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Los empresarios ya no se esconden
La profesionalización de la gestión, alejada de la familia, ha dados sus frutos y Mango ha anunciado esta semana que vende y gana más más que nunca
Isak Andic es un hombre reservado, judío de origen sefardí, nacido en Turquía en 1953 y afincado en Barcelona desde los 14 años. Dueño de la cadena de moda Mango y empresario por vocación, levantó un imperio de la nada hace 40 años, alejado de la vida pública y de los medios. Le conocí el 27 de abril de 2006.
La única fotografía que existía de él previa a ese día era de diez años antes. Pero ese jueves a las seis de la tarde, Banco Sabadell celebraba la primera junta de accionistas desde que Andic era miembro del consejo de administración. El dueño de Mango tenía una gran vinculación con la entidad desde que Joan Oliu, padre del actual presidente (Josep Oliu), le diera uno de sus primeros créditos.
Los periodistas que seguíamos al banco en Expansión, el periódico donde yo trabajaba entonces, sabíamos que en sus juntas los consejeros subían al escenario. Fuimos al Pabellón Municipal de Deportes de Sabadell y allí descubrimos el rostro de Andic, a pesar de que él quiso esconderse intercambiando el cartel que llevaba su nombre con el de otro consejero. Le fotografiamos en exclusiva, delante de 673 accionistas del banco, en una de las imágenes más buscadas.
A partir de ahí su exposición pública fue a más, igual que su implicación social, aunque siempre desde la retaguardia y sin dar entrevistas. Logró estabilizar su empresa, que había vivido años inciertos tras un crecimiento excesivo y tras verse sacudida por el estallido de la burbuja inmobiliaria, la crisis financiera de 2008 y la pandemia. Tampoco sus negocios en banca y en ladrillo habían ido mucho mejor. La profesionalización de la gestión, alejada de la familia, ha dados sus frutos y Mango ha anunciado esta semana que vende y gana más más que nunca. Andic es la décima mayor fortuna de España, con un patrimonio de 2.700 millones de euros, según Forbes.
El cambio experimentado por Andic, que hoy recibe el VIII Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial, es edificante. España necesita líderes empresariales visibles y transparentes y auténticos, con buena reputación, con propósito público y con narrativa propia. Líderes responsables e implicados con las comunidades donde operan, con el medio ambiente y con clientes, empleados, proveedores y accionistas. Que rinden cuentas, devuelven a la sociedad parte de lo que le ha dado y pueden convertirse en referentes para las nuevas generaciones.
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