LIMÓN & VINAGRE | MACARENA OLONA

La ultraderecha moderada

 La diputada por Granada radicaliza a la ultraderecha moderada. O al ultraderecho, porque masculiniza su pedigrí en portavoz adjunto de Vox y abogado del Estado

Macarena Olona en LIMÓN & VINAGRE

Macarena Olona en LIMÓN & VINAGRE

Matías Vallés

Matías Vallés

La portada de Libération del pasado lunes mostraba los perfiles enfrentados de Emmanuel Macron y Marine Le Pen con iluminación de Hitchcock, separados por el titular "Esta vez verdaderamente da miedo". La leyenda define a la perfección a Macarena Olona, ahora que las elecciones andaluzas también se están precipitando. La diputada por Granada radicaliza a la ultraderecha moderada. O al ultraderecho, porque masculiniza su pedigrí en portavoz adjunto de Vox y abogado del Estado.

En una entrevista de compadreo, Federico Jiménez Losantos quiso arrancarle a Abascal la confirmación de la portavox Olona como candidata a las andaluzas, pero el periodista hubiera tenido más suerte con una muela. Su amilanado interlocutor se enredaba en el blablablá de una mujer indispensable allá donde se encuentre, pero que sea lo más lejos posible. Santiago y cierra España estaba habitado por el fantasma de los celos. Le asisten más motivos para vigilar la pujanza de su subordinada que a Pablo Casado para alarmarse ante Díaz Ayuso.

En el momento de consultar su Twitter, Olona llevaba un día entero desde su última mención a ETA. Su oratoria en redes se resume en un explícito "que ladren". España no prodiga figuras históricas a la altura de sus pretensiones, hay que rebuscar fuera para concluir que se siente la Juana de Arco andaluza, que aprovecha el día de la comunidad para exhibir su título de propiedad sobre el país entero. "En España, con mis leyes, con mi cultura, mandamos nosotros". A la orden.

Esperaba llegar hasta el final sin mencionar "el vídeo", pero no queda más remedio que revisarlo en compañía. En estos tiempos cautelosos, hay que extender un trigger warning para proteger a las almas cándidas. La grabación corresponde al pasado noviembre, en el excelente debate que modera Xabier Fortes en RTVE. La supuesta entrevistada es Olona. La periodista Elsa García de Blas de El País le plantea una sencilla hipótesis postelectoral:

-... Una mayoría de la derecha y la extrema derecha en la Cámara.

La mirada falcónida de la diputada de negro aun cuando viste de blanco se abate sobre la tertuliana:

-Buenas noches, me vas a permitir que antes te pida una aclaración, porque no he entendido bien tu pregunta, ¿a quién te estás refiriendo con extrema derecha?

-A su partido.

-¿A Vox?

Y la sonrisa carnívora de Olona presagia los cinco minutos más estremecedores de la televisión reciente, bloquéelos en el móvil de sus hijos. Un comportamiento de ultraultraderecha para desmentir la ultraderecha, para negarse a sí misma. El moderador interviene y recibe por dos veces la dentellada de que "estás siendo machista, Elsa no necesita ningún salvavidas". Espero no tener que ver nunca más esta escena.

El lance supera incluso en truculencia al enfrentamiento con Irene Montero. "Mire, ministra", se le dirige Olona con el insulto supremo de feminizar el cargo ministerial para degradarlo. Y a partir de ahí el zarpazo, por "acceder a puestos de responsabilidad a través de relaciones afectivas, denigrando a todas las mujeres". También hay maridajes en Vox, pero "no somos un partido político, somos un movimiento". El último Movimiento mayúsculo no se movía mucho, pero aplastaba lo suyo.

Sin salir del cauce ultraderecho, Marine Le Pen aspira a conquistar el Elíseo alejándose al máximo de la imagen fundamentalista y rigorista de Olona. En el aprendizaje llevado a cabo durante su travesía del desierto, la "hija del diablo" francesa se adscribió a la ultraderecha con rostro humano. No ha llegado a este punto de sabiduría la diputada que grita "soy andaluza", porque vino al mundo en Alicante, pero los españoles de su ímpetu nacen donde quieren.

Le Pen amplía su clientela cuando aprende a reírse de sí misma en los mítines, se especializa en el cuidado de gatos, se va a vivir con otra mujer. Cuando aprende a darle alegría a su cuerpo, Macarena. En cambio, no hay un atisbo de felicidad en Olona, que tiene en lugar de sonrisa una especie de mueca ordenancista y amenazante. No quiere seducir, quiere conducir. Puesto que cabalgan tan convencidos de acceder al poder, "porque el Gobierno será con Vox o no será", cabría exigirles un mínimo de alegría y autosatisfacción. La pesadilla debe quedar para los gobernados, que son siempre los mismos.