Opinión | EDITORIAL

Una presidencia europea a la española

La situación interna ha dejado en un segundo plano la acción europea de la presidencia de Sánchez

Sánchez afirma que no hay proyecto europeo sin la suma de los Balcanes Occidentales

Sánchez afirma que no hay proyecto europeo sin la suma de los Balcanes Occidentales

Pedro Sánchez ha comparecido ante el Parlamento Europeo, a diferencia de lo que suele ser habitual, no al inicio del semestre de presidencia del Consejo de la Unión Europea sino pocos días antes de finalizarlo. Esta atípica circunstancia se explica por la coincidencia del inicio de mandato con la sorpresiva convocatoria de elecciones anticipadas decidida justo antes, hecho que ha condicionado todo el periodo.

En consecuencia, la intervención de Sánchez ha adoptado el formato de un balance más que de una propuesta programática de la presidencia europea y ha servido para que el presidente desgranase los avances en las cuatro grandes prioridades definidas al inicio del mandato: la reindustrialización y la autonomía estratégica, la transición ecológica y la adaptación medioambiental, el impulso de una mayor justicia social y económica y el reforzamiento de la unidad europea. Sánchez ha calificado la presidencia de exitosa y ha sacado pecho (aunque como mínimo las responsabilidades deberían repartirse entre el Consejo Europeo que ha presidido, la Comisión y el Parlamento) de la aprobación de algunas iniciativas pioneras como por ejemplo las que han de garantizar el abastecimiento de materias primas críticas, algo que ha cobrado si cabe más importancia desde el estallido de la guerra de Ucrania, los avances en el ámbito de la regulación de los usos de la inteligencia artificial, los acuerdos para reducir las emisiones de gases contaminantes, para favorecer la restauración de la naturaleza, o las mejoras introducidas en el ámbito del reciclaje. 

No obstante, a pesar del intento de centrar el debate en cuestiones europeas e internacionales, la sesión ha acabado adoptando un cariz muy doméstico hasta el punto de que la amnistía ha sido la protagonista de un debate que ha reflejado a la perfección lo sucedido en la política española durante el semestre de presidencia europea: el intento de Sánchez de capitalizarla en clave interna y el de PP y Vox de poner en cuestión ante las instituciones europeas las concesiones al independentismo catalán a cambio de la investidura. Dada su condición de eurodiputado, la presencia de Carles Puigdemont, uno de los previsibles beneficiarios de la medida, ha añadido un condimento extemporáneo, ya que era la primera vez que él y Sánchez debatían en un parlamento. Puigdemont ha advertido al presidente que de no cumplir sus pactos habría «consecuencias desagradables». Mientras, Sánchez ha buscado su complicidad efectuando una férrea defensa de la amnistía ante las duras críticas lanzadas por Vox y el PP de las que se han hecho eco algunos de sus correligionarios como Manfred Weber, portavoz de los populares europeos, que le ha reprochado que «el principio básico de la democracia es decir la verdad antes de las elecciones». Demasiada España y poca Europa.

El Gobierno de Sánchez había preparado cuidadosamente la presidencia europea y el éxito organizativo de la cumbre de Granada así lo avala. De hecho, con esta presidencia debía culminar de mandato de Sánchez y ser el escaparate con el que afrontar las nuevas elecciones. Pero los resultados del 28 de mayo alteraron los planes y aunque la presidencia española no pueda tildarse de fracaso, la situación política interna la ha dejado en segundo plano y le ha restado energías, incluso el día en el que tocaba hacer balance.