Entrevista | Leila Slimani Escritora

Leila Slimani: "Los racistas hoy no tienen miedo de admitir y demostrar que lo son"

Ganó el Goncourt 2016 con su segunda novela, 'Canción dulce', y acaba de publicar 'Miradnos bailar'

La escritora Liela Slimani, autora de 'Miradnos bailar'

La escritora Liela Slimani, autora de 'Miradnos bailar' / Jordi Cotrina

Según Leila Slimani el colonialismo es un invento de finales del siglo XVIII (sic) y la globalización, del XV (doble sic). Lo dice en sus desairadas respuestas con una rotundidad que haría temblar al más curtido entrevistador. Casi lo consigue. Casi, pero hay ocasiones en que la buena educación actúa como un seguro contra incendios.

Slimani (Rabat, 1981) estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París, pasó por talleres de teatro y una escuela de negocios orientada a los medios que le granjeó un puesto en L´Express. De ahí a la revista Jeune Afrique y a un curso de escritura chez Gallimard.

Ganó el Goncourt 2016 con su segunda novela, Canción dulce, brillante y terrorífica. Es mujer (muy atractiva), árabe, islámica, feminista y madre, y se esfuerza en rechazar todos los tópicos de mujer árabe, islámica, feminista y madre. Lástima que su rechazo sea tan visceral que no hace sino confirmarlos todos, uno por uno.

Reside en Lisboa y niega que, como se ha publicado, sea esto un exilio elegido, una huida del acoso racista que atronó en sus redes durante la pandemia a manos de la ultraderecha francesa –se dijo. Publica Miradnos bailar (Cabaret Voltaire), segunda parte de una mirada atrás a sus orígenes.

Ha concentrado la promoción en dos cortos días en dos ciudades y, claro, llega reventada y de mal humor al Instituto Francés de Barcelona donde va a ofrecer una conferencia. ¿Llega de mal humor o vive de mal humor? Ustedes dirán.

P. Algunos de sus personajes femeninos tienen una doble personalidad, pública y privada, de marcadas diferencias. ¿Es algo a lo que se ven obligadas con frecuencia las mujeres islámicas?

R. No, no creo que sea algo específico de las mujeres islámicas, sino una condición muy común del género humano.

P. Le pregunto como escritora experta en la sexualidad (autora del libro testimonial Sexo y mentiras. La vida sexual en Marruecos): ¿cómo es el sexo bajo el hiyab, el burka y otros velos y máscaras islámicos?

R. No entiendo bien la pregunta, en Marruecos las mujeres no se cubren la cara. Afganistán no es Marruecos. El sexo es exactamente igual que en cualquier otro lugar, hacemos básicamente lo mismo (se ríe, incómoda).

P. En su novela, uno de los asuntos más apasionantes es el incesto entre una tía y su sobrino, algo que escritores conocedores del mundo árabe, como fue Juan Goytisolo, han descrito como habitual y fabulosamente intrigante: las relaciones sexuales cubiertas por la anonimia de los ropajes. ¿No es esta historia algo común en su cultura?

R. ¿Has visto la película de este director italiano que adoro, pero no recuerdo el nombre, donde se relata la relación entre una tía y su sobrino? (Se refiere a Bellísimo noviembre, de Mauro Bolognini, 1969). Creo que es algo muy usual en el cine occidental y, sobre todo, en el sur de Europa después de los 50. No tiene nada que ver con el Islam ni con Marruecos, es simplemente algo habitual que sucede en muchas familias. No sé por qué me preguntas tanto por el Islam.

P. Porque el mundo que usted describe es islámico, claramente. Pero cambiemos de tercio, no me gustaría incomodarla. ¿Cree que la revolución de las mujeres iraníes logrará cierta libertad o se trata de una utopía?

R. No, ¿por qué iba a ser una utopía? La libertad nunca es una utopía. Los hombres y mujeres iraníes están luchando por ello en un régimen tan terrible como puede ser Rusia o Corea del Norte. Y a veces lo consiguen.

P. ¿Podríamos estar ante la última generación de dictadores islámicos?

R. No lo sé, ¿por qué me preguntas por cuestiones políticas si yo soy novelista?

P. Porque además es usted periodista, graduada en el Instituto de Estudios Políticos de París, especialista en África. Es de suponer que le preocupan estos asuntos.

R. Sí, pero ahí, en el Sciences Po (abreviatura del instituto parisino), estudié periodismo y no política.

P. Algo que de hecho está muy conectado en todas las escuelas… ¿La literatura era su vocación secreta?

R. Realmente no era secreta, era mi vocación. Estudié periodismo porque quería escribir; pero también, viajar, descubrir y experimentar el mundo, especialmente África, de donde vengo. Fue muy interesante, además de una gran práctica para la escritura.

P. ¿Desde qué edad recuerda haber tenido ese deseo?

R. Aprendí a leer y escribir con 6 años, y creo que desde entonces; desde los 7 que yo recuerde, soñaba con ser escritora.

P. Después de sus estudios de periodismo siguió unos cursos de escritura creativa, y ya con su segunda novela ganó el Goncourt, lo que es muy sorprendente. ¿Realmente aprendió a escribir Literatura, es algo que se aprende?

R. No, los cursos de escritura en Francia son más como un taller de lectura donde compartes con otra gente tus opiniones e impresiones sobre determinados libros y autores, y lo escribes y los demás lo comentan. No son lecciones prácticas de escritura como en Estados Unidos, por ejemplo: no te enseñan técnicas ni estructuras. Y no, no creo que se pueda enseñar a escribir Literatura, más allá de unas técnicas y la corrección: uno aprende leyendo por sí mismo.

P. Le da importancia al estilo por encima de la historia que cuenta, según he leído…

R. Uno debe decidir qué y cómo quiere narrar, pero no creo que haya ningún tipo de jerarquía entre ambos extremos.

P. ¿Si tuviera que priorizar?

R. Pues como no tengo el don o el extraordinario estilo de un Joyce o un Proust, suelo centrarme más en la historia que voy a contar. Sí, soy más una contadora de historias, pero porque no tengo otra opción, si la tuviera quizá me centraría más en el estilo, sí.

P. ¿No es muy francés priorizar el estilo?

R. Quizá sí lo fue en los años 70 y 80, las décadas posmodernas, pero las nuevas generaciones se centran más en contar. Creo que ese posmodernismo a ultranza está un poco pasado.

P. Leila, como escritora, ¿su influencia es fundamentalmente francesa, se considera usted una literata francesa?

R. Probablemente; soy una escritora francófona, francesa, marroquí, mujer, africana, mediterránea, magrebí… Creo que tengo muchas identidades como escritora.

P. ¿Qué opina el público marroquí de sus novelas, reveladoras de tanta idiosincrasia? ¿Son bien recibidas?

R. Creo que son bastante apreciadas, vendo mucho allí y siempre que visito el país tengo grandes audiencias. Sí, creo que les gusto en general.

P. En la última entrevista que concedió desde Lisboa, declaró que Marruecos está a punto de dar una sorpresa al mundo. ¿A qué tipo de sorpresa se refiere?

R. Por definición, si es una sorpresa no puede contarse.

P. ¿Va a revelarnos alguno de los muchos secretos que permean la cultura y el modo de vida de su país?

R. Marruecos es un país que está tratando de definirse con una personalidad muy singular con respecto a África y al mundo árabe. Lo que ocurrió en el Mundial de Fútbol no es una casualidad, sino que se debe a la particular relación que el país está estableciendo con el resto del mundo y a la importancia de la enorme diáspora de nuestros nacionales por el mundo y las influencias cruzadas que esto supone. Sí, creo que estamos construyendo una identidad bastante única.

P. Uno de las más enrevesadas cuestiones internacionales hoy es cómo acabar con la mentalidad colonialista que impregna las instituciones y relaciones de Occidente con el mundo, pero ¿qué hay de los países árabes, cuya cultura fue la primera en colonizar la península Ibérica, durante nada menos que siete siglos? ¿Cree que los marroquíes han superado ese complejo de superioridad?

R. Al-Andalus no fue una colonización, el colonialismo en términos históricos es la ideología moderna creada a finales del XVIII. Esto no quiere decir que los objetivos e incluso la violencia fueran los mismos que en el colonialismo moderno, pero es como si me dices que no fue una invasión lo que acometieron los españoles al descubrir América en el siglo XV. Es muy peligroso comparar diferentes períodos de la Historia y es bastante ridículo establecer quién fue primero. No me parece lo mismo apropiarse de un territorio y una cultura en el Medioevo que en el siglo XX. Como no es igual la forma en que los árabes echaron raíces en España y Portugal, a como los españoles o franceses actuaron en los lugares que colonizaron.

P. Se lo preguntaba porque su trilogía versa sobre la colonización y descolonización de Marruecos. Es muy curioso observar la relación laboral que establecen los marroquíes, y usted misma lo cuenta: nunca dicen “esto no sé hacerlo”, como aquel operario de su novela que muere en el intento imposible de encontrar agua en el desierto. ¿Qué es la humildad para ustedes?

R. ¡Eso sucede porque el operario está enamorado del patrón, nada que ver con la cultura! Mira, los africanos estamos hartos de que los blancos racistas vengan a decirnos eso no puedes hacerlo, no sabes. No creo en estas calificaciones culturales, un argelino es muy diferente a un marroquí y uno de Rabat puede ser completamente distinto de otro Marrakech, que puede parecerse mucho más a un español que a cualquier musulmán. Como ser humano y como novelista es algo que trato de evitar, meter a la gente en pequeñas cajas. Yo soy de tantos lugares.... porque he leído y aprendido de tantas culturas…

P. ¡Sin embargo es algo que sucede en su novela! Fijémonos en el patrón, el padre de Aicha, ¿no es el arquetipo de un marroquí?

R. Es paranoico, es su personalidad, probablemente por lo que ha vivido: tiene mucho miedo de que le roben. Así es su carácter.

P. Su carácter conformado por lo que ha vivido, ¿ergo por su cultura?

R. Nooo, no reduzcas todo a algo cultural. No es tanto la cultura lo que define a las personas como sus emociones: un chino puede parecerse más a un senegalés que a cualquiera de sus compatriotas. La paranoia es algo muy universal; el miedo, el enfado, la estupidez, la violencia y la mayoría de los rasgos de nuestra personalidad no son culturales.

P. El colonialismo que hoy sufrimos, formato economía global, ¿no es incluso más dañino?

R. Creo que de nuevo estás utilizando erróneamente la palabra colonización.

P. ¿No es colonialismo económico que la quiebra del Silicon Valley Bank afecte a un señor comerciante en Katmandú? Porque esto es lo que sucede hoy…

R. Eso no es colonización. Colonizar es entrar en un territorio ajeno y tratar de gobernarlo. Y sí, es verdad que el señor nepalí sufrirá las consecuencias de la quiebra del sistema americano, pero eso no es colonización. Además, la globalización no es un fenómeno tan nuevo como presupones; durante el Renacimiento, el comienzo de la Edad Moderna y por supuesto el período colonialista, el mundo se movía ya globalmente. Pongamos como ejemplo la venta de esclavos: los mercaderes iban a África, metían a la gente en barcos y los llevaban a una isla americana a producir azúcar o café o a extraer oro, bienes que serían disfrutados en Europa. ¿Eso no es globalización? Vivimos bajo el dominio globalizador desde hace muchos siglos, y sus consecuencias son nefastas o, en ocasiones, positivas, como el hallazgo de las vacunas del covid, algo que hace tiempo no hubiera sucedido. No todo es blanco y negro; como novelista me interesa la complejidad.

P. ¿Dejó Francia por los ataques racistas que recibía en sus redes, como he leído? ¿Es Portugal una suerte de exilio para usted?

R. No, para nada, no fue ese el motivo y no es un exilio. Uno se exilia cuando no tiene otra opción que dejar su país, pero yo paso mucho tiempo en Francia, la semana pasada sin ir más lejos. Nos mudamos porque quería que mis hijos (12 y 6 años) tuvieran un entorno como el que yo disfruté de niña: el mar, el buen tiempo, una ciudad pequeña donde poder encontrar fácilmente a tus amigos…

P. ¿Tiene alguna teoría sobre el creciente ultraderechismo y nacionalismo franceses?

R. Tal vez sea una normalización de estas actitudes extremas. No sé si hay más o menos racistas hoy, pero sí es verdad que ahora no tienen miedo de admitirlo y demostrarlo públicamente. Pero he de decir que en París yo no sentí el racismo.

P. Leila, vivir “el país de los otros” –primer título de la trilogía– ¿es algo así como sentirse un outsider todo el rato y en todo lugar? ¿Usted se siente así?

R. Sí, me parece un sentimiento humano muy común, es como mirarte desde fuera, y los escritores lo hacemos mucho: vivimos una situación y al mismo tiempo estamos pensando cómo la contaremos. Es vivir dentro y fuera a la vez. Y por supuesto que yo me siento una outsider, siempre, continuamente, en todos los sentidos del término, también en el de quien no se considera parte de nada.

P. ¿Eh ahí su condición en cierto modo nómada?

R. Puede ser. Cada vez me importa menos el lugar donde vivo. Tenemos un montón de amigos en Lisboa y a mi marido le encanta, pero a mí, me da exactamente igual: yo vivo encerrada en mi escritorio.

P. ¿Mi patria está en mis zapatos, que dijera el poeta?

R. Más exactamente, en mi ordenador. 

'Miradnos bailar'

Leila Slimani

Traducción de Malika Embarek López

Editorial Cabaret Voltaire

448 páginas

23,95 euros