ENTREVISTA

Gueorgui Gospodínov: "La literatura es un arma contra la propaganda"

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El escritor búlgaro Gueorgui Gospodínov, ganador del último premio Booker Internacional

El escritor búlgaro Gueorgui Gospodínov, ganador del último premio Booker Internacional / Dobrinka Stoilova

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

El centralismo del que, en España, tantas veces se acusa a Madrid, bastantes con razón, podría trasladarse, matizado, a la literatura europea, cuyo foco en muy pocas ocasiones se desvía de los países que forman el área occidental.

Para la crítica, para los medios y, tristemente, para los lectores, que son los que universalizan la obra de un autor, a su vida, la Europa del Este casi ni existe. Pero de esas latitudes continentales han salido, en las últimas décadas, escritores de un talento indiscutible, creadores de universos paralelos de difícil acceso para el común de los narradores.

Es el caso de Gueorgui Gospodínov (Yambol, Bulgaria, 1968), al que la muy exquisita editorial Fulgencio Pimentel lleva publicando, y por lo tanto cuidando, en nuestro país desde mucho antes de que le dieran el último premio Booker Internacional por su novela Las tempestálidas.

Sus libros son tan inclasificables y difíciles de etiquetar que sólo sirve decir, para describirlos, que Gospodínov nació para escribir, para hacer esa literatura que da sentido a las vidas que en ellos cuenta.

P. Nació en un año tan emblemático como 1968. ¿Qué piensa, como escritor, pero también como ciudadano, cuando echa la vista atrás y ve que, tantos años después, tenemos otra terrible guerra en Europa? Me refiero, claro, a la guerra en Ucrania.

R. Es una insensatez librar una guerra en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. No obstante, se ve que hemos caído en una especie de laguna de la memoria. La verdad es que hemos empezado a olvidar con demasiada facilidad, incluido la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial. Y cuando olvidas una guerra, estás condenado a empezarla de nuevo. Pensábamos que la memoria nos había sido dada de una vez por todas. Pero en realidad, la memoria supone un esfuerzo diario.

P. ¿Y qué nos ayudará a salir de esta crisis?

R. Ojalá lo supiera. En todo caso, la literatura y nuestras historias serán muy importantes. Porque ahora mismo, detrás de la guerra real hay otra guerra: la de las palabras y la propaganda. Nos tocará aprender cómo librar también esa guerra. La literatura y la humanidad de las historias que nos contamos, las que invocan y provocan verdadera empatía, son un arma natural contra la propaganda.

P. Después de haber ganado el premio Booker Internacional, uno de los más importantes de la literatura, ¿cómo valora su obra, su carrera? ¿Está orgulloso? ¿Está en el lugar que quería estar cuando comenzó a escribir?

R Cuando empecé a escribir, no pensaba en el Booker. Si el escritor piensa en premios mientras escribe, sólo conseguirá distraerse. Escribir exige una enorme concentración del corazón y de la mente, es trabajo duro, físico y psíquico. Sólo piensas en cómo sobrevivir mientras lo haces lo mejor que puedes. Ahora ya sé lo que es el Booker. Es algo grande. Basta con conocer los nombres de quienes fueron nominados en el pasado para darse cuenta de eso. Nombres como Milan Kundera y García Márquez. O los de Margaret Atwood, Olga Tokarczuk, Julian Barnes… He aprendido mi oficio de esa gente. Que tu nombre esté ahí junto al suyo, eso ya es bastante recompensa. Fue una verdadera emoción recibirlo, pura alegría. Y, por supuesto, es una ocasión para que más gente lea lo que has escrito. 

"La literatura y la humanidad de las historias que nos contamos, las que invocan y provocan verdadera empatía, son un arma natural contra la propaganda"

P. En Las tempestálidas aborda una de las cuestiones políticas más cruciales del momento presente: nuestra relación con el pasado. La predicción de Gaustín, el protagonista, de que "algún tipo de demencia global se acerca" es bastante precisa: "Estaba comenzando una nueva vida, la vida como recreación", llega a decir. ¿Cree que el auge de la extrema derecha y del nacionalismo en Europa y del populismo en todo el mundo son errores que se podrían haber evitado?

R. Llamarlos "errores" es decir poco. En la novela intento pensar precisamente en esa vida recreada. Entender de qué manera la extinción de la memoria, nuestro Alzheimer colectivo, se convierte en caldo de cultivo para el nacionalismo y el populismo. Europa debería tener defensas suficientes, uno diría que está inmunizada gracias a la cultura. Pero no es así, en realidad sucumbe como cualquier otro a la epidemia del pasado. 

P. ¿Qué cosas hemos descuidado, como sociedad, en las últimas tres o cuatro décadas?

R. Mi respuesta breve incluye tres cosas: cultura, empatía y educación. 

P. En toda su obra, su planteamiento narrativo es lúdico y entretenido y, al mismo tiempo, serio y reflexivo. Como la mejor sátira, es a la vez ridículo y reconocible al instante. ¿Qué opina, precisamente, de la sátira, del humor, como herramienta literaria?

R. Cuando uno siente brotar el kitsch del nacionalismo a su alrededor, no tiene otro modo de protegerse que empuñar inmediatamente el escudo de la ironía y la sátira. Vengo de un país con el que la historia no ha sido benévola, y sé que sin ironía (y autoironía) ni mis antepasados ni yo habríamos sobrevivido. 

P. Más allá de sus novelas, de sus poemas, de sus cuentos, de sus obras de teatro, lo cierto es que inspira coraje y fuerza en sus lectores, y tiene una posición cívica que claramente defiende. ¿Cree que, como escritor, tiene una responsabilidad social?

R. Creo que uno de los mejores rasgos de la literatura europea es que no teme ponerse del lado de los agraviados, de los perseguidos y los atacados, de los humillados y los ofendidos, de los que pierden la partida. No puedes ser buen escritor si no eres hipersensible, si no eres una herida abierta que se mueve por el mundo. Tenía veintiún años cuando cayó el Muro y no había forma de permanecer indiferente ante todo lo que me estaba ocurriendo a mí y a la gente que me rodeaba.

P. Me gustan mucho los títulos de sus libros, especialmente Física de la tristeza. La física trata de cosas concretas, precisas, de las cosas que nos rodean y podemos tocar. Y, en ese sentido, tengo la sensación de que, con su literatura, lo que busca es confrontar las ciencias exactas con lo que está dentro de nosotros. No tenemos ciencias exactas sobre la soledad, sobre la alegría, sobre la nostalgia o el amor, pero tenemos su literatura. ¿Es ese el propósito de su escritura?

R. Muchas gracias, sí, es lo que dice el protagonista de Física de la tristeza: cómo es posible que no exista una física de las cosas más importantes de las que estamos hechos: la tristeza, la incertidumbre, los miedos, etc. De hecho, cada una de mis tres novelas entra en el campo de una ciencia. Novela natural tiene que ver con la Historia Natural, y Las tempestálidas, con la medicina y las ciencias de la memoria y el olvido. Me parece que la literatura es anterior a las ciencias y una parte consustancial de ellas. Para mí resulta perfectamente lógico que vayan de la mano. Porque en su centro encontramos la misma intersección: el hombre y su naturaleza. 

"La extinción de la memoria, nuestro Alzheimer colectivo, se convierte en caldo de cultivo para el nacionalismo y el populismo"

P. Su literatura analiza las crisis visibles e invisibles de los tiempos en que vivimos. ¿Cree que es posible cambiar la realidad a través de la escritura, del arte?

R. Sí, por ingenuo que parezca, sigo creyendo que nuestras palabras y nuestras historias transforman el mundo. Igual que sigo creyendo que el bien siempre gana al final, como nos enseñaban los viejos libros y las películas.

P. ¿Y cree que un escritor puede traducir sentimientos como la tristeza, es eso posible? Se lo pregunto porque en 2010, The Economist publicó un artículo en el que definía a Bulgaria, su país natal, como "el lugar más triste del mundo". Seguro que lo recuerda.

R. El escritor puede al menos intentar, incluso es su deber intentarlo, traducir y narrar la tristeza. Porque narrar la tristeza es la única forma de hacerla dócil y soportable. La tristeza acumulada y no contada se convierte en una sustancia explosiva. 

P. En algún momento se ha referido a "la ausencia de acontecimientos" en la historia reciente de Bulgaria, donde la era comunista transcurrió sin las protestas masivas que sacudieron otras partes del bloque del Este. Incluso ha llegado a decir que en 1989 la caída del régimen fue "demasiado fácil": cuando el jefe de Estado comunista fue obligado a dejar el cargo, "la televisión nos dijo que ya éramos libres". ¿Qué tipo de relación afectiva tiene con su país?

R. La respuesta a estas preguntas es toda una novela. Y, por suerte, he intentado reflexionar sobre ellas en mis últimos libros. No tengo una respuesta breve. Amo el lugar de donde vengo, mi país, a veces me desespero, pero sigo pensando que tengo derecho a decirle cuándo se equivoca, según había escrito alguien.

P. ¿Y qué horizonte vaticina para su país? ¿Y para Europa?

R. Ahora mismo no es sólo Bulgaria, toda Europa y el mundo tienen un problema de horizontes. Vivimos un agudo déficit de futuro y de sentido. Es algo mucho más grave que el déficit de combustibles fósiles, por ejemplo.

P. Por cierto, ¿qué opina de los clichés que todavía existen sobre el temperamento de Europa del Este?

R. Los clichés están para eso, para darles la vuelta, para mirarlos muy de cerca, para ponerlos entre la espada y la pared. 

"No puedes ser buen escritor si no eres hipersensible, si no eres una herida abierta que se mueve por el mundo"

P. Novela natural describe la década de los años 90 y Física de la tristeza todo el siglo XX. ¿Cómo describiría la última década que hemos vivido? ¿Y qué espera de la próxima?

R. Algo se trastocó y saltó en el mecanismo del tiempo, del tiempo común y humano. Por eso me senté a escribir Las tempestálidas. Esto se sintió con especial fuerza en 2016 y allí en algún momento comenzó la última década. No sé cuándo terminará. Lo describiría como un atolladero en el tiempo, un déficit de futuro y una huida hacia los refugios antiaéreos del pasado.

P. Este es un párrafo extraído de Novela natural: "¿Cómo puede ser siquiera posible una novela en estos tiempos en los que ya no tenemos sentido de lo trágico? ¿Cómo puede ser posible incluso la idea de una novela cuando lo sublime ha desaparecido y lo único que tenemos es la vida cotidiana?". Me gustaría que respondiera a esas dos preguntas.

R. No puedo. Pero las preguntas para las que no tenemos respuesta se convierten en novelas. 

P. ¿Qué parte de la vida cotidiana ocupa la literatura? ¿Y de la suya?

R. Lo esquizofrénico es que en mi interior fluye la literatura, mientras que en el exterior debo lidiar con una vida para la cual la literatura no te aporta habilidades prácticas. Intento reconciliarme con el mundo, ir convirtiéndolo de manera imperceptible en literatura, para poder soportar este mundo y a mí mismo en él. 

P. ¿Cree que la literatura es ahora tan importante como lo era antes?

R.  Incluso más importante, pero aún no lo sabemos.

"Vivimos un agudo déficit de futuro y de sentido. Es algo mucho más grave que el déficit de combustibles fósiles, por ejemplo"

P. En Física de la tristeza menciona a Scherezade y habla de El laberinto del Minotauro, dos mitos en los que se basa su novela. Para Scherezade, la literatura, los cuentos, dan sentido y nos salvan, nos dan un día más de vida. ¿Augura un buen futuro para la literatura?

R. La literatura posee superpoderes de enorme sencillez. Le mencionaré sólo uno de ellos: crea gusto y resistencia, algo que en estos momentos es terriblemente importante contra el mal gusto y el kitsch del nacional-populismo.

P. Los lectores actuales están fascinados por las novelas que coquetean con la autobiografía y desafían las distinciones entre realidad y ficción. ¿Qué piensa de ese tipo de literatura, cuál es su relación con ella?

R. No es literatura, es nuestra vida. Me parece que inventé а mi personaje Gaustín justo con la idea secreta de que él me inventara a mí. Le hice una buena jugada. 

P. Para terminar, me pregunto qué da sentido a la vida de un escritor en pleno siglo XXI...

R. No sólo para el escritor, sino para cualquier persona, el sentido es sólo uno: salvar el mundo y el cuarto de los niños durante al menos una generación más. Y que los refugios no se conviertan en refugios antiaéreos. ¿Acaso es poco?

'Las tempestálidas'

Gueorgui Gospodínov

Traducción de César Sánchez y María Vútova

Fulgencio Pimentel

408 páginas

25 euros