MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Rebeca Khamlichi

Escribí y dibujé 'Sanatorio' teniendo el absoluto convencimiento de que nunca lo iba a ver publicado, porque tenía la seguridad de que cuando llegase a las librerías yo ya habría conseguido matarme

La pintora e ilustradora Rebeca Khamlichi.

La pintora e ilustradora Rebeca Khamlichi. / EPE

Rebeca Khamlichi

Escribí y dibujé Sanatorio teniendo el absoluto convencimiento de que nunca lo iba a ver publicado. Entiéndanme: no porque pensara que no le iba a interesar a ninguna editorial, sino porque tenía la seguridad de que cuando llegase a las librerías yo ya habría conseguido matarme. Spolier: sigo viva.

Les resumo el fracaso de mi intento de obra póstuma. Traté de suicidarme con una sobredosis de pastillas y alcohol. Tiempo después me corté las venas. Al menos tres veces. Las de las muñecas y también las de los tobillos. Con diferentes grados de acierto. En los últimos tres años he estado tantas veces ingresada en centros psiquiátricos que he perdido la cuenta. En este tiempo he tomado tal cantidad de mediación como para reflotar la cuenta de resultados de alguna gran farmacéutica en crisis. Consecuencia de la química, la depresión y los electrochoques (sí, los electrochoques) es que no recuerdo buena parte de esos días. 

Sanatorio es, pues, el tesoro rescatado del naufragio de mi memoria. El resultado de una relación epistolar conmigo misma: en los peores momentos, y cuando acepté mis olvidos, comencé a escribirme correos electrónicos a modo de diario para que aquellas terribles fechas no se perdieran en la niebla de mis recuerdos. Esos textos, que leí después con ojos asombrados y ajenos, me sirvieron para reconstruir aquellos días y tratar de explicarme y entenderme a mí misma. 

El texto y las ilustraciones de Sanatorio no conocen varón corrector, o sea, están vírgenes de edición. Los he querido publicar tal y como lo escribí y dibujé mientras entraba y salía de los psiquiátricos, y bajo las limitaciones de una severa medicación que me hacía complicado hilar las ideas y hasta sujetar el lápiz en la mano. El pulso dubitativo de los dibujos y lo anárquico de los textos lo acreditan. 

A pesar de tener después la posibilidad de mejorar palabras y trazos, quise respetar, y así lo aceptó mi editora, las condiciones en las que los hice: los textos y las ilustraciones que aparecen son los originales, sin correcciones, un testimonio gráfico y literario real de unos tiempos terribles...

Porque Sanatorio es eso: terrible. Aunque a veces haga sonreír. Es la crónica de una corresponsal en el Infierno escrita desde la más rotunda desesperanza y un dolor al que se le quedaban cortos los adjetivos.

No sé si a estas alturas les he dicho que yo, en realidad, soy pintora e ilustradora. Perdónenme, pero ya les he contado que se me olvidan las cosas. Pese a no ser escritora, ya había publicado en 2018 otro libro autobiográfico ilustrado, Las hijas de Antonio López, sobre mi infancia y la de mi hermana en nuestro entorno familiar marcado por el alcoholismo, la violencia y el fanatismo religioso.

Si la segunda parte es Sanatorio (sobre la depresión, la ansiedad y el suicidio), me aterra pensar cuál será el tema que me deparará el futuro para escribir la obra que cierre la trilogía y que esté a la altura de los dos anteriores. Todo lo que no sea un meteorito de proporciones bíblicas impactando sobre mi cabeza y destruyendo la Tierra terminará defraudando mis expectativas y las de mis pobres y sufridos lectores…

A mí Sanatorio, como les digo, me ha servido para mucho. Por ejemplo, para entender que una depresión es una guerra civil en la que tú eres el enemigo. Y que, como dice el libro, existe el Infierno, sí. Pero que hasta el Infierno tiene puerta de salida. Ahora espero que mi libro les sirva a muchas otras personas que estén pasando por algo parecido a lo mío. Porque Sanatorio no tiene efectos secundarios. Y, además, de momento, se vende sin receta médica.

'Sanatorio'

Rebeca Khamlichi

Crossbooks

192 páginas

19,95 euros