ENTREVISTA

Ángela Segovia: "Se puede ser cristiana, feminista y superlibertaria"

Edurne Portela: "Para mí, escribir es un compromiso político"

Sigrid Kraus y Valeria Ciompi, editoras: "Lo peor en el mundo editorial es engañar"

La escritora, dueña de un poderoso imaginario narrativo, rompe definitivamente las fronteras entre poesía y prosa en su último libro, 'Jara morta', una hermosa y vital reflexión sobre la muerte

La escritora Ángela Segovia, fotografiada en Madrid

La escritora Ángela Segovia, fotografiada en Madrid / Alba Vigaray

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Ángela Segovia (Las Navas del Marqués, 1987) tiene esa mirada especial, no inocente, pero sí curiosa, resplandeciente, que sólo pueden conservar quienes saben que la infancia no es una etapa más de la vida, es una forma de ser. Algo que también se advierte en su voz, suave y mesurada, aunque segura, firme.

Es siempre ella misma. Cuando juega con su hijo. Cuando lee. Cuando pasea por el bosque. Cuando toma café solo descafeinado. Cuando se recoge el pelo en un moño improvisado o se lo atusa. Y, claro, cuando escribe.

Su compromiso con la narración nace de su fe en ella, y viceversa. La escritura es un lugar que habita y al que, en cada nuevo libro, publicado siempre con la editorial La Uña Rota, invita al lector.

Se inició en la poesía, porque en algún género debía hacerlo, ya que así de limitador quieren que sea el mundo literario. Pero pronto rompió las costuras de la lírica, la hizo suya, le dio la vuelta y la llenó de voces propias que antes había escuchado en otras bocas, recitado y hasta rezado: Santa Teresa, Dante, San Juan de la Cruz, Roberto Bolaño, Emily Dickinson, David Lynch...

Los ecos de todos ellos, diferentes e inspiradores, referenciales, resuenan en su obra, ya sea esta etiquetada como poesía, novela... Palabra dada, escrita. También en su último libro, que acaba de llegar a las librerías, Jara morta, un precioso viaje al corazón mismo de la naturaleza que es, además, una vital reflexión sobre la muerte.

P. La pregunta de si poesía o prosa en su caso no tiene mucho sentido, ¿no?

R. Yo creo que no [ríe]. Es una pregunta que sigue abierta.

P. En la biografía de sus libros sólo aparece la frase "todavía escribe". ¿Qué supone para usted escribir?

R. Esa biografía la empecé a poner con Mi paese salvaje (2021). Antes, las biografías las escribía Carlos [el editor de La Uña Rota]. Incluso utilizaba materiales de cartas que nos habíamos mandado, eran muy extensas. De pronto, me sentía muy avergonzada por eso y hubo un momento en que me empezó a molestar el nombre de escritora, el cartel.

P. ¿Por qué?

R. Porque llevaba un par de años un poco retirada. Me fui de Madrid, me fui al campo a vivir. Tenía intención de pasar unos años escribiendo bastante, sin distracciones. Fue justo antes de ser madre, que esto también actúa de catalizador. Al marcharme sentía un poco de cansancio de lo que es el contexto social de ser escritor, necesitaba reencontrarme en el oficio con la mayor desnudez y una sensación más salvaje de estar a la intemperie en la escritura.

P. ¿Y lo consiguió?

R. Me impuse una entrega tan salvaje y extrema a la escritura que se convirtió en presión u obligación.

P. ¿En un peso?

R. Sí, sobre todo el año del embarazo. Había apostado todo por irme a escribir y, de repente, fue el cambio brutal en el que sólo había bebé. Imaginaba que la escritura iba a desaparecer, lo veía como una fecha de posible muerte de la escritora.

"Sigo confiando en la inspiración, me despiertan las palabras, como siempre me ha pasado"

P. ¿Y fue así?

R. No, para nada. En cierto modo sí, sí hubo un cambio tremendo.

P. ¿Tal vez murió una escritora y nació otra?

R. No. Lo que pasó fue que me di cuenta de que no hace falta entregarle todo el tiempo a la escritura, pero sí confiar en que está y que, cuando tiene que parecer, aparece. Ahora, mi relación con la escritura es mucho más orgánica. El "todavía escribe" es un poco por eso, quería borrarme esta idea de tener que escribir todo el tiempo para poder sentirme libre. En esos dos años, me di cuenta de que mi oficio de escritora no es el de escribir con rutina. Yo sigo confiando en la inspiración, me despiertan las palabras, como siempre me ha pasado. Mi relación con la escritura es ser sorprendida por ella, y esperarla y recibirla en la medida de lo posible.

P. ¿Y le sigue pesando el cartel de escritora?

R. Ahora me afecta menos. Antes quizás era algo deseado que se convirtió en un peso. Y ahora, como dejó de ser deseado, ya no es un peso, ya no me molesta. Yo sé que si la escritura sigue llegando, sigo escribiendo. Si un día la escritura deja de llegar, pues no podré hacer nada.

P. La inspiración tiene mucho que ver con la mística, que también está muy presente en su obra.

R. Cuando empecé a escribir tenía muy clara esa relación con la inspiración de una forma muy intuitiva, muy poco reflexiva y muy ligera, muy liviana. Eso es maravilloso. Los chavales que empiezan a escribir poesía… es muy liberador el ejercicio de escribir poesía.

"Hubo un momento en que me empezó a molestar el nombre de 'escritora', el cartel"

P. Usted tiene el premio Nacional de Poesía Joven.

R. Sí [ríe]. Yo recuerdo los primeros poemas que escribí, entre los 15 y los 20 años, cuando todavía no se asomaba ningún apellido de escritora, no había ningún libro publicado, y era la sensación de ser tomada por la palabra, sin importarme saber por qué, y tener la confianza de que eso iba a pasar siempre. Como los niños, que simplemente viven lo que les pasa. Todavía no te estás planteando las cosas bajo sombras de duda. La idea de escritura mística tiene mucho que ver con ese espíritu libertario, la mística española está plagada de eso. Para mí, la mística no es algo muy serio.

P. ¿No es algo sagrado?

R. Bueno, en cierto modo sí, no le quitaría ese matiz de lo sagrado. También hay un punto de la parte más religiosa que no se trata de reivindicarlo, pero sí lo siento en mí.

P. Porque, ¿usted es creyente?

R. (Ríe) De alguna manera, sí. Si lee mi poesía, es imposible negar que hay una fe. Lo que pasa es que son mundos que se componen, se disgregan y se vuelven a juntar, y el universo de la fe está en medio. No hay una filiación a una religión como tal, aunque el imaginario cristiano me acompaña siempre, no quiero negar ese imaginario.

P. Pero, ¿por qué negarlo?

R. No, bueno, qué sé yo…

P. Si fuera una escritora que se dejara llevar por la corriente literaria, entiendo que estuviera dispuesta a negarlo. Pero usted no es así.

R. No, intento ser lo más honesta posible. Pero cuando se reivindica a escritoras cristianas o místicas, de Santa Teresa a Simone Weil, a veces se nos olvida que eran cristianas. Se reivindican un montón de cosas, su pensamiento, el aspecto feminista, y se nos olvida que eran cristianas y que rezaban cada día.

P. Una cosa no quita la otra: se puede ser cristiana y feminista.

R. Exacto, y superlibertaria. Teresa era una mujer superaventurera, superlibertaria.

"Muchas veces he imaginado escribir novelas de otra manera, intentar hacer lo que se supone que se tiene que hacer para vivir de esto"

P. ¿Y por qué ha desaparecido esa tradición mística de la poesía española más moderna, más reciente?

R. En general, la estética se vuelve rígida muy pronto. Además, pensemos que detrás hay una Iglesia, el componente romano, imperial, y estamos hablando también de la Historia de España y del franquismo… Son términos que están muy mezclados. Hablando en términos estrictamente poéticos o literarios, a veces se ha tendido a envolver esa religiosidad o esa mística en una pátina muy seria, muy solemne y también muy masculina a veces. Y por eso se abandona, porque se vuelve seca. Pero, si vas a la poesía mística original, ves que está cargada de imaginación, de lirismo, es muy sensual y extremadamente libre en el uso del castellano.

P. La escritura para usted también es una creencia, ¿no?

R. Sí, sin duda.

P. ¿Y se puede vivir de la escritura creyendo en ella de esa forma?

R. No sé qué decirle. Siempre siento que estoy como en una cuenta atrás.

P. ¿En qué sentido?

R. Pienso: el año que viene ya no voy a poder. Al final, llevo unos años enlazando una beca allí, un premio allá, un taller, lo que sea, y se me va dando, unos años con más precariedad y otros con más soltura, pero se me va dando, quizás también porque cuando deseas tanto algo te conformas con poco. Muchas veces he imaginado escribir novelas de otra manera, decir: voy a intentar hacer lo que se supone que se tiene que hacer para vivir de esto, ¿no?

P. ¿Y qué se tiene que hacer?

R. No tengo ni idea, no lo sé, pero me he preguntado mucho esto. No lo sé, no lo sé.

P. ¿Se siente una rara avis en el mundo literario?

R. No, no me siento rara. Creo que todos somos raros. Acepté que escribo lo que me viene.

P. ¿Qué piensa si le digo que al leerla pienso en Emily Dickinson?

R. Me encanta.

P. ¿Pero se siente cómoda con esa comparación?

R. Me siento halagada, más que cómoda.

P. ¿Hay ecos de ella en su obra?

R. Sí, yo creo que quizás no en toda mi obra, pero sí.

"Nuestra sociedad es supermoral, hay una moral muy estricta que genera represión social"

P. ¿Y qué otras voces ha escuchado que luego se han reflejado en su escritura?

R. Igual que me encanta Dante pondría en el otro extremo a David Lynch, por poner dos ejemplos que son dos autores que construyen mundos alucinantes y también morales; en ambos está el sentido de lo moral, que me interesa mucho, está la idea del bien y del mal, la pesadilla, la inocencia… Yo necesito poder incorporar otros materiales. Yo no soy una escritora medieval, soy una escritora del 2023. O, por ejemplo, Bolaño es un escritor que siempre me acompaña muchísimo, y tentadoramente, es de esos escritores que los lees y quieres escribir igual.

P. ¿Y cómo se escribe de moralidad, teniéndola presente, en una sociedad como la nuestra?

R. Es una palabra difícil, igual que antes hablábamos de religión y creo que tampoco es fácil hablar de eso ahora. Hay que aligerar esos conceptos, meterles aire, porque, si no, parece que es demasiado serio hablar de moral cuando, en realidad, nuestra sociedad es supermoral. 

Ángela Segovia, poco antes de la entrevista con 'Abril' en Madrid

Ángela Segovia, poco antes de la entrevista con 'Abril' en Madrid / Alba Vigaray

P. ¿Usted cree?

R. Yo creo que sí, en muchos sentidos. Hay un elemento muy conservador en nuestro mundo. Por un lado, nos exponemos todo el tiempo; por otro lado, se critica, cuestiona y juzga, a veces de forma cruel, constantemente esa exposición. Esto afecta a todos los espectros de nuestra vida, no sólo en el plano virtual. Tengo la sensación de que todo está muy compartimentado, para cada grupo de población, y si te sales de lo que se debe pensar o decir en tu compartimento, vas a ser llamado al orden. En realidad, es una moral muy estricta. No sé puede negar esa palabra, porque entonces en realidad estás ocultando un mecanismo que está generando represión social.

P .¿Considera que ahora hay una represión social?

R. Yo creo que sí, yo creo que somos muy poco libres, porque estamos muy vigilados. Estamos permanentemente vigilados por nosotros mismos, que es el colmo de la vigilancia: lo que debería estar haciendo, cómo debería estar vistiendo, qué debería comer, qué debería leer, cómo debería escribir... Es una autovigilancia todo el rato. Y, luego, la vigilancia colectiva de unos a otros. Es evidente que eso te afecta a la hora del sentir, que para mí es lo más importante. No poderte sentir libre me parece terrible.

P. ¿Usted se siente libre?

R. Desde luego en la escritura sí. Por eso para mí es tan importante la escritura. El componente de moralidad en mi escritura tiene que ver con un pensamiento sobre el mal, sobre la violencia, sobre la inocencia, en términos poéticos que nos permitan también ser libres para reflexionar sobre esto.

"La muerte es esencialmente vida y, además, está pasando todo el rato"

P. De hecho, en su obra los límites entre ficción y realidad están muy diluidos, ambas se dan la mano.

R. La lírica siempre tiene un componente de ficción, siempre hay un desvío, y esto me parece muy interesante. Cuando escribimos poesía, el yo lírico, que muchas veces es confesional, parece que se puede malinterpretar e identificar demasiado con el yo biográfico, y muchas veces se hace y hay veces que con razón. Pero la poesía siempre tiene un componente elíptico, nunca explica demasiado, y por esa elipsis el yo ya es un desvío absoluto de ese yo biográfico. Mi apuesta, cuando he escrito en formatos que aparentemente son más narrativos, ha sido mantener esa idea del yo lírico, que sea un yo que está conectado con lo vivo de mí, pero no con mi vida. La idea sería que en mi narrativa no tenga que haber un hecho biográfico para que se sienta una verdad.

P. La protagonista de Jara morta a veces está "callada" en su interior. ¿Se puede escribir así, cuando hay ese silencio interior?

R. Sí, yo es que creo que la escritura pasa a través de ese silencio. Yo no siento que la escritura venga de mí.

P. ¿De dónde viene?

R. Ah, no lo sé, eso es parte del misterio, por eso soy creyente.

P. ¿Y se escribe sobre la muerte igual que se escribe sobre la vida?

R. No sabemos lo que hay después de la muerte. Entonces, lo que podemos escribir es la parte viva de la muerte, y ni siquiera. Solamente podemos acercarnos a momentos en los que intuimos esa cercanía de la muerte, ya sea por eventos físicos, como una enfermedad, un parto, la muerte de una persona cercana, o por eventos del paisaje. Pero nunca, hasta que no lo vivamos, va a ser realmente un hecho de muerte. La muerte es esencialmente vida y, además, está pasando todo el rato.

'Jara morta'

Ángela Segovia

La Uña Rota

116 páginas

15 euros