Opinión | INTERNACIONAL

Alemania le coge otra vez gusto a las armas

Alemania se ha convertido además en uno de los mayores exportadores de armamento, ocupa ya la quinta posición, gracias a una poderosa industria militar que, a juzgar por los resultados económicos, va viento en popa

Maine, uno de los estados más laxos en control de armas en Estados Unidos.

Maine, uno de los estados más laxos en control de armas en Estados Unidos. / EFE

Alemania, el principal responsable del estallido de la Segunda Guerra Mundial por la política expansionista y genocida de Hitler, le ha cogido otra vez gusto a las armas.

El papel de las Fuerzas Armadas no se limitará en el futuro exclusivamente a la defensa del país sino que, según la nueva doctrina militar, han de estar preparadas para la guerra, se supone que donde decida la OTAN que hay que intervenir.

Alemania se ha convertido además en uno de los mayores exportadores de armamento – ocupa ya la quinta posición- gracias a una poderosa industria militar que, a juzgar por los resultados económicos, va viento en popa.

Ya en los tres primeros trimestres del año en curso, el Gobierno de socialdemócratas, verdes y liberales autorizó exportaciones por valor de 8.800 millones de euros, con lo que se superó el valor alcanzado en todo 2020.

Muchas de esas armas se exportan a países en guerra como es el caso de Ucrania y últimamente también Israel: Berlín ha ofrecido su apoyo incondicional al Estado judío frente a Hamás.

Todo ello rompe con el principio establecido por el Gobierno de Berlín en 1991 según el cual este país no exportaría armas más que a sus aliados de la OTAN y a otros países afines como Japón, Australia, Nueva Zelanda e incluso la neutral Suiza.

No se autorizará el envío de armas, dijo entonces el Gobierno, a países involucrados en algún conflicto militar o en los que ese tipo de exportaciones pueda agudizar las tensiones existentes.

Con la guerra de Ucrania, en la que Berlín se puso decididamente de parte del país invadido frente al agresor, aquel compromiso se convirtió en papel mojado. Ya antes había participado directamente en la guerra de Yugoslavia y también en la de Afganistán, esta última con el peregrino argumento de que “la seguridad” de Alemania se defendía “también en el Hindú Kush”.

El mayor esfuerzo es, sin embargo, el dirigido a Ucrania: hasta un tercio de las exportaciones autorizadas por el Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz, que pueden llegar este año a los 10.000 millones de euros, han ido precisamente a ese país.

El ministro de Defensa, Boris Pistorius, socialdemócrata, anunció recientemente que Berlín doblará incluso el próximo año su ayuda militar a Ucrania. Y ello a pesar de que, según llevan meses pronosticando algunos analistas, esa guerra está ya prácticamente perdida para Kiev.

No importa: la industria de armamento es un enorme negocio, y así este misma semana ha vuelto a celebrarse en Berlín una llamada “Conferencia de Seguridad” con participación de los ministros de Defensa de Alemania y Holanda y presencia de algunas de las más importantes empresas del sector.

No se trata, como podría dar a entender su nombre, de una reunión de expertos en defensa, sino de una especie de feria de muestras donde esas empresas, alemanas, estadounidenses, francesas, israelíes y de otros países, presentan sus últimos productos.