Opinión | NEGOCIACIONES

La política, en prosa

La pendiente y necesaria reflexión del PSOE, el único partido capaz de ser bisagra

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont.

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont.

Destapada parcialmente la negociación para la investidura, y en vista de la situación, conviene no confundir las cosas. O se forma un gobierno o hay elecciones. Feijóo no consiguió lo primero porque lo impidió una mayoría del Congreso, incluido en ella el voto de los diputados socialistas. Ahora lo intenta el PSOE. No es cierto que sea la única opción posible, pero debiera admitirse sin reparos que es legítima. Como también es lícito cuestionarla. Y las razones para hacerlo se acumulan a medida que vamos conociendo las condiciones del pacto necesario que permitiría llevarla a cabo.

Pedro Sánchez podrá ampliar la coalición que ha sostenido a su gobierno durante la pasada legislatura con un nuevo socio, pero difícilmente conseguirá forjar una mayoría coherente y sólida con los partidos nacionalistas de la periferia, mientras estos mantengan la idea de la autodeterminación. Repárese en el método y el contenido de las conversaciones en curso. A los ciudadanos nos cuesta distinguir al promotor, que debiera ser el PSOE y no el Gobierno. El equipo socialista negocia con cada miembro de la futura coalición un acuerdo por separado. Dada la rivalidad que existe entre los partidos, particularmente enconada la que enfrenta a los catalanes, la negociación acaba convirtiéndose en una puja al alza por ver qué partido logra mayores concesiones en forma de poder y recursos públicos del Estado. La desconfianza incubada en la relación de un lustro entre los coaligados, que Junts y el PNV han puesto de manifiesto públicamente, preside las reuniones. Algunos partidos han pulsado la opinión de sus afiliados sin facilitarles información sobre los acuerdos, de los cuales por el momento solo tenemos noticia de tres. Faltan otros tantos.

Nos cuentan que aún queda por determinar el alcance de la amnistía, que es solicitada por las minorías nacionalistas, sería aprobada a toda prisa, sin declaración de respeto al orden constitucional de aquellos a los que se borre el delito cometido, sin consenso político ni social, y con la opinión de la mayoría de los juristas que se han pronunciado en contra de su constitucionalidad. Los acuerdos, suscritos en las negociaciones bilaterales con los respectivos partidos nacionalistas, conllevan además sustanciosas ventajas económicas en pago de la deuda, transferencias, descuentos e inversiones para Cataluña, País Vasco y Galicia, un claro presagio de que la reforma del sistema de financiación autonómica seguirá esperando por tiempo indefinido. Las comunidades autónomas no citadas son agrupadas en una casilla bajo el rótulo minorativo de "el resto". Y aún está por ver el encaje que tendrán en el pacto los diversos elementos, reconocimiento, mediador, referéndum, en los que se concreta la llamada cuestión nacional.

A cambio de todo esto, que no es poco, los partidos nacionalistas ofrecen su contribución a la gobernabilidad, siempre que esta les resulte satisfactoria, pero sin dejar de denostar la Constitución, y prometen continuar en ruta hacia la soberanía. No han trascendido las exigencias planteadas por los socialistas en la negociación y tampoco el modelo de organización territorial del estado que han defendido. Los titulares de los últimos días han causado un fuerte impacto en la sociedad española. Cunde la sospecha de que Pedro Sánchez hará pagar una factura demasiado elevada por su investidura y crece el rechazo hacia la actitud de los nacionalistas. Y el panorama político se desquicia. Todo empieza a estar fuera de sitio. El Congreso permanece cerrado, como si no tuviera nada que hacer. El PP llama a filas y reforma el reglamento del Senado. La reacción de un sector de la derecha ha sido furibunda. Aznar habla de peligro para la democracia y alienta una movilización nacional. Los cargos públicos del PSOE están desorientados. El Tribunal Supremo y la Guardia Civil aceleran los trámites. El Consejo General del Poder Judicial, prorrogado y amputado, se parte en dos. No hay atisbo de estabilidad y convivencia en la política española.

Si la coalición de la izquierda con los nacionalistas representa a una mayoría de los españoles, es obligado preguntar por qué, según parece, no habrá una reunión conjunta de la coalición y tampoco veremos una foto con todos los partidos que la componen. La foto de Cerdán, con la urna del 1 de octubre detrás, ha provocado escándalo, pero lo que tiene verdadero interés es explicitar el motivo, que todo el mundo supone, por el que Pedro Sánchez no quiere mostrarse junto a dos de los socios elegidos por él para gobernar.

El PSOE debe reflexionar. Es el único partido que puede hacer de bisagra en la política española. No es una tarea fácil, pero la coyuntura demanda que asuma ese papel. Tendría que leer correctamente el escrutinio de las elecciones de mayo y julio, y entablar relaciones con el PP, antes de que este partido acabe de cavar su propia trinchera. Si no es así, la crisis del sistema político está servida. Como último recurso, quizá unas nuevas elecciones pudieran evitarla. No nos engañemos, la política se escribe mejor en prosa.