Opinión | GATO ADOPTIVO

¿El PSOE sigue pareciéndose a España?

Responsabilizar de los malos resultados casi en exclusiva a la falta de liderazgos territoriales sin hacer autocrítica no es lo forma más inteligente. Sánchez debe aceptar que sus alianzas también han pasado factura

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, junto al candidato del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, durante un mitin este jueves en A Coruña.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, junto al candidato del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, durante un mitin este jueves en A Coruña. / EFE

El PSOE siempre se ha vanagloriado de ser "el partido que más se parece a España". De hecho, hace dos años, cuando desde Ferraz se decidió conmemorar los 40 años de la victoria de Felipe González en 1982, el vídeo que produjo el partido se titulaba precisamente así. Y lo presentaron con todo tipo de pompa María Jesús Montero y Santos Cerdán. 

Tres elecciones después, el vídeo ha quedado obsoleto y es difícil sostener con los resultados obtenidos en las urnas que el PSOE representa, mejor que ningún otro partido, al ciudadano español medio. El último batacazo lo ha sufrido el partido de Pedro Sánchez en Galicia, donde ya era tercera fuerza política tras el BNG, pero el domingo cavó un agujero aún más hondo para sumirse en la irrelevancia. Los de Galicia son unos resultados que merecen un análisis profundo, como se tuvo que haber hecho tras los comicios autonómicos y municipales de mayo, en los que el partido perdió gran parte de su poder territorial, o tras el 23J, cuando Pedro Sánchez salvó la Presidencia gracias a una heterogénea amalgama de partidos y cesiones impensables pocos días antes. 

No parece que el PSOE hiciera ese ejercicio de reflexión entonces y ahora ha vuelto a cometer el mismo error. Los datos son tozudos: el PSOE sólo gobierna actualmente en tres comunidades autónomas, Castilla-La Mancha -cuyo barón está a un paso de la rebeldía ante Ferraz-, Navarra y Asturias. El 28M, el PSOE sufrió una auténtica sangría territorial. Poco después, en las elecciones generales de julio, los socialistas sólo fueron la fuerza más votada en Cataluña, País Vasco, Navarra, Extremadura y Canarias. Pudo retener la Moncloa, sí, pero a un precio altísimo. Y ahora ha llegado el baño de realidad de Galicia, donde el PSOE tenía depositadas pocas esperanzas, es cierto, apenas sumar con el BNG para desbancar al PP de Alfonso Rueda, pero donde el castigo ha sido superior al esperado.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, junto al candidato del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, durante el cierre de campaña de las gallegas.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, junto al candidato del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, durante el cierre de campaña de las gallegas. / Europa Press

El PSOE tiene que valorar si realmente está sabiendo conectar con una mayoría de los españoles. En julio pasado se benefició de la movilización de muchos sectores sociales para evitar que el PP de Alberto Núñez Feijóo gobernara de la mano con Vox, pero esta estrategia no puede mantenerse en el tiempo. El propio líder socialista, Pedro Sánchez, pidió en la reunión de la Ejecutiva del partido de este lunes "rearmar" la estructura territorial para tener "liderazgos fuertes" y atraer a la vez "talento ajeno" al PSOE. No deja de ser una autoenmienda a lo que él mismo ha impulsado en los últimos años.

Sánchez nunca ha olvidado, ¡cómo hacerlo!, que fue relevado al frente del partido por la estructura orgánica socialista y que volvió al liderazgo aupado por las bases. Siempre ha tenido una gran desconfianza hacia los barones territoriales y en parte por eso el PSOE se encuentra en la situación actual. Nadie es capaz de levantar la voz en presencia de Sánchez, ni siquiera Page, más dado a hacer declaraciones públicas que a expresar su postura en las reuniones de la Ejecutiva, según explican no sin sorna sus propios compañeros. Sánchez ha concentrado todo el poder en Ferraz, ha recortado la autonomía de las federaciones y ahora se encuentra con un partido gravemente dañado en su estructura territorial.

El PSOE, como el PP, o el PNV o la antigua Convergència, tenía gran parte de su fortaleza electoral en su capilaridad, en su capacidad de llegar hasta el último rincón de España para rebañar algún voto. Para volver a ser ese PSOE, el partido necesita afianzar liderazgos territoriales a medio y largo plazo, precisamente en lo que se ha tenido muy poco interés en los últimos tiempos. Uno de los mayores ejemplos es Madrid, donde en cada elección, especialmente en el caso del Ayuntamiento, se estrenaba candidato, muchas veces escogido al margen de la organización territorial y por el simple capricho del líder.

Responsabilizar de los malos resultados electorales casi en exclusiva a la falta de liderazgos territoriales sin hacer autocrítica desde Ferraz y Moncloa no parece la forma más inteligente de afrontar la crisis. Sánchez debe aceptar que sus alianzas postelectorales también han pasado factura.