Opinión | EL EDITORIAL

Trump, aspirante sin rival

Mientras las bases republicanas siguen fieles al expresidente, las demócratas vacilan en torno a Biden

Donald Trump wins Iowa caucus

Donald Trump wins Iowa caucus / JIM LO SCALZO

La victoria sin paliativos de Donald Trump en las primarias celebradas el lunes por el Partido Republicano en el estado de Iowa, tradicionalmente muy conservador, confirma la enorme ventaja de salida del expresidente. Su ventaja de 30 puntos sobre el segundo clasificado, Ron DeSantis, gobernador de Florida, y de 32 sobre Nikky Haley, exgobernadora de Carolina del Sur, reduce las incógnitas de futuro a una sola, salvo sorpresa mayúscula: quién llegará en segundo lugar a la convención del partido, el próximo verano. En el supuesto de que DeSantis y Haley dispongan de dinero suficiente para mantenerse en liza hasta entonces, algo complicado a tenor de la espectacular bolsa de donantes de que dispone Trump y de la muy limitada capacidad de sus adversarios de asegurarse recursos suficientes para seguir en la brega. Por lo demás, los otros nombres que comparecieron en Iowa simplemente han dejado de contar.

En este panorama dentro de lo previsto, resulta especialmente significativo el fracaso de la estrategia de DeSantis, que quiso presentarse como un aspirante más conservador que Trump, aunque menos vociferante, secundado por las comunidades evangélicas más integristas. En cambio, el resultado cosechado por Haley en un estado que le es poco propicio le permite pensar que en las primarias de New Hampshire, el día 23, tiene muchas posibilidades de lograr un honroso segundo lugar que le permita prolongar su participación en la carrera y que le otorgue incluso la condición de representante del republicanismo menos entregado a Trump, tan minoritario que se ha quedado sin voces relevantes en la dirección del partido pero que se sintió identificado con ella en el último debate televisado con DeSantis, del que salió vencedora.

Ni siquiera los más de 90 cargos de los que deberá responder el expresidente en las próximas semanas y meses perturba ese esquema general. La capacidad del multimillonario, siempre bajo sospecha judicial, de mantener movilizados a sus votantes está fuera de toda duda incluso después de los malos resultados de las elecciones de 2022 de mitad de mandato, en las que los candidatos más directamente patrocinados por Trump salieron derrotados. Él controla la entera estructura del Partido Republicano, sin disidencias posibles, y es sabedor de que puede seguir en la brecha, incluso después de una condena, porque es más que dudoso que la ley pueda impedir a un condenado optar a la presidencia.

Queda por ver si el dinamismo de Trump sigue siendo el principal resorte de movilización del electorado demócrata como lo fue contra pronóstico en 2022. No hay duda de que entre los liberales y las minorías se mantiene el estado de alarma ante la perspectiva del posible regreso de Trump a la Casa Blanca, pero los primeros tres años de Joe Biden en la presidencia han desgastado su figura hasta el punto de que su índice de aceptación está en el 38%. Eso implica que también una parte considerable del electorado demócrata alberga serias dudas sobre su idoneidad. Exactamente lo contrario de lo que sucede con Trump, que sale reforzado de cada visita a los tribunales y ha logrado que uno de cada tres votantes republicanos de 2020 esté seguro de que le robaron el triunfo. La movilización de los más reaccionarios ante las diversas batallas culturales juega a su favor. Las divisiones en el electorado más joven sobre el apoyo a Israel, en contra de Biden.