CERCA DE PAMPLONA

El pueblo de Navarra que pasó de 5 a 16.000 vecinos y la ONU le premió por su desarrollo urbano sostenible

Sarriguren, fundado en el siglo XVII, tenía solo un puñado de casas a principios de este siglo

Un proyecto para desarrollar más de 5.577 viviendas le convirtió en referencia internacional como ecociudad

Dos jóvenes pasan por el bulevar ecológico de Sarriguren, en Navarra; atrás, la iglesia antigua rehabilitada

Dos jóvenes pasan por el bulevar ecológico de Sarriguren, en Navarra; atrás, la iglesia antigua rehabilitada / Alba Vigaray

 Son las cinco de la tarde y Raquel, unos 40 años, ropa deportiva, auriculares en los oídos, pasea a ritmo ágil por el parque central frente al Ayuntamiento de Sarriguren, a cuatro minutos en coche de Pamplona. Unas nubes negras se intuyen amenazantes por el valle de Aranguren, por donde se reparten al este de la capital navarra el resto de poblaciones que conforman el concejo de Egües. Varias cuadrillas de chavales y chavalas, de diferentes edades, pululan por aquí y por allá. A poca distancia despunta el enorme lago del pueblo, donde un grupo de preadolescentes da de comer a los patos. Edificios de viviendas de pocas alturas se distribuyen de una manera muy compensada, dejando mucho espacio abierto. Da igual donde se esté. Siempre se ve mucho cielo. “Nosotros estamos muy contentos aquí, se vive muy bien, yo desde luego no me quiero ir”, confiesa Raquel, administrativo freelance, casada y con dos hijas, de seis y de nueve años.

“Ellas van aquí al colegio, se han criado aquí, y este ya es su pueblo. Se hace vida de pueblo, además. Hay fiestas, actividades… tenemos nuestras cuadrillas, aquí todo es más fácil”, asegura la mujer, que es una de las primeras pobladoras de esta localidad que hace poco era un diseminado. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), Sarriguren, fundada en 1656 -aunque hay documentos que indican que en el siglo XIII ya era una aldea-, tenía solo cinco habitantes empadronados en 2005. Hoy, roza los 16.000 (15.935 para ser exactos). Un ascenso meteórico. Que suena a casi imposible. “Pues fíjate, yo fui de las primeras en llegar, sí”, admite Raquel, que recuerda que “tenía que ir a comprar el pan a Mendillorri [el pueblo de al lado]”. “Ahora, sin embargo, a nivel servicios hay de todo, en el día a día no me tengo que mover”, destaca.

Premios

“Esto antes era un pueblo de tres casas, había una familia y poco más”, rememora Ángel Ibáñez, uno de los arquitectos responsables de aquel milagro sostenible al que se bautizó como Ecociudad de Sarriguren, algo inédito hasta entonces en Europa, tanto que el planeamiento fue reconocido por la ONU en 2000 como “Buena práctica en Desarrollo Sostenible” y obtuvo el Premio Europeo de Urbanismo en la categoría Medio Ambiente y sostenibilidad en 2008.

“Todo esto estaba rodeado de campos de trigo”, añade Ángel señalando el derredor, sentado en un banco de madera de la loma sobre la que se levantaba el antiguo poblado, del que se rehabilitaron tres construcciones, entre ellas la Iglesia, y que actualmente presiden la villa. Los bloques de viviendas de nueva construcción que circundan el altozano apenas tienen dos alturas, buscando la armonía y que el centro no perdiera el protagonismo. “Queríamos que se pudiera ver el pueblo original desde otros puntos, que no perdiera la centralidad, por eso los edificios alrededor tienen una altura menor y están situados a una cota más baja”, explica Alfonso Vegara, arquitecto, economista y sociólogo, e ideólogo de Metrópoli, que ganó el concurso convocado por el Gobierno de Navarra en 1998.

Ángel Ibáñez, uno de los arquitectos de Taller de Ideas, que elaboró el planeamiento de Sarriguren, posa en el pueblo, con la iglesia antigua y un edificio de nueva construcción. 

Ángel Ibáñez, uno de los arquitectos de Taller de Ideas, que elaboró el planeamiento de Sarriguren, posa en el pueblo, con la iglesia antigua y un edificio de nueva construcción.  / ALBA VIGARAY

Era aquel año un momento complicado para el acceso a la vivienda para jóvenes. La burbuja comenzaba a inflarse, los pisos en Pamplona estaban por las nubes y apenas había nuevas promociones. El Ejecutivo navarro, a través de la sociedad pública Nasursa, supo ver la necesidad que en verdad se extendía a toda la comunidad foral y abrió la puerta a un proyecto urbanístico en el que el 100% de las casas debían tener algún tipo de protección. “El Gobierno de Navarra tenía una gran sensibilidad por estos temas”, aprecia Vegara en una conversación telefónica con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA desde la sede Metrópoli. Situada en Alcobendas, se trata de una institución de gran prestigio internacional donde se piensa las ciudades del futuro y que tiene proyectos por todo el mundo.

Ecociudad

El concurso convocado por el Gobierno foral debía dar respuesta a la urbanización de 1,5 millones de metros cuadrados de suelo público dentro del llamado Plan Sectorial de Incidencia Supramunicipal (PSIS). Y ahí llegó Taller de Ideas, con Vegara al frente, y un proyecto innovador qué gustó mucho. “Este tipo de desarrollos no hay que verlo desde el punto de vista de un pequeño municipio sino desde la configuración de un área metropolitana, en este caso Pamplona; concebimos la primera ecociudad de España tratando de que hubiera una arquitectura bioclimática para lo que había que conseguir la alianza del sector público con el sector privado. Y fue una gran alianza”.

La administración fue cediendo las parcelas a los promotores privados -alrededor de 20-, pero en el proceso no primaba el precio que se pagaba sino que “fueran proyectos de arquitectura más avanzados”, sostiene Vegara. Para ello se creó lo que llamaron la Matriz bioclimática, una normativa que establecía, sobre el papel, una serie de parámetros de obligado cumplimiento. “Nadie sabía lo que era una ecociudad y hubo que inventarlo”, sostiene Ángel sobre unas directrices que todas las constructoras aceptaron de buen grado.

Vista de varias edificaciones, algunas con placas solares, de Sarriguren, una ecociudad que fue premiada por la ONU y la UE

Vista de varias edificaciones, algunas con placas solares, de Sarriguren, una ecociudad que fue premiada por la ONU y la UE / ALBA VIGARAY

Entre las exigencias estaba el aislamiento térmico del 25% más respecto a la norma básica de edificación vigente en su momento a través de determinados materiales; la doble orientación de todas las viviendas para facilitar la ventilación natural; calefacción central de gas natural; placas para calentar agua corriente; la instalación en fachadas de lamas orientables y captadores solares para graduar el paso de radiación solar según las necesidades energéticas, o la creación de áreas verdes para absorber la radiación.

“Eran elementos muy novedosos entonces, y algunos se convirtieron en obligatorios a la hora de realizar planeamientos años más tarde”, pone en valor Silvia Sadaba, responsable del Área de Planeamiento Residencial e Industrial de la empresa pública Nasuvinsa. heredera de Nasursa, que subraya que este es uno de los desarrollos “más emblemáticos” del Gobierno de Navarra, que “ya apoyaba la sostenibilidad y la vivienda protegida hace 20 años”.

Finalmente, en dos fases -la última se entregó en 2010-, la urbanización se completó con 5.577 viviendas (2.879 son VPO y 2.578 son VPT), , a una media de alrededor de 50 viviendas por hectárea. “Cuando se adjudicaron fue a gente joven, de entre 28 y 38 años principalmente”, añade Sadaba, que explica así la gran cantidad de chavales que se ve ahora por las calles, ya que los nuevos inquilinos o tenían algún hijo ya o lo tendrían tras llegar a Sarriguren. En los primeros 14 años nacieron 4.557 bebés, y algún año los nacimientos superaron los 500.

Una mujer refresca a su perro con agua de una fuente en una calle peatonal de Sarriguren

Una mujer refresca a su perro con agua de una fuente en una calle peatonal de Sarriguren / ALBA VIGARAY

Sergio apura un café con un cigarrillo en la cafetería Marquesa, al lado de las antiguas casas del pueblo. “Yo llevo aquí casi desde el principio, como 15 o 20 años. Para vivir está muy bien, tiene muchas zonas verdes y para estar con hijos es perfecto”, ratifica Sergio, que trabaja en una fábrica y que cree que aquello de la “ecociudad fue algo que nos vendieron en su día, pero yo en mi piso no tengo placas ni nada”. “Es una maravilla de ciudad dormitorio”, le contradice Merche, que pasea junto a su familia por el parque central, “porque hay varias rutas por fuera y por el exterior del pueblo. Es mejor que vivir en Pamplona y tiene mucha vida”.

Naturaleza

A nadie parece pasarle por alto la sensación de estar en medio de la naturaleza, algo premeditado y muy pensado, ya que se establecieron en el proyecto zonas verdes y los llamados espacios de protección de la naturaleza. La filosofía del planeamiento buscaba “la mayor simbiosis entre el ámbito humano y el natural para no solo compaginarlos sino para que se mejoraran entre sí”, asegura Ibáñez, que muestra la multitud de notas, gráficos y dibujos que desarrollaron mientras pensaban en el proyecto y estudiaban planeamientos similares por todo el mundo. Solo descubrieron algún caso contado en Brasil, en Alemania (Colonia) o en Japón.

Varios niños en la zona de dotaciones, con colegios y polideportivo, al norte de Sarriguren.

Varios niños en la zona de dotaciones, con colegios y polideportivo, al norte de Sarriguren. / ALBA VIGARAY

Pero Sarriguren fue más allá. Así, se recuperaron las dos regatas (pequeños riachuelos de un metro de ancho) que había en la zona, que ahora son corredores verdes. Se planteó que la altura de las edificaciones decreciera sutilmente hacia el sur y hacia los límites este y oeste, derivando siempre hacia zonas verdes, lo que posibilitaba la captación solar directa en periodos fríos y evita las sombras arrojadas de edificios contiguos. Además se plantaron árboles perennes y caducos autóctonos frente a las viviendas para proteger del viento de invierno y permitir la entrada de luz en verano. No se dejó ningún detalle al azar. De hecho, excepto la vía principal, Reino de Navarra, todas son de un único sentido, para potenciar que los vehículos circularan a velocidad más reducida. La ciudad debía ser de los vecinos a pie.

Así, el 46% del sistema viario de la ecociudad es exclusivamente peatonal, con 6,4 kilómetros de calles peatonales y 9 kilómetros de paseos peatonales en zonas verdes, más de 5 kilómetros de recorridos para bicicleta. Además de las viviendas, el proyecto contemplaba dotaciones destinadas a otros usos urbanos complementarios. Así, en el tramo norte del desarrollo están los colegios y pistas deportivas de un diseño que resulta innovador incluso para nuestros días. “Los niños y sus familias podían así ir al colegio cruzando las zonas verdes”, apunta Ángel, que residía entonces y lo sigue haciendo en Pamplona. “El enfoque ambiental que dimos fue único en Europa; el tema de la sostenibilidad interesó mucho después”. “La gente que vive allí es sensible a esos temas, han creado de hecho una biocomunidad”, añade Vegara, que siempre le gustó llamar a este proyecto un masterplan que estableció una filosofía de hacer las cosas más que un planeamiento urbanístico.

Problemas

Pese a lo idílico de la ciudad, Sarriguren afronta varios problemas en la actualidad. Uno es que no es ajeno a la especulación urbanística, y hacerse con un piso aquí es complicado. El precio ha aumentado considerablemente. “Mira, yo la casa donde vivimos ahora la compré por 160.000 euros y no baja ya de 180- 190.000”, explica Raquel. Incluso alquilar una vivienda aquí es difícil y caro. “Mi piso es de tres habitaciones y cuesta unos mil euros con trastero y garaje. Me costó mucho encontrarlo”, reconoce Ramón mientras acompaña a su perro en un parque canino en los exteriores del conjunto urbanístico. “El problema ya no es el precio, sino que no hay ninguno libre, y muchos están en manos de inmobiliarias”, protesta otra vecina.

Uno de los bulevares ecológicos que cruzan Sarriguren. 

Uno de los bulevares ecológicos que cruzan Sarriguren.  / ALBA VIGARAY

Un segundo problema es que no es una ciudad preparada para adolescentes, una edad a la que comienzan a llegar muchos de los nuevos habitantes. “Es algo que empezamos a hablar los padres. Hay mucha guardería y mucho colegio. No hay casa de la cultura, y la biblioteca pública estaría bien para una población de 2.000 personas, no para la que hay”, sostiene Raquel, que sí destaca que cada vez hay más frecuencia en los autobuses de “la 18”, la vía que conecta Sarriguren con Pamplona.

De bares, restaurantes y comercios -hay un Mercadona- el barrio va bien servido. Todo el eje comercial se reparte en los locales de los bajos de la avenida Reino de Navarra, que cruza todo el desarrollo y la paralela, la peatonal Bárdenas Reales, cuyas terrazas de los bares se llenan a partir de las siete de la tarde de vecinos de 30 o más años con sus hijos. “Este es un sitio maravilloso para vivir”, sostiene María, camarera de uno de los bares, que sí lamenta que cada vez son los “asiáticos” los que cogen los locales que otros comerciantes dejan libres.