CRÍTICA

'Bruja Luna, Rey Araña', de Marlon James: ¿fantasy de luxe?

En su última novela, el autor de 'Black Leopard, Red Wolf' trata de elevarse pero no despega, tiene un problema con el vuelo de su prosa

El escritor Marlon James

El escritor Marlon James / Taylor Hill

Hace ya un tiempo tuve la oportunidad de leer Black Leopard, Red Wolf la entrega precedente de la saga donde Marlon James parece decidido a mezclar la fantasy con los mitos africanos y la intermitencias angustiosas del inconsciente. No puedo decir que el libro me dejase con un buen sabor de boca: un mosaico de historias confusas, leyendas, mitos, arquetipos… de considerable violencia, escritas con un punto de delectación.

Mucho más interesante me ha parecido Bruja Luna, Rey Araña que pese a ahondar en los temas del libro anterior y compartir territorio y personajes cumple con la promesa de Marlon James de que cada entrega se podrá leer de manera independiente. Da igual empezar por un tomo que por otro. Y lo cierto es que en buena medida los dos libros ya publicados cuentan la misma historia desde dos laderas distintas.

La principal mejora de esta segunda entrega está en que la narración enfoca hacia un personaje más carismático, la Bruja Luna, una hechicera de casi doscientos años que cuenta la historia de cómo fracasó en la anterior novela, al tiempo que nos informa de un nuevo brazo narrativo: su prolongada batalla contra Aesi, que viene a representar la imposición de la tiranía, el yugo de la obediencia. La Bruja Luna, que tenía un papel de villana en la primera parte, expone ahora sus razones, y protagoniza (como diría un crítico de series) su propio arco donde se revela como una mujer indomable.

Cohesión

Esta perspectiva mejora el batiburrillo de la primera entrega en el sentido que le proporciona un conducto por donde puede fluir el material del libro. La novela parece cohesionada, se desparrama menos. Claro que los problemas siguen presentes, como si hubiesen viajado de un libro a otro. James emplea un simbolismo demasiado transparente (el poder tiránico, la mujer que se revela desde la brujería) y sus frecuentes imágenes de violencia tienen una coloración extrema, sin demasiado fondo, como una rabieta adolescente.

Marlon James emplea un simbolismo demasiado transparente y sus frecuentes imágenes de violencia tienen una coloración extrema, como una rabieta adolescente

Aunque el paso por donde el libro zozobra de verdad, con el riesgo de hundirse ante los ojos agotados del lector, es en la indecisión de James de si jugar a fondo al género o emplearlo sin manías para propósitos literarios más complejos.

James, después de todo, no es Ishiguro, capaz de convertir la ciencia ficción en una novela política desgarradora como Cuando fuimos huérfanos. Pero es incapaz de resistirse a elevar el material de aventura mediante tiradas de gran estilo cargadas de visiones más o menos perturbadoras. En estas viñetas de violencia menos instrumental que las batallas de Tolkien se aprecia el drama del forcejeo de James con sus propios intereses. Pocas veces pasan de ser pasajes decorativos, pero da pavor (y un poco de risa) imaginar a los lectores convencionales de Tolkien huyendo en desbandada.

Bruja Luna, Rey Araña tiene un problema con el vuelo de su prosa: James trata de elevarse pero no despega, como esos pájaros que conservan las alas pero han perdido la capacidad de suspender en el aire su propio peso (el avestruz, el Emú o el prodigioso pingüino), demasiadas páginas se resuelven en una estridente (y por momentos angustiosa) agitación de alas y plumas.