palacio que se conserva como recién salido de la Segunda Guerra Mundial

El Museo Camondo, en París

El Museo Camondo, en París / EPE

EL MUSEO CAMONDO DE PARÍS. Es una alegría, es una alegría, es un símbolo. Es un conjunto de historias de los antiguos que hablan de la civilización europea, de los humanos que se pierden, de la alegría y el dolor que cuesta la cultura, del trabajo y del tiempo que es necesario para que la cultura arraigue y de frutos: hacer cultura es difícil y apasionante.

No sé explicar cómo descubrí el Museo Camondo hace cuatro años en París. Y con una joven patricia catalana, Ona Batlló, que estudió Bellas Artes y que asistió a una conferencia que di en la Universidad de París XIII, salimos una mañana rosa y azul a la búsqueda de un palacio de la familia Camondo, unos banqueros judios de Constantinopla que habían comprado parcelas en la Rue Monceau en 1869: "Lo que hace tan especial esta calle es el hecho de ser una calle de conversaciones, una calle de epifanías. Moïse Camondo tenía nueve años cuando su padre construyó la casa y acumuló muchos tesoros familiares como pinturas, esculturas, artefactos religiosos judíos y muchos libros de la época. Los vecinos de Camondo son familias burguesas y muchas de ellas judías, como los Rothschild, los Reinach, los Ephrussi, que se instalaron en el París secular, republicano, tolerante y civilizado”.

Estas familias viven del comercio y aman la cultura. Entre otras cosas, miembros cercanos fueron retratados por Renoir (la futura mujer de Camondo cuando era una niña) y eran compradores de cuadros de Manet. Proust, que vivía a cuatro pasos, será un conocido, y tenían correspondencia con Rilke e intercambiaban poemas en sus cartas.

Cuando Moïse Camondo heredó la casa de su padre, la destruyó y, en 1911, construyó una nueva casa del arquitecto René Sergent. Acumulará los antiguos tesoros de la familia y empezará a comprar piezas francesas del siglo XVIII, el Siglo de las Luces, que consideraba el siglo de la inteligencia: cuadros, alfombras, relojes, cubiertos de plata hechos para Catalina la Grande, porcelanas de Sèvres, muebles Luis XV, objetos íntimos de María Antonieta.

Con todo aquello, Moïse encajaba bien con la visión de sí mismo según la cual ser judío era una parte de su identidad que también implicaba ser patriota francés y parisino. No puedo explicar el choque artístico, histórico, emotivo, sensitivo que me produjo la visita de un palacio que, por un milagro del destino, se conserva como recién salido de la Segunda Guerra Mundial. Ona y yo salimos en un estado de levitación.

EDMUND DE WAAL: CERAMISTA Y ESCRITOR. Toda esta introducción es una invitación si visitas el Museo Camondo de París y encuentras un maravilloso libro que acaba de publicar Edmund de Waal: Cartes a Camondo (Quaderns Crema). Edmund es un artista inglés contemporáneo, dedicado a las instalaciones a gran escala de vasijas de porcelana. El primer libro de De Waal, La llebre amb ulls d’ambre. Una herència oculta (Quaderns Crema), de 2012, explica la historia de su familia, los Ephrussi, una dinastía bancaria judía europea muy rica, con sedes en Odessa, Viena y París, y amigos de las familias Rothschild y Camondo.

Mientras vivían en la Rue de Monceau de París, el primo del bisabuelo de De Waal, Charles Ephrussi, de la familia de banqueros, compró las netsukes, miniaturas talladas japonesas en madera y marfil. La colección será adquirida por Charles Ephrussi para regalarla a su primo, Viktor Ephrussi, y fue escondida por una sirvienta delicada, Anna, cuando los órganos del estado nazi confiscaron el Palacio Ephrussi y la colección de arte de la familia en Viena en 1938. Los netsukes eran fáciles de esconder, al ser 264 esculturas japonesas pequeñas.

La colección se ha transmitido a través de cinco generaciones de la familia Ephrussi proporcionando un hilo conductor a través de la historia de las primeras fortunas de finales de la década de 1871 hasta 2009. Todo esto nos lo cuenta con pelos y señales con una búsqueda detallada de la diáspora judía, los horrores del nazismo, las relaciones entre las cosas y la memoria.

Edmund de Waal hace una búsqueda detallada de la diáspora judía, los horrores del nazismo, las relaciones entre las cosas y la memoria

Ahora, Edmund, después de ser el primer artista vivo que ha expuesto en el Museo Camondo, ha hecho otro libro, Cartes a Camondo (Quaderns Crema), sensibilísimo y muy bien tramado, y que hace un frágil y bello canto a una familia, una persona y una idea. Son 58 cartas imaginarias dirigidas a Moïse Camondo en las que De Waal explica la historia de la vida y la muerte del hombre, su casa, sus colecciones, su mundo y qué fue de él.

Un homenaje compasivo y extraordinario

Un compasivo y extraordinario homenaje a una familia sefardí. A lo largo de las cartas, que se leen como verdadera poesía, podemos ver el ojo experto de Moïse, buen conocedor de los detalles prácticos de cómo y por qué se hacen, se compran y se muestran las cosas. "Os convertisteis en parte de la plaza, del barrio, de la ciudad, del país, tan perfectamente tan delicadamente alineados, asimilados, que desaparecéis. Dejáis vuestra colección, vuestra donación, el nombre, y partís.”

El estilo de escritura de De Waal combina personas y objetos con sabiduría, precisión y elegancia

El estilo de escritura de De Waal combina personas y objetos con sabiduría, precisión y elegancia. Moïse se casa con Irène Cahen de Amberes. Tienen dos hijos: Nissim y Béatrice. Se divorcia, los hijos quedan con el padre. Nissim, "encantador y devoto religioso", se unió a la fuerza aérea en la Primera Guerra Mundial en 1917 con la misión de reconocimiento y desapareció. Esta muerte le hace cambiar. La casa de la Rue Monceau, 63, se ha convertido en un monumento dedicado a Nissim. Con un estilo sutil, Edmund de Waal nos cuenta que Moïse Camondo dijo que todas sus colecciones quedarían intactas en memoria de su hijo.

En el momento de su muerte, en 1935, la casa quedó completamente libre para ser donada a la nación. En 1936, su hija Beatriz, casada con León Reinach, cede el palacio Camondo al Museo de Artes Decorativas de París. La carta más larga y airada de De Waal describe cuando los nazis y el Estado francés retiraron sus derechos y sus propiedades a los judíos. Todos los esfuerzos de los Camondo-Reinach fracasaron.

El libro está magníficamente ilustrado con fotografías del amigo Jean Marie del Moral, Christophe Dellière y archivos diversos. La placa conmemorativa que De Waal transcribe es impresionante: "La señora Léon Reinach, nacida como Béatrice de Camondo, sus hijos Fanny y Bertrand Reinach, últimos descendientes del donante, y el señor Léon Reinach, deportados en 1943-1944, murieron en Auschwitz".

 Y las palabras del autor son a la vez un grito de batalla: "¿Por qué me cabrea tanto que me digan que pase página?".