Opinión | OPINIÓN

Crisis en la distribución del libro en catalán

En estos momentos, muchos autores y pequeños sellos tienen sus títulos bloqueados o no abonados debido a que el megaproyecto Ágora se ha venido abajo ante la marcha del Grupo Planeta a Logista

Mesa de una librería de Barcelona con títulos en catalán

Mesa de una librería de Barcelona con títulos en catalán / Elisenda Pons

Como hemos contado en muchas ocasiones, el mundo del libro tiene un sentido polifónico que debe ser reconocido y explicado. Para que una lectura llegue a nuestros ojos se necesita de una industria precisa y minuciosa. Cada uno de los protagonistas tiene su peso e importancia. Nadie puede estar por encima del otro. Por ejemplo, la distribución. No es un tema glamuroso, ni creativo. Pero de no existir una logística que ayude a que el libro llegue a la librería de forma sencilla, ni habría historias, ni ensayos, ni poemas.

En estos momentos la distribución del libro en catalán está sumida en una crisis superlativa. No es cuestión de ser hiperbólico, algo tan de moda en el mundo en que vivimos, pero si les cuento que la forma más operativa que tiene una librería catalana de encargar un libro en catalán es hacerlo a través de subdistribuidoras situadas en Andalucía, País Vasco o Galicia, se lo digo todo.

La explicación no es fácil. Pero las consecuencias son sencillas: un megaproyecto de distribuidora en catalán, Àgora, ha acabado por venirse abajo ante la decisión del Grupo Planeta, lógica por otro lado, de trasladar sus libros en catalán a Logista, la empresa que ya pertenece a los Lara. Y eso se ha producido por las irregularidades, la lentitud y el desprestigio en que se estaba cayendo. De hecho, en el sector editorial no se explica cómo Planeta ha tardado tanto en tomar esta decisión. Las respuestas las iremos teniendo según pase el tiempo.

Lo cierto es que muchos autores y pequeños sellos tienen sus títulos bloqueados o no abonados, y eso genera una insatisfacción desesperante en un sector en el que la riqueza existe por barrios muy concretos, y el capital retenido es muy elevado. Siendo claros: un libro puede venderse, pero el ingreso no llega rápido a la editorial, ni se le espera. Ni al autor, por supuesto. El mundo del libro no puede vivir con ingresos intuitivos