CENICIENTOS

La España vaciada en Madrid: paro y población envejecida en el pueblo más pobre de la comunidad

Cenicientos, el pueblo más occidental de la región, tiene una renta media de 19.312 euros

Sin industria, sin tránsito de paso y con poco turismo, los jóvenes huyen a otros municipios

"Está complicado. Los contratos no son duraderos y además te tienes que desplazar", relata una parada

Una mujer limpia una alfombra en una calle del centro de Cenicientos.

Una mujer limpia una alfombra en una calle del centro de Cenicientos. / Alba Vigaray

David está apurando un cigarrillo a las puertas del bar Carlitos, en la plaza del Ayuntamiento de Cenicientos. Tiene 27 años y hace un mes se quedó en paro después de que le despidieran de la charcutería donde trabajaba en la cercana Villa del Prado. "Ahora a buscar... tengo dos años de paro", suelta encogiendo los hombros lentamente, viniendo a decir que es una carrera de larga distancia. "Aquí en el pueblo, trabajo, poco. La mayoría de la gente joven se va a vivir a Madrid, y viene los fines de semana", cuenta David, que lleva trabajando en lo suyo desde que cumplió la mayoría de edad. 

Es mediodía y dos jubilados apuran un vino en el interior del establecimiento, presidido por una fotografía de Madonna y cuyas paredes están decoradas de fotografías antiguas: de la escuela, de las lavanderas, de la ermita Virgen del Roble, levantada en el siglo XV. Suenan Hombres G y Alejandro Sanz. "Estuve trabajando de panadero 45 años, como autónomo, y me ha quedado una pensión que bueno... unos 800 euros... da para pagar la luz y un par de vinos de vez en cuando, pero poco más", tuerce el gesto uno de los pensionistas.

El ecosistema del Carlitos, uno de los seis bares que se mantienen en el pueblo -llegó a haber 15 hace no tanto- define muy bien la situación de Cenicientos, el pueblo más pobre de Madrid. Según las últimas estadísticas de la Agencia Tributaria con los datos del IRPF para municipios de más de 1.000 habitantes, la renta media bruta anual es aquí de 19.312 euros, por debajo de Estremera (20.845) o Fuentidueña de Tajo (21.476).

Municipio principalmente agrícola -tenía importantes viñedos- y ganadero -hasta finales del siglo pasado tenía un matadero que daba trabajo a más de 50 personas- y sin industria, tiene una alta tasa de paro que dobla la media de la región (19,7%) y una población cada vez más envejecida: un 25% de los 2.089 habitantes censados, según el INE, supera los 65 años.

Fin de semana

Son males que acompañan siempre a la España vaciada, algo de lo que este municipio situado a 86 kilómetros de la capital y que es la localidad más occidental de la comunidad -sólo un pelín más allá ya nos encontramos Ávila y Toledo- no es ajeno. El futuro no se presenta, además, muy halagüeño. “Si es que este no es un pueblo de paso, aquí tienes que venir adrede. Hay muchas familias que viven en otros sitios y vienen los fines de semana. ¿Quién vendría aquí a trabajar en un polígono industrial? Esto no es Sevilla la Nueva, ni Brunete”, concede el dueño del local, donde el botellín vale 1,5 euros, como en los barrios más humildes de la capital. 

Un vecino de Cenicientos porta la compra en una de las calles principales del municipio.

Un vecino de Cenicientos porta la compra en una de las calles principales del municipio. / Alba Vigaray

“Mi hijo no encontraba nada, y se ha tenido que ir a Montepríncipe a trabajar repartiendo hierro”, cuenta Tomás, vecino ya jubilado tras una vida “trabajando en lo que salía”. “Aquí ha dado mucho la uva, pero ya muchas de las viñas están abandonadas”, relata. “Poco trabajo queda ya aquí; antes había cuatro o cinco vaquerías incluso, pero ya se ha quedado como pueblo de segundas residencias. La juventud se marcha toda”, añade Pedro, octogenario, que recuerda cómo la localidad llegó a albergar una mina de uranio en los años 70 del siglo pasado, que aguantó abierta unos tres años. También había tres fábricas de pan y ya no hay ninguna. 

Pese a la falta de trabajo y la diáspora de los más jóvenes, el pueblo no ha perdido población en los últimos tiempos. En 2018, por ejemplo, el pueblo tenía censados 1.980 habitantes, casi cien menos que ahora. “Es que hubo gente joven que también volvió tras la pandemia, como yo; ha venido gente a teletrabajar”, explica Laura Díaz, actual concejala de Cultura y que forma parte del nuevo equipo de gobierno del PP, que está tratando de dar un impulso al municipio, que arrastra, asegura, una importante deuda: 10,5 millones de euros.

Turismo

“Nos hemos encontrado un marrón importante. Es que aquí se ha dado todo gratis; los cursos de gimnasia, zumba, pilates, se pagaban cosas de la fiesta de los quintos, el curso de no se qué...”, enumera el edil de Hacienda, Víctor Rodríguez, que comparte despacho con Díaz. Ambos coinciden en que un impulso para el pueblo sería el turismo. “Ya hay muchas casas rurales, pero hay que explotarlo más”, señalan. 

Rodeando al municipio, está la bella sierra de Cenicientos, perteneciente a la Sierra de Gredos, una de las últimas estribaciones meridionales del Sistema Central. Extensos bosques de robles, enebros, cornicabras, pinos y encinas pueblan los picos, visibles desde la almendra central del municipo, atravesada radialmente por callejuelas estrechas donde se alternan casas reformadas con algunas viejas o abandonadas.   

Perspectiva de la almendra central de Cenicientos.

Perspectiva de la almendra central de Cenicientos. / Alba Vigaray

“Se hacen muchas rutas de senderimo y ahora empieza la época micológica que también atrae gente”, explican los concejales, que estiman que hay que “volver al sector primario” y poner en valor las viñas del pueblo [algunas de uva garnacha de 150 años de antigüedad y otras de variedad albillo] como ha hecho, por ejemplo, San Martín de Valdeiglesias. “Debemos copiar el modelo de los pueblos de Extremadura con sus cooperativas", aprecia el concejal de Hacienda.    

El colegio y el instituto siguen funcionando en el pueblo -“tenemos más de doscientos niños, pero lo que pasa es que, claro, hay pocas cosas que hacer”, dicen en el Ayuntamiento-, que ha acogido inmigración marroquí y rumana en los últimos años. Como Kamal, que tiene una tienda de comestibles enfocada a los más pequeños, y que admite que desde la pandemia y con la subida de los precios por la inflación, el consumo ha bajado. “Es que bolsas que antes te valían 35 céntimos ahora te valen 60. Se nota en los niños. Antes con un euro se llevaban varias cosas y ahora se lo piensan mucho”. 

Paro

“Este año ha dado un bajón grande todo”, añade Fátima, que lleva una de las fruterías del municipio, donde hay también tres supermercados. “Si es que hay mucho paro”, razona Laura en su panadería-bollería al lado del ayuntamiento, un local donde además funciona como administración de Loterías. A su notable distancia de Madrid -una hora y siete minutos desde Príncipe Pío-, se ha añadido recientemente un hándicap más, después de que la DANA de principios de septiembre se llevara por delante el puente de Aldea del Fresno en la carretera M-507, la principal y más corta vía de comunicación de Cenicientos con la capital. “Ahora hay que ir o por San Martín o por Maqueda”, explican en el Consistorio. 

Una mujer lleva la compra por una calle de Cenicientos.

Una mujer lleva la compra por una calle de Cenicientos. / Alba Vigaray

Una nueva infraestructura, bautizada como Mabey y levantada en tiempo récord por militares del Mando de Ingenieros del Ejército de Tierra, no estará lista hasta noviembre, lo que ha provocado que muchos vecinos que trabajan en Madrid, en vez de ir en sus coches, cojan la línea 545 Interbus, que es uno de los tesoros de la comarca, ya que tiene frecuencia con la capital cada 15 minutos. Más de 15 familias viven de la línea, uno de los fundamentales generadores de empleo junto al propio consistorio y la residencia de ancianos, que emplea a unas 30 personas. “Viene en el autobús mucha gente de clase media, que trabaja en la obra, de barrenderos, en supermercados o en oficinas”, asegura Alberto, conductor, antes de partir hacia la capital. 

Las distancias, desde luego, son uno de los factores que juegan en contra de Cenicientos. “Está todo bastante complicado”, cuenta Maite, de unos 55 años y que está actualmente en paro. “Los contratos no son muy duraderos, y además es complicado porque muchas veces te tienes que desplazar. Hay mucha gente sin trabajo últimamente”, relata apesadumbrada. Aun así, desde el consistorio aseguran que no ha habido situaciones de familias en una situación de especial vulnerabilidad. “Que yo sepa”, cuenta una empleada municipal, “aquí nunca nadie ha venido a pedir ayudas municipales para comida; no hay casos de vulnerabilidad. Sí es verdad que cada vez la población está más envejecida, pero aquí todo el mundo sale para adelante”.