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Kazuo Ishiguro: "Me da miedo la cultura del odio que las redes sociales facilitan y legitiman"

El premio Nobel de Literatura en 2017 firma el guion de la recién estrenada 'Living', relectura de 'Vivir', la obra maestra de Akira Kurosawa

El escritor y Premio Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro.

El escritor y Premio Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro. / LOMA ISHIGURO

Ganador del Premio Nobel de Literatura en 2017, considerado por muchos como el mejor escritor británico vivo, ha dejado que su propia obra fuera llevada a la pantalla por otros a través de películas como Lo que queda del día (1993) y Nunca me abandones (2010) mientras él limitaba sus incursiones en el cine a los guiones originales de The Saddest Music In The World (2010) y La condesa rusa (2011). Ahora se ha encargado de firmar el de Living, que es nada menos que la relectura de una obra maestra de Akira Kurosawa, Vivir (1952), sobre un hombre reprimido y enfermo terminal que descubre algunas cosas buenas de la vida justo cuando está a punto de perderla. 

P. ¿Por qué decidió escribir una nueva versión de una película comúnmente considerada una obra maestra?

R. Por supuesto no lo hice con la intención de mejorarla o repararla. Tuve la sensación de que la historia que en ella se cuenta casaría muy bien con ciertos valores británicos que se perdieron tras la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo que, cuando yo crecí en Inglaterra a principios de los 60, muchos de los amigos de mis padres, y de los padres de mis amigos, eran muy parecidos al protagonista de Living. Yo cada mañana iba al colegio en tren, y todos los hombres que viajaban a diario en él iban ataviados con su traje y su bombín, y llevaban paraguas aunque no fuera a llover, y leían The Times o The Telegraph. Me parece bien que esa Inglaterra ya no exista, pero siento nostalgia y fascinación por ella.

P. ¿Por qué?

R. Porque, aunque estaban azotados por la austeridad y la pobreza y por unas infraestructuras destruidas, esa generación de británicas y británicos se las arreglaron para instaurar en el país el estado del bienestar, que es una creación llena de defectos pero, en cualquier caso, maravillosa.  

P. ¿Cuál es su conexión personal con la película de Kurosawa?

R. Cuando la vi en la adolescencia, significó mucho para mí y para otras personas de mi edad y mi entorno, en la Inglaterra suburbana, a pesar de que hablaba de un anciano japonés. Porque el mensaje existencial que abandera es muy diferente al que ofrecen títulos como Cuento de navidad (1938) o ¡Qué bello es vivir! (1946). No defiende que para encontrar un sentido a nuestras vidas debamos cambiar quiénes somos, ni que necesitemos lograr algo fantástico que todo el mundo vaya a aplaudir. En cambio, sugiere lo siguiente: conoce tus límites, acepta que tu película será pequeña e intenta jugar la mejor mano posible con las cartas que te han sido asignadas. Al final probablemente caerás en el olvido, pero da igual, porque las cosas no se hacen a cambio de elogios. Cuando yo era joven, nunca soñé con que algún día estaría aquí, hablando con la prensa, ni que jamás ganaría el Nobel de literatura. Asumía que mi vida sería insignificante, así que un mensaje como ese caló muy hondo en mí.

P. En realidad, es un tipo de mensaje que nunca pierde relevancia...

R. Al contrario. Tanto Vivir como Living conectan con un sentimiento muy extendido en la actualidad. La mayoría de personas se ven obligadas a trabajar muchas, muchas horas en empleos cuyo significado o conexión con el mundo exterior no entienden muy bien. La compartimentación derivada del capitalismo ha hecho que cada vez nos resulte más difícil saber de qué modo contribuimos al desarrollo social. ¿Cómo hacemos, pues, que nuestra vida valga la pena? Es una pregunta universal.

P. Gracias a su trabajo literario usted ha llegado a ser considerado el maestro de la contención dramática, de la que Living es otro ejemplo paradigmático. ¿Le parece adecuada esa categorización?

R. Solo tengo un pero que ponerle a la película de Kurosawa, y es que creo que no es una película contenida. No olvidemos que el maestro japonés se hizo famoso sobre todo gracias a sus películas de samurais, y Vivir evidencia una desconexión clara entre el intimismo de lo que se cuenta y el dinamismo con el que se cuenta; está dirigida casi como una película de acción, con movimientos de cámara y zooms. Por eso, siempre pensé que esa historia encajaría muy bien en la Inglaterra de posguerra. Después de todo, tanto esa manera de ser inglés que me fascina como la idea del gentleman británico se basan en esa contención. Y de hecho creo que en, algún lugar de nuestro interior, todos llevamos a un gentleman inglés, que tiene miedo a expresar sus emociones, y que usa la flema y la dignidad para protegerse de lo terrible.

P. Al mismo tiempo, en la sociedad actual todo el mundo parece tener la necesidad permanente de exhibir su propia vida. ¿Qué opina de ello?

R. Hay muchas cosas que me entusiasman de las nuevas tecnologías y las redes sociales pero creo que han escapado a nuestro control y eso es peligroso. Se nos convenció de que el acceso a todos los avances y facilidades era gratuito y cuando hemos comprendido que el precio a pagar por ello son nuestra privacidad y nuestra autonomía. Ahora ya es demasiado tarde porque somos adictos. Irónicamente, para ser capaces de recuperar parte de esa libertad perdida necesitaremos una legislación férrea. Pero hay algo que me da más miedo, y es la cultura del odio que esas nuevas tecnologías están facilitando y legitimando.

P. Un ejemplo claro de esa cultura es el apuñalamiento del que su amigo y escritor Salman Rushdie fue víctima hace unos meses mientras se preparaba para dar un discurso. ¿Cómo vivió aquello? 

R. Me sentí horripilado, aterrado e indignado por ello, claro. Y me hizo pensar. En 1989, cuando Irán emitió una sentencia de muerte contra Salman por su libro Los versos satánicos, toda la comunidad artística liberal se unió para darle su solidaridad y protestar, y me temo que ese apoyo no habría tenido lugar si los hechos hubieran sucedido en la actualidad. Creo que muchos en Occidente habrían alzado la voz en contra de Salman para exigir su cancelación. Eso nos obliga a reflexionar sobre el mundo que hemos creado, en el que la libertad de expresión es tan fácilmente boicoteada y los artistas, en general, sienten miedo a expresar sus ideas. 

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