Opinión

Entre la decepción y la esperanza

La OMS nos recuerda desde hace tiempo que «el cambio climático es un multiplicador de amenazas, que socava y podría revertir décadas de avances en diferentes ámbitos

Una de las sesiones de la COP28

Una de las sesiones de la COP28 / Agencias

Durante los últimos días, el foco mediático y político mundial ha estado puesto en Dubái, sede de acogida de la última cumbre climática. La COP28 ha estado cargada de polémica desde su inicio, al elegir como sede uno de los principales productores de energía fósil, y tener como presidente de la cumbre a Sultan Al Jaber, con intereses particulares, quien ha emitido diferentes mensajes negligentes, que ha rectificado con posterioridad y que ha emergido con un «estilo negociador» particular. En este contexto, decenas de miles de activistas ambientales, delegaciones oficiales, científicos, lobbies y empresas con intereses diferentes, han tratado de amasar acuerdos con tal de avanzar en el desafío de evitar un mayor calentamiento del planeta, transitar hacia sociedades descarbonizadas y fomentar la mitigación y compensación de las consecuencias que ya se producen y que afectan especialmente a las poblaciones más vulnerables. 

La Declaración de los Derechos Humanos conmemorada estos días nos obliga a combatir las principales amenazas de la humanidad hoy, entre las que se encuentra, sin lugar a dudas, las consecuencias que provoca el cambio climático. Un rol que debemos jugar colectivamente y donde las ciudades tienen un papel relevante, no solo como generadoras fundamentales de emisiones, sino como instrumento poderoso para paliar sus consecuencias. A pesar del ruido que generan los negacionistas, no hay duda, tal y como alerta cada año el panel de expertos de la ONU, que el cambio climático «amenaza seriamente los últimos 50 años de avances en materia de desarrollo, salud mundial y reducción de la pobreza, y ahonda aún más en las desigualdades en materia de salud existentes entre las poblaciones y dentro de ellas». Por ello es absolutamente necesario avanzar en la reducción drástica de emisiones, lo que pasa ineludiblemente por acabar paulatinamente con el uso de energías fósiles. El tiempo para hacerlo se acaba.

Esta no está siendo una COP más, las expectativas sobre sus compromisos no están siendo a las alturas de escribir estas líneas mínimamente cubiertas. Y eso que la cita de este año se estrenaba con un acuerdo sobre el reclamado fondo de compensación, para daños y pérdidas, cuya clave será su financiación e implementación para mitigar las consecuencias de los países con menor resiliencia climática, y ha colocado por primera vez de forma específica temas claramente relacionadas con el clima como es la salud. Es la primera vez que ha habido un healthy day para asegurar la incorporación de la dimensión de salud en las conversaciones. Más de 11 países han firmado una declaración comprometiéndose a incorporar de forma transversal y eficiente la perspectiva de salud en sus políticas y planes de lucha contra el cambio climático, incluida la implementación y la medición de impacto. 

La OMS nos recuerda desde hace tiempo que «el cambio climático es un multiplicador de amenazas, que socava y podría revertir décadas de avances en diferentes ámbitos», de hecho, «la habitabilidad humana, definida como el nicho climático humano en términos de temperatura y humedad, ya está amenazada, y el cambio climático está facilitando la diseminación y propagación de enfermedades zoonóticas que afectan a los seres humanos y a los animales». También está afectando a la proliferación de enfermedades transmitidas por vector (no es casual que este año el Malaria Anual Report incluya un capítulo específico sobre cambio climático, por ejemplo). En este contexto, se prevén unas 250.000 muertes más cada año solo como consecuencia de la desnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés térmico entre 2030 y 2050. 

Lo que ya estamos experimento en primera persona, y advierte una y otra vez el Instituto de Salud Global de Barcelona, son las olas de calor intensas. «En 2022, se atribuyeron más de 70.000 muertes al calor en Europa, especialmente en países como España, Grecia, Italia y Portugal. El verano de 2023 fue el más cálido desde que tenemos registro. A esto hay que añadirle el aumento de riesgo de lluvias torrenciales e inundaciones.

A pesar de toda la evidencia científica, a la COP le cuesta pactar un texto a la altura de la urgencia que vivimos y los lobbies y productores de energías fósiles siguen presionando. El primer borrador de negociación se quedaba en «reducir tanto el consumo como la producción de combustibles fósiles en los sistemas de energía» y abogaba por «acelerar las tecnologías de bajas o cero emisiones como las renovables y las de mitigación y retirada, incluida la captura, utilización y almacenamiento». 

Un texto con contenidos «totalmente inaceptables» como recordaban algunas delegaciones como España, que reclaman más claridad y contundencia. La cita mundial llegó a la tarde de ayer, fecha prevista de cierre, sin acuerdo. Se precisa un texto ambicioso que esté mínimamente a la altura, pues el tiempo de llegar a tiempo empieza a agotarse y tenemos, por encima de todo, una responsabilidad ética e ineludible con la salud y el bienestar del presente. Y aún más con el de nuestros hijos.