Opinión | HOJA DE CALENDARIO

La UE debe imponer su ideario

La deriva autoritaria debe cortarse en seco, y Hungría debería tenerlo en cuenta

Bandera de la UE frente a la sede de la Comisión Europea.

Bandera de la UE frente a la sede de la Comisión Europea. / COMISIÓN EUROPEA

El avance de la extrema derecha de la Unión Europea ha sido una constante de los últimos tiempos que ha hecho temer que el neofascismo consiga una representación inquietante en las elecciones al Europarlamento del próximo mes de junio. Sin embargo, un conjunto de causas, entre las que está seguramente la proximidad de dichas elecciones, ha modificado la tendencia de la presión ultra, y el ominoso avance de la intransigencia parece compensarse con una serie de signos alentadores. De una parte, Donald Tusk gobierna ya en Polonia al frente de una coalición centrista que ha enviado a la oposición a la ultraderecha del PiS.

De otra parte, la sociedad alemana se ha rearmado inesperadamente y ha salido tumultuosamente a las calles a manifestarse contra la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) después de conocer que esta formación política había tejido oscuras alianzas con organizaciones nazis para expulsar del país a millones de ciudadanos, incluso con la nacionalidad alemana, que no respondieran a las pautas de integridad identitaria exigidas. El principio de una cierta condescendencia con AfD en el ámbito regional de los Länder se ha detenido en seco y la propia inteligencia alemana controla ya los posibles excesos de una organización que se halla a la sombra de la cruz gamada nazi.

Y en tercer lugar, unión Europea ha dado ciertas muestras de que está decidida a meter en vereda a Hungría, una democracia iliberal que ha transgredido muchos límites, que mantiene una inquietante cercanía con Moscú, que ha desfigurado su propio régimen mediante el control viciado del poder legislativo por el ejecutivo y que está siendo el obstáculo de diversos avances del conjunto de los 27 que requieren la unanimidad. Es cierto que Víctor Orbán, en el último consejo europeo de 2023, aceptó por omisión —se ausentó voluntariamente de la sala— el comienzo de las negociaciones de integración de Moldavia y Ucrania en la UE, pero no hubo forma de que admitiera la revisión del Presupuesto de la UE para permitir la creación de un mecanismo con hasta 50.000 millones de euros para financiar las necesidades básicas de Ucrania los cuatro próximos años. Sería una verdadera tragedia que Europa tuviera que abandonar a Ucrania a su suerte por una fisura interna de esta naturaleza, pero afortunadamente los 26 restantes de la UE han lanzado ya veladas amenazas a Hungría de recurrir al artículo séptimo de los tratados que permite suspender por unanimidad el derecho de voto y las ayudas económicas a un país que viole de forma grave los principios de la UE. En apoyo de esta posibilidad, el Financial Times filtraba un documento de la Unión en el que se desarrollaba una especie de estrategia para presionar económicamente sobre Hungría por el procedimiento de detectar sus puntos débiles y provocar una estampida de los inversores. La respuesta de Orban al enterarse ha sido pura inflamación.

Es bien conocido el gran debate fundacional de la UE, entre funcionalistas y federalistas, entre Jean Monnet y Altiero Spinelli. Ganaron aquellos, pero eso no significa que Bruselas no haya de ser claramente intervencionista a la hora de defender principios, valores y derechos humanos. La deriva autoritaria debe cortarse en seco, y Hungría debería tenerlo en cuenta.