Opinión | CONVENCIÓN POLÍTICA PSOE

A mayor gloria propia

En A Coruña los socialistas derrocharon el convencimiento de que tienen cuerda para rato

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez durante la clausura de la convención del partido que se ha celebrado este domingo en A Coruña.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez durante la clausura de la convención del partido que se ha celebrado este domingo en A Coruña. / EFE/Cabalar

A diferencia de los congresos, donde los partidos están obligados por sus estatutos a presentar ponencias, recibir enmiendas y votar resoluciones, en las convenciones las formaciones políticas aplican las reglas que más les convienen en cada momento, siempre que les sirvan para reafirmarse en sus posiciones y para reagruparse en torno al líder. Más, si como ocurrió en la convención del PSOE celebrada el pasado fin de semana en A Coruña, no acude a la reunión ninguno de los representantes del sector crítico -ni siquiera lo hizo el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page-, y, por tanto, todas las voces que se escuchan son, como así fue, a mayor gloria del partido y del líder.

En un contexto de entusiasmo por haber conseguido mantenerse en el poder, es cierto que con un millón de votos más el 23J que hace cuatro años, los socialistas españoles derrocharon además el convencimiento íntimo de que salvo imprevistos, que, como ya se vio en la pasada legislatura pueden producirse en cualquier momento, tienen cuerda para rato.

La convocatoria, como quedó claro desde el principio, tenía dos objetivos básicos. Por una parte, arropar a su candidato a las elecciones gallegas del 18 de febrero, José Ramón Gómez Besteiro, al igual que hizo el PP en la interparlamentaria de Ourense con su candidato, Alfonso Rueda, y, por otra, incorporar a la doctrina oficial del PSOE la defensa de la amnistía a los imputados del procès. El argumento repetido ya es conocido, esa, la de la amnistía, es la vía para alcanzar el «reencuentro total» entre Cataluña y el resto de España. La inclusión de esa medida de gracia en el programa socialista trata de reparar la incongruencia de haber estado negando la posibilidad de concederla hasta que el resultado electoral de julio demostró que Pedro Sánchez necesitaba los votos de los independentistas para seguir en La Moncloa y que ese era el precio a pagar para conseguirlo.

A esa discordancia programática se han aferrado algunos de los notables contrarios a la amnistía, como Felipe González, que alega en su defensa que él sí es fiel al programa del partido. Ese es el discurso que se ha tratado de refutar este fin de semana con la ayuda impagable del otro expresidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, que hizo una defensa cerrada de las bondades de «la generosidad» y de «volver a empezar», que ve implícitas en la amnistía.

A falta de cualquier tipo de autocrítica, por ejemplo, por la negociación agónica con Junts de los últimos decretos, que tanto inquieta a sus electores, Sánchez se mostró eufórico. Sorprendió, eso sí, con el anuncio de un «plan de choque» para mejorar el nivel educativo, tras los malos resultados recogidos en el último informe PISA. 500 millones en los presupuestos generales del Estado para reducir el número de alumnos por aula, establecer profesores de refuerzo e implantar un plan de formación para el profesorado. Una medida que trata de dar respuesta a una preocupación real de la sociedad española, que observa con inquietud ­como las nuevas generaciones no alcanzan en la escuela los niveles deseables en materias como las matemáticas o la comprensión lectora. Una #decisión necesaria que va en la buena #dirección.