REPETICIÓN ELECTORAL

"Entrar al Ayuntamiento es un marrón": Por qué 30 pueblos de Navarra repiten elecciones este domingo

30 de los 36 pueblos que deben celebrar el 26 de noviembre elecciones tras no presentarse candidatos en mayo son navarros, seis en el valle del Roncal, en Pirineos

La despoblación, el envejecimiento, “la comodidad” y los probables enfrentamientos con los vecinos, detrás de la falta de candidatos

ÁLBUM: Vea imágenes del valle del Roncal, en la frontera con Francia

La alcaldesa de Uztárroz (izq), Jone Alustey, y la teniente de alcalde (D), María José, posan para una foto en un mirador del pueblo, situado en el Valle del Roncal.

La alcaldesa de Uztárroz (izq), Jone Alustey, y la teniente de alcalde (D), María José, posan para una foto en un mirador del pueblo, situado en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

Urzainqui tiene 85 vecinos, un precioso frontón revestido de piedra, la única gasolinera del Valle del Roncal, una iglesia protogótica "del año del triqui" como dicen aquí y un río Esca que cuando baja bravo, como hace unos días, hace rodar cantos de cien kilos, lo menos. Pero lo que no tiene Urzainqui es alcalde. Al menos uno de esos que duren cuatro años. El pasado 28-M, mientras más 8.100 municipios de toda España votaban quién gobernaba el Ayuntamiento, en Urzainqui no se celebraron elecciones municipales. Nadie presentó candidatura. Tampoco en Garde, ni en Uztárroz, ni en Isaba, ni en Vidángoz, ni en Burgui. Roncal fue el único pueblo de los siete de todo este precioso valle pirenaico, donde hay censados 1.278 vecinos, según el INE, que sí se conformó el Ayuntamiento. Ahora hay una nueva oportunidad: el 26 de noviembre.

Roncal es en sí mismo un paradigma: lo que ocurre aquí puede extenderse a toda Navarra. De los 44 municipios de España que deben repetir elecciones porque no hubo candidatura en la convocatoria de mayo 38 son de Navarra [en ocho no se celebrarán finalmente porque sigue sin haber candidatos]. “A mí me chocó mucho el dato, sí, Navarra ha dado un poco el cante [...] igual es la forma de ser, igual es que somos más responsables”, asegura Carlos Anaut, alcalde en funciones de Isaba, el municipio más poblado (410 habitantes) y más importante del valle. Carlos, carpintero de profesión, de espaldas anchas y porte ágil, tiene 70 años, está jubilado y ha vuelto a aceptar encabezar una lista: “Yo no quería. La gente joven tiene que tirar del carro, pero de primero no quería ir nadie. No ha quedado más remedio”. “Es difícil encontrar a gente. Entrar al Ayuntamiento es una responsabilidad grande, hace falta tiempo”, razona Félix Galetx, alcalde en funciones del vecino Urzainqui, que trabaja en su propia serrería y esta vez no va a repetir.

Vista del puente de piedra del pueblo navarro de Burgui, en el Valle del Roncal.

Vista del puente de piedra del pueblo navarro de Burgui, en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

¿Qué es lo que pasa en Navarra para haber llegado a esta situación? ¿Y en el Roncal? ¿Por qué (casi) nadie quiere ser concejal? No hay una explicación predominante. Parece más una suma de razones lo que ha provocado que a finales de noviembre haya fiesta de la democracia -in extremis se han montado candidaturas en todos los pueblos- en este valle pegado a Francia tan bonito -dicen- como el de Irati, aunque este último lleve la fama [VEA IMÁGENES]. Lo cierto es que cuando uno emprende la bajada del Puerto de las Coronas y se perfilan los Pirineos al fondo y los mantos de pinares en las brutales montañas que abrazan el Roncal, uno cree haber llegado a un sitio indómito. Las hayas y castaños empiezan a amarillear y a anaranjarse en un espectáculo único. Ya en el valle, por las paredes que escoltan la carretera que serpentea al lado del río, caen en algunos tramos torrentes de agua. De vez en cuando urracas cruzan la carretera buscando alimento desde el verde flourescente de la hierba.

Política

“Para mí Burgui es el pueblo más bonito”, concluye tajante una vecina que lleva tiempo viviendo en el primer municipio del valle, pero que no opina sobre política porque “si no eres de aquí de siempre no se te tiene muy en cuenta”. Lamenta que Elena Calvo, la que era alcaldesa, no repitiera. “Ha hecho muchas cosas por el pueblo”. Como en el resto del valle, Calvo pertenecía a una agrupación independiente, municipalista. En el Roncal no hay partidos políticos. Se suelen presentar candidaturas únicas que tienen nombres de las montañas del valle: Garbisa, Urrutea, Seisa... “Tener listas únicas te permite trabajar más desahogados, sin tener que estar discutiendo con la oposición”, razonan en varios consistorios. 

Es la primera hora de la tarde, el frío empieza a calar los huesos y cuesta encontrar a alguien paseando por Burgui. La postal de la localidad, con 203 vecinos censados, es de cuento. Calles estrechas separan los caseríos blancos con esa arquitectura navarra propia con las piedras vistas en las ventanas. Las pilas de leña se reparten aquí y allá, ordenadas en un tetris perfecto. “Si es que aquí entrar [al Ayuntamiento] para reñir no merece la pena, aunque si les pagaran 3.000 euros al mes seguro que alguien habría salido”, cuentan Miguel y Antonio, jubilados, que echan el rato en un parque desde el que se divisa el minipolígono industrial que alberga una quesería y la fábrica de cerveza artesanal. En la mayoría de Consistorios no se cobra por la labor, o se percibe algo simbólico. 

Julio, un vecino que en su tiempo libre se dedica al tallado de jardineras de madera de haya, trabaja a orillas del Eska en el Valle del Roncal.

Julio, un vecino que en su tiempo libre se dedica al tallado de jardineras de madera de haya, trabaja a orillas del Eska en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

Los jubilados aseguran que cada vez son menos gente en el pueblo, uno de los motivos que facilita la falta de candidatos. “Todo el año yo creo que quedaremos unos 140, no más”, explican estos ex trabajadores del sector maderero, junto a la ganadería la gran industria histórica de la zona, cuando se ganaba dinero y la madera se bajaba en embarcaciones por el río. “Antes el que talaba un pinar podía comprarse un piso en Pamplona”, revela el alcalde de Isaba. Había una canción de antiguo que se cantaba a las mozas que rezaba algo así: “Porque no tengo pinos ya no me quieres”. Ahora muchas empresas de fuera de Navarra son las que se hacen con las subastas de los lotes. La ganadería y la madera van a la baja.    

"Marronazo"

Fernando, unos 50 años, está arreglando una puerta en su casa del centro de Burgui. Trabaja a diario en Pamplona y eso de presentarse a alcalde lo ve un “marronazo”. Tan marronazo es que de las 33 concejalías del valle se quedaron vacantes 28 en mayo. Tres de ellas en Urzainqui. El 28-M pusieron una urna de cartón en el lugar de votaciones para “hacer un proceso participativo”, cuenta el alcalde en funciones. Del anterior equipo, “por diferentes razones”, no repetía nadie, pero el pueblo no se podía quedar parado. Sin ayuntamiento no hay presupuestos, se dificulta la petición de subvenciones y no se pueden tomar decisiones importantes. Como quien elige el delegado de clase, cada vecino seleccionó a tres de sus vecinos para invitarles a presentarse en la segunda convocatoria y ocupar los puestos de alcalde y dos ediles que le corresponden por población.

Vista del pueblo navarro Uztárroz, en el Valle del Roncal.

Vista del pueblo navarro Uztárroz, en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

Al final se produjo una “situación surrealista”. Los tres elegidos fueron a presentar lista y se encontraron con que otro vecino había presentado la suya. Él solo. Así que decidieron no presentarla. Conclusión: al haber solo una persona en lista no se podrá conformar ayuntamiento y seguramente deba entrar una gestora. “Es una putada grandísima”. Para más inri, hay quien anda cabreado con los tres vecinos que se echaron atrás. Otros, con el que emprendió el ataque en solitario. Un sindios, vamos.

Como en otros municipios del valle, en Urzainqui se ha emprendido un proyecto para, con ayuda del Gobierno de Navarra, poner viviendas en desuso o semiabandonadas en alquiler. Hay una falta enorme de casas para habitar en todo el valle ya que las que hay, debido a la presión del turismo, son caras. “Hemos cambiado de secretario siete veces”, lamenta Félix Galetx sobre uno de los males que azota a toda la comarca. Admite además que “en pueblos pequeños de estos es complicado también mantener la paz social: en un momento dado tienes a la mitad del pueblo contra la otra mitad”. El razonamiento es compartido entre varios cargos y vecinos del valle. “Presentarte es mucho esfuerzo para acabar riñendo”, suelta un parroquiano en la gasolinera del pueblo, donde al preguntar por el asunto algunos tuercen el gesto y se hacen los locos. El tema electoral incómoda.

Reconocimiento

“Es bonito hacer cosas por tu pueblo, pero en este puesto el reconocimiento no suele ser mucho”, admite Félix. Las enemistades se puede generar en un suspiro. “Quien tiene negocios, por ejemplo, no quiere que tomes decisiones en contra de ellos”, cuenta Irma, cartera a la que encontramos subiendo las empinadas cuestas de Uztárroz (147 habitantes). Irma es concejala en funciones en Ezkároz, en el valle de al lado, el de Salazar, donde también se vuelven a repetir las elecciones. Cuenta que es muy fácil que se generen conflictos en la localidad a cuenta de los trasuntos municipales. Gente que deja de hablarse. Que deja de ir a determinados bares por no encontrarse con no sé quién. “En estos pueblos, todos acaban siendo familia, y es complicado...”. “El problema es que cada vez hay menos gente y los que hay no se quieren comprometer. Lo que más te puede pasar si te presentas es acabar riñendo. Ya se sabe. Pueblo pequeño, infierno grande”, valora Antonio, vecino del Roncal.

Irma, cartera y concejal en funciones de Erkaroz, posa en en una de las calles de Urtarroz, situado en el Valle del Roncal.

Irma, cartera y concejal en funciones de Erkaroz, posa en en una de las calles de Urtarroz, situado en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

El esfuerzo que hacen los cargos electos no le es ajeno al resto de los vecinos, aun así. Julio está en un idílico merendero al lado del río, entre Urzainqui e Isaba, tallando una jardinera enorme a partir de un nogal con una sierra mecánica y un hacha. “Meterte a concejal es una preocupación, yo soy jubilado y asumo mi responsabilidad por no hacerlo, ¡eh!, pero...”, explica Julio, que achaca la falta de candidatos a la bajada de población. “Aquí el fin de semana parece que es el puente del Pilar, pero luego el lunes no queda nadie. Es lo que nos ha tocado vivir”, razona el vecino de Isaba.

Oscurece sobre el Roncal y unas luces anaranjadas iluminan la bella Isaba, de suelos empedrados. A pocos kilómetros de la frontera con Francia, es la localidad rica de la comarca, capital del turismo, el gran motor económico. De aquí se parte hacia la pista de esquí de fondo de Belagua, aunque la temporada alta es el verano. Hay más de 15 establecimientos hoteleros o alojamientos rurales y cinco bares que generan mucho empleo, camping municipal, piscina cubierta -en invierno cerrada- y hasta un cine, el "orgullo" del pueblo. “Yo estoy muy contento aquí, estoy mirando para comprar un piso”, dice Leonardo, un camarero argentino que vino con la familia y trabaja en el hotel Lola, donde hoy lunes no hay una habitación libre y tiene el comedor lleno para cenar.   

Vista del cambio de estación desde las carreteras del Valle del Roncal.

Vista del cambio de estación desde las carreteras del Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

De bares hoy sólo abre la pastelería Marruzuri, de bote en bote a última hora. Carlos, el alcalde, viste ropa y zapatillas de montaña. Razona la falta de candidatos en que la gente cada vez “vive más acomodada, cuando hay tiempo para todo”. Cuenta que a última hora se presentó, igual que en otros 12 pueblos de Navarra, la candidatura de Escaños Vacíos, un movimiento que concurre asegurando que no cogerá el escaño en protesta por la ley electoral. “No nos afectaría. Nos quitaría alguno de los siete, pero puedes trabajar estés en el Ayuntamiento o no”.  

En muchos consistorios del valle se quejan de que no es solo dirigir el Ayuntamiento, sino acudir a las reuniones de la Junta del Valle, a las que van entre uno y tres concejales por pueblo y donde se gestionan los montes y pastos comunales y algunos servicios, además de tener representación en mancomunidades, como la de agua o recogida de residuos. “Es que la gente repite una legislatura y otra y se acaba cansando, cada vez somos menos población y más puestos. Un ayuntamiento único para el valle sería lo más práctico”, razona Amparo Viñuales, la alcaldesa del Roncal, cercana a Bildu -el valle es mayoritariamente de izquierdas- y que ha repetido para buscar la continuidad del proyecto.

La alcaldesa de Uztárroz (izq), Jone Alustey, y la teniente de alcalde (D), María José, posan para una foto en un mirador del pueblo, situado en el Valle del Roncal.

La alcaldesa de Uztárroz (izq), Jone Alustey, y la teniente de alcalde (D), María Luisa Bernat, posan para una foto en un mirador del pueblo, situado en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

En Isaba no lo tienen claro. ”Un secretario para todo el valle puede valer, pero un ayuntamiento para siete pueblos lo veo conflictivo, ya bastante complicado es en tu propio pueblo como para sacar una lista que controle todo el valle. Cuanta más gente trabajando por su pueblo mejor”, razona el alcalde de Isaba, el segundo municipio en extensión más grande de Navarra y que ya hace muchas décadas intentó separarse del valle. “Es que los de Isaba que somos muy separatistas”, bromea el alcalde, cuyo ayuntamiento maneja un presupuesto de 700.000 euros y que la pasada legislatura consiguió dejar la abultada deuda a cero. 

Anaut, que ya fue alcalde hace 30 años, defiende firmemente entrar en los ayuntamientos. “Hay que presentarse por responsabilidad; no es un plato que apetezca a nadie, pero nos va a todos en ello. Lo suyo sería que todos nos presentáramos y pasaran por aquí y así se tendría más cuidado cuando luego se critica”, explica el alcalde, que admite que no todo el mundo piensa igual en el pueblo y de ahí puede venir a veces “la división, pero eso no es malo”.

Vista del pueblo navarro Isaba, en el Valle del Roncal.

Vista del pueblo navarro Isaba, en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY

“Cuanta más gente trabajando más ideas”, ratifica Jone Alastuel, a la que pillamos de reuniones en el Ayuntamiento de Uztárroz que dirige. Es un ejemplo para todo el valle. Profesora en excedencia, tiene 32 años, un crío pequeño, y le echa muchas horas junto a su equipo [María Luisa Bernat, la teniente de alcalde, jubilada, es su mano derecha]. “Para mí lo mejor de estos cuatro años ha sido lo bien que hemos trabajado juntas todo el equipo”, desvela sobre la diferencia de edad de la candidatura. No querían repetir, pero nadie más ha dado el paso. “No quieren por comodidad. Te dicen que no tienen tiempo, pero yo tengo 24 horas en el día igual que los demás, ¿de dónde las saco?”, se pregunta. “Para mí es dar mi tiempo, mis ideas y mi trabajo a la comunidad”, cuenta en el despacho de un ayuntamiento en medio de reformas, "pero últimamente la cultura política ha caído en picado, cada vez hay menos valores".

“No hay compromiso ni por mi territorio ni por la comunidad ni nada. No hay conciencia social”, prosigue Jone, que no cree que haya que unir a todos los ayuntamientos, pero sí considera que 33 concejales para “800 personas que viven todo el año en el valle es un porcentaje demasiado alto”. Según la alcaldesa, parte de la culpa de la situación la tienen las políticas del gobierno de Navarra, que "han fomentado" la diáspora a las ciudades: Pamplona y Tudela. “Yo estoy muy cabreada, no hay instituto en todo el valle. He tenido que llevar a mi hijo a Pamplona, a una residencia, con 16 años. Todo es muy bucólico, pero luego la realidad es otra, para muchas cosas tienes que ir a Pamplona”, protesta Irma, la cartera, que baja las empinadas cuestas con agilidad pese a que el sirimiri deja el empedrado resbaladizo.

Vista del pueblo navarro Roncal, en el Valle del Roncal.

Vista del pueblo navarro Roncal, en el Valle del Roncal. / ALBA VIGARAY