MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Manuela Espinal Solano

En su nueva novela, 'Ya nadie canta', la escritora colombiana, comparada con Natalia Ginzburg, narra la historia de una familia que ha dedicado su vida a la música ligera y el espectáculo

La escritora colombiana Manuela Espinal Solano, autora de 'Ya nadie canta'

La escritora colombiana Manuela Espinal Solano, autora de 'Ya nadie canta' / EPE

Manuela Espinal Solano

Este es un buen espacio para confesar la vergüenza que siento por no saber imaginar.

Desde que tengo memoria, mis textos sueltos, los que llamé poemas –aunque no—, los relatos que envié a concursos, las tareas que entregué en el colegio, lo que hoy presento como mi nueva novela, han tenido vocación de diario. Siempre he disfrutado de escuchar y de tomar nota, de espiar o entrevistar –según se le mire, según sea el caso—. Pero, ¿qué ha hecho esto en mí?

 Me ha convertido en un personaje. Soy lo que he escrito y punto. Qué más podría querer saber cualquiera de mí. Crecí en medio de una pobreza extraña: vestidos brillantes, zapatos altos, equipos de sonido pesados y maltrechos, una casa que el banco se llevó, cuentas que podían pagarse sólo a cuentagotas. El talento era la única riqueza que teníamos y esa, también, se esfumó.

Mi familia sabe que conmigo le espera el “gran homenaje” de la literatura. Al fin y al cabo, una madre que lloriquea y abuelos que no dan fe de la edad que tienen son los insumos perfectos para una novela, ¿no?

Pero enfrentarme de nuevo a la página en blanco y escribir a partir de las memorias que, además, son un recurso limitado –¿algún día se acaban, algún día no se producen más? ¿Llega una enfermedad y se lo lleva todo? —significa un horror para mí cada vez que debo hacerlo

Esta fijación por lo real me ha llevado a retrasar, remendar y reevaluar todos mis textos. Haciendo que mi proceso de escritura sea lento, poco confiable y, francamente, insostenible.

Hablo de que solo me gusta o, para ser honesta, solo puedo escribir sobre lo que me ocurre (la verdad, los hechos) y, si no pasa nada en mi vida o, por el contrario, las cosas cambian, si cambian mis sentimientos hacia ciertas cosas o personas: cambia el texto. Absurdo, ¿verdad?

Escribir solo sobre la verdad es un desperdicio, como todo acto vanidoso. Es un trabajo riesgoso y, a la vez, tan sencillo

Me pasó con mi nueva novela, Ya nadie canta. Después de tres años en los que apenas pude producir unas cien páginas di por cerrado el relato. Lo entregué con poca fe de que pudiera publicarse, pero con el entusiasmo de haber dejado atrás un texto al que no quería regresar ni aunque todavía requiriera horas y horas de corrección y edición.

Cambios

Mi abuelo murió y todo cambió: no digo en la vida, en el día a día. No. Cambió el texto. El protagonista había muerto, ¿cómo podía dejar eso por fuera del relato? Tuve que ponerme a trabajar de nuevo en él y sentí, para mi sorpresa, una oleada de adrenalina. Por fin algo verdaderamente dramático tocaría una de mis novelas. Nada antes de esto, nada, había sido tan importante para mis personajes. La vida del abuelo había terminado y el personaje, por fin, vivía.

Escribí lo que pude y como pude mientras mamá lloraba y cantaba las canciones del abuelo. La abuela se hacía la adolorida mientras pasaba por un estado de shock que le impedía dimensionar completamente que su compañero por más de 60 años no existía más. Y de ahí salió la novela que es una novedad ahora, luego será reciclaje y más tarde logrará su verdadero cometido: se convertirá en las memorias de una familia de apenas siete personas, todas cantantes, que vivió alguna vez en Medellín.

Escribir solo sobre la verdad es un desperdicio, como todo acto vanidoso. Es un trabajo riesgoso y, a la vez, tan sencillo. Es una verdadera tarea muerta.

Es lo que hago todos los días, cada vez que puedo, cada vez que agudizo el oído y me hago consciente del otro. Es mi oficio. Sin embargo, hay ocasiones como esta, en la que para ustedes he decidido hacer una excepción y mentir

'Ya nadie canta'

Manuela Espinal Solano

Caballo de Troya

128 páginas

15,90 euros