Entrevista | Cristina Fernández Cubas Escritora

Cristina Fernández Cubas: "Cuando escribo estoy como en un estado de introspección, de pausa en la vida"

La mejor cuentista española ha sido galardonada con el Premio Nacional de las Letras 2023

La escritora Cristina Fernández Cubas, fotografiada en el Hotel Majestic de Barcelona

La escritora Cristina Fernández Cubas, fotografiada en el Hotel Majestic de Barcelona / Zowy Voeten

Juan Cruz

Juan Cruz

Tiene los ojos puros, grandes; mira desde allí como si delante tuviera un abismo de experiencias que sigue recopilando desde la niñez y que tienen que ver con los suspiros de su memoria, amparada sobre todo en las enseñanzas que recibió de una mujer singular, la que le contaba cuentos cuando ella era una niña.

Cristina Fernández Cubas nació en 1945 en Arenys de Mar, Cataluña, ha viajado por Egipto, por Grecia, por Perú, y por la vida, pues ésta le ha deparado experiencias que han dejado heridas e interrogantes en una memoria que aflora en sus libros a veces como metáforas propias, a veces debida a la imaginación de esas personas que, cuando ella se estaba formando, no cesaron en la tarea de avivar una imaginación que la ha convertido desde hace años en la mejor cuentista española.

El libro La habitación de Nona (como casi todos sus libros, en Tusquets), en el que se contiene el cuento de ese título, es una explicación mayor de su gestión sentimental de esa memoria de la infancia. Todos los cuentos, donde están Mi hermana Elba, Los altillos de Brumal, El ángulo de horror, Con Agatha en Estambul o Parientes pobres del diablo, constituye la explicación de su carácter de escritora nata que, desde aquella infancia en Arenys de Mar se fija, mira y oye para contar.

Edgar Allan Poe, uno de cuyos relatos truncados se atrevió a prolongar, y Julio Cortázar podrían estar entre sus maestros, aunque aquí, en este caso, el magisterio de Cristina Fernández Cubas viene de quienes la criaron y se han quedado en una memoria que parece habitar, también, en sus ojos.

Esta entrevista, que hicimos en el Hotel Majestic de Barcelona, cerca de su casa, comenzó precisamente por esta herencia, la casa, la familia, la mujer que le contaba los cuentos. En toda la entrevista ella discutió consigo misma, se fijó en hallazgos que se le venían de frente, y muchas veces halló en sus ocurrencias asuntos que probablemente un día serán parte de su ficción. Hablar con ella es viajar, como leerla. Viajar a la infancia, sin duda. Por ahí empezamos.

P. ¿Qué postal le manda a usted la infancia?

R. ¡La infancia a mí me manda un álbum completo! Esta pregunta me recuerda a El balcón en invierno, de Luis Landero, donde dice “¿podemos ser el niño cuya alma en pena no deja de errar por las otras edades de la vida?” Es un libro que me gusta mucho y esa frase se me quedó grabada. Es que la infancia está ahí, somos producto de la infancia, somos los niños que fuimos, ¿no?

P. ¿Pero hay algo de su infancia que vuelve hacia usted?

R. Sí. Las noches de invierno en el pueblo, las restricciones eléctricas de entonces, nuestra niñera contándonos historias a mis hermanas y a mí. Era un gran ambiente y creo que de ahí viene mi respeto hacia las narraciones. Como había restricciones eléctricas, por la noche la casa se trasformaba en un sitio de historias.

P. Eso está en sus libros.

R. Eso he intentado siempre. Siempre. En Nona, por ejemplo, está la búsqueda de los caminos en los que todo era posible, caminos que acortan las distancias, que era lo que yo buscaba cuando era niña. O los escondites donde pudieras observar sin ser vista. Y mi colegio, también. Pero mi vida, lo que es mi vida, está plenamente en un libro que se llama Cosas que ya no existen. Salió primero en Lumen y luego Tusquets lo recuperó. Ahí fue la única vez que dije: venga, no voy a imaginar nada, voy a contar mis cosas tal cual.

P. Y por eso ahí está muy presente Totó, la que le contaba los cuentos.

R. Sí, sí. Ella y sus cuentos. Yo quería hablar del luto que llevamos en casa, porque mi hermana mayor murió a los 28 años, y antes te obligaban a llevar el luto. Recuerdo aquellos días en blanco y negro, horrorosos, y quería hablar sobre esas coas. Y así el libro se hizo solo, como si tuviera una lógica interna. Cuando terminaba un capítulo, ya sabía de qué iba el siguiente.

P. ¿Cómo nace en usted la pasión por escribir?

R. Como un juego. Yo tenía unas libretas en las que escribía novelas, no cuentos: novelas. Es que de pequeña tenía mucho tiempo (ríe). Luego, ya más mayor, me obsesioné con Agatha Crhistie y empecé a hacer novelas policiacas. O lo que yo creía que eran novelas policiacas, ¡imagínese!

P. Sus cuentos producen siempre la sensación de que la poesía y la narración se alternan. ¿Lee mucha poesía?

R. Pues… tuve una época muy breve, muy breve, cuando vivía en Perú, en la que me volví poeta. Era lo que me pedía el cuerpo, no sé. Pero a raíz de un temblor muy fuerte que hubo, se me fue la vena poética. En serio.

P. Pero en su escritura hay sobre todo una exigencia de ritmo, que no se le vaya el aire de lo que está contando.

R. Sí. Tal vez porque pienso que el cuento y el poema tienen mucha relación.

P. De hecho, usted dice que la escritura va reclamando más escritura.

R. ¿Ah, sí? No lo recuerdo, pero me gusta.

P. Su casa es importantísima en la creación de su escritura. ¿Podría contarme más sobre ella?

R. Durante mucho tiempo yo soñaba que volvía a esa casa, que la recorría como un fantasma. Pero desde que he escrito esto, ya no lo he vuelto a soñar. Era mi casa, una casa grande, con un jardincillo en la entrada, con un despacho, el despacho del notario, abajo la cocina y el comedor, arriba el salón, y más arriba los dormitorios. Ahí nací, porque en aquella época se nacía en casa.

P. Nona, la niña que da título al cuento principal de La habitación de Nona, es un misterio. Y no lo va a revelar…

R. Es que si lo revelo, la mujer se va a sentir no sé cómo. A ver: lo que me gusta de ese cuento es quién lo narra y la intriga que tiene. Es lo que Nona querría hacer. Viene de una historia familiar, con el padre, la madre y la abuela…

P. Le pasa a Nona, lo cuenta usted, pero ese y otros cuentos parece que nos está ocurriendo a los que la leemos…

R. ¡Eso es fantástico! Gracias por decírmelo.

P. Sucede con su cuento Ausencia. Una mujer se pierde, pierde la identidad, pierde el sentido, está ausente… Parece que nos está pasando a los que la leemos. ¿Cómo nace este cuento?

R. No me acuerdo mucho. Una chica llega a un bar y reconoce que se ha perdido, no sabe dónde está, quién es, e inicia una labor casi policial para recuperar quién es… Supongo que es algo que le ha pasado a mucha gente: alguien llega a un sitio y le parece que está en un museo de horrores. Me acuerdo que esta desmemoriada está en la iglesia y se desmaya y se despierta y ve los santos y las vírgenes y dice: esto no me asusta, sé quiénes son. Y luego va al confesionario y se mete en el confesionario sólo para escuchar su propia voz.

P. A lo mejor eso le ha pasado a usted misma.

R. No, no. Pero recuerdo que yo de pequeña me desmayaba con mucha frecuencia, como esta señora. Bueno, no tanto como esta.

P. A lo mejor la literatura es algo que nos pasó antes.

R. ¡Ay, chico, no sé! ¿Qué nos pasó antes? Uy, no lo sé, no lo sé.

P. Su cuento La nueva vida, por ejemplo, es muy posible que le haya pasado a alguien

R. Bueno, ese cuento para mí es muy especial y parte de una historia real. Un día, de repente, creí ver a una persona que ya no estaba en este mundo. Pero no lo seguí. Me fui a mi hotel y al llegar me imaginé que lo seguía. Fue un día raro. Y… no sé…, así nació, lo escribí seguramente para que no sucediera.

P. También le pasó eso con la vieja a la que encuentra en la calle, la ayuda a cruzar y luego imagina que sube a su casa, se produce allí un incidente y es la materia de un cuento.

R. Sí. Pero a la vieja la vi de verdad. Y la acompañé. Pero el resto no ocurrió. En otro cuento sí es cierto que creí reconocer en un sitio a alguien muy querido, pero no lo seguía, como en el cuento; sólo que fui a mi cuarto del hotel, saqué mi grabadora y grabé lo que imaginé. O sea: fue un cuento oral, qué cosas.

P. ¿Las inquietudes que se manifiestan en todos sus cuentos van naciendo mientras escribe o vienen de atrás?

R. A veces sí, a veces no. Por ejemplo, un día vi un cuadro y me intrigó muchísimo, yo quería saber su historia y eso me inquietó mucho y lo escribí. El cuadro no tenía historia, ¡pues yo se la puse! Y ya está. En los museos, por cierto, me gusta mucho escuchar lo que dicen los grupos de niños. Siempre hay. Y dicen unas cosas que son estupendas. Los niños son fantásticos.

P. La impresión que da leyéndola es que usted vive muchas vidas a la vez.

R. Es posible, es posible. Lo que pasa es que Totó tiene mucho que ver, sus narraciones orales, que no se me olvidan nunca. Ya te digo: había restricciones eléctricas y por la noche la casa se volvía otra, con candelabros, con las sombras y con las historias de Totó.

P. ¿Contaba historias de miedo?

R. No, no tanto. Bueno, a veces mencionaba al demonio y eso sí que me daba miedo. Pero ya no sé si existe. El otro día estaba leyendo las memorias de Manolo Sanlúcar, el guitarrista. Resulta que se le murió el hijo y él entró en una vía negra total. Entonces, en el libro dice que ya no podía más y que le pidió a Dios que su hijo volviera y que Dios no le hizo caso. Entonces acudió a Satanás, pero tampoco le hizo caso. Así que… ¡a lo mejor no existe Dios pero tampoco Satanás!

P. ¿Cuáles son los escritores que le han influido?

R. Primero, Totó y sus historias, sus cuentos y leyendas. Después, Edgar Alan Poe. De hecho, un día, una editorial me propuso continuar un cuento con su estilo, digamos. Para mí fue una aventura. Estaba en Santander, vi las mareas y eso me inspiró. Metí unos peldaños, que tienen mucho que ver, y fue una especie de homenaje que le hice.

P. ¿Qué es lo que más le ha obligado a escribir?

R. Lo que le pasó a mi hermana Elba. El cuento que da título a mi primer libro fue por ella y para ella. Nació un día en que tenía necesidad de contar, un día que creía que todo era posible. Tuve necesidad de contar mis ensoñaciones y ya está. Así nació. La ficción nos da todo, eso es verdad. Pero en la vida real, pronto te das cuenta de que no todo es posible.

P. ¿Qué le da a la ficción?

R. Pues no lo puedo saber. A lo mejor alegría. A lo mejor risas. A lo mejor inquietudes. Algo le habré dado. Bueno, sí: me gusta inquietar. Ojalá inquiete a los lectores.

P. ¿Cómo se lleva con la realidad cotidiana?

R. La realidad vive conmigo, ¡qué remedio! Juego un poco con ella, pero a veces es muy molesta. Por ejemplo: en las pasadas elecciones no sabía a quién votar. Me sentía en medio de una orfandad completa. La noche antes de la votación, en mi casa, sola, pensé: pues haré lo del voto útil o no sé qué. Mire: en un sobre puse un voto útil y en otro un voto inútil. Cerré los ojos y escogí uno y dije: pues vale, este será el que irá a las urnas. Pero no lo abrí. Y el otro está en casa, en un cajón, y tampoco lo he abierto. O sea: no sé si mi voto fue útil (ríe). ¡No sé a quién he votado realmente! ¿Qué le parece?

P. Pero en estos cuentos se cuela la realidad.

R. Es posible. Sí, porque mire: hay un cuento que creo que está influido por aquel caso de la niña chinita que mataron sus padres en Galicia, ¿se acuerda?

P. ¿Qué dice de usted la ficción que escribe?

R. No soy yo la indicada para decir eso. Cuando escribo, creo saber a dónde voy. Pero en ese proceso voy descubriendo muchas cosas.

P. ¿Y cómo es su relación con el ritmo?

R. Es una relación plena. Pero… yo no fui nunca a una escuela de escritura y voy siempre a la aventura y el ritmo llega solo. O así lo siento yo.

P. Escribe con lentitud, ¿no?

R. Sí. Siempre. Nunca tengo prisa. Ni a la hora de escribir, ni a la hora de publicar. También es que cuando escribo estoy como en un estado de introspección, de pausa en la vida. ¡Es que la vida va tan de prisa, Juan! Pues hay que ir más lentos, haciendo pausas, disfrutando las cosas, ya sea beber una coca cola o hacer algo más importante con tu gente. Es que vamos a una rapidez que… ¿Te acuerdas de Miserino, el faraón? El que quería convertir las noches en días y pide un montón de antorchas y tal. Pues te digo esto para recalcar mi estado de introspección y porque creo que es necesario alargar nuestros días.

P. ¿Qué debe tener un cuento dentro?

R. La sugerencia. Un buen cuento sugiere. Eso es lo más importante.