Opinión | GUERRA ISRAEL-HAMÁS

¿Explosión o ataque?

La guerra está generando información falsa o engañosa en internet, pero la pregunta sigue siendo: ¿a quién beneficia la explosión o el ataque al hospital de Gaza? 

Ilustración basada en una foto publicada por el New York Times: un niño contempla los restos de la mezquita de Ahmed Yassin, en Gaza.

Ilustración basada en una foto publicada por el New York Times: un niño contempla los restos de la mezquita de Ahmed Yassin, en Gaza.

En su reciente libro, Conflicto: La evolución de la guerra desde 1945 a Ucrania, el general retirado del ejército David Petraeus escribe: "A los cinco ámbitos reconocidos de la guerra —terrestre, marítimo, aéreo, cibernético y espacial— habría que añadir la información, ahora más importante que nunca".

Este complemento ilustra la polémica suscitada por la detonación en el hospital cristiano de Al-Ahli, situado en la Franja de Gaza y gestionado por la Iglesia Anglicana, en el que podrían haber fallecido un número indeterminado de civiles palestinos.

Tanto Biden como políticos y medios informativos estadounidenses, New York Times, Wall Street Journal y USA Today, las cadenas de televisión MSNBC, Fox News y CNN y las agencias Associated Press y Bloomberg, han empleado el término "explosión", para referirse al hospital. Esta práctica unanimidad se ha producido con la excepción del Washington Post, que ha usado la palabra "ataque".

La explosión (tesis israelí) o el ataque (tesis árabe) ha sucedido en la víspera del viaje del presidente Biden, para reunirse con el primer Ministro de Israel. Y posteriormente en Amán, con el rey de Jordania, el presidente de Egipto y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Intención truncada.

Todos ellos rechazan el éxodo de palestinos a sus territorios. No quieren participar en un vaciamiento de Gaza que haga esfumarse la causa palestina.

Antes de tener pruebas concluyentes, autoridades palestinas condenaron al Estado judío, atribuyéndole el bombardeo. ¿Primera victoria significativa de Hamas en la "guerra de la información"? Israel no siempre dice la verdad, pero mientras Hamás viola las leyes de la guerra, Israel tiene la obligación de obedecerlas.

Hay antecedentes en esta "batalla de la narrativa". En 2002, cuando el ejército israelí respondió a atentados suicidas, atacando a militantes palestinos en el campo de refugiados de Yenín, los palestinos aseveraron que 500 civiles habían muerto y ese informe fue ampliamente difundido. Más tarde, las Naciones Unidas determinaron que habían muerto 52 palestinos, de los cuales 26 como máximo podrían haber sido civiles.

Pocas horas después del relato aireado por Hamas "et alli", surgió una versión opuesta de los hechos. Las Fuerzas de Defensa de Israel los rebatieron así: las víctimas no fueron causadas por una bomba israelí, sino por un cohete de la Yihad Islámica –facción palestina armada– que se desvió.

Para los israelíes, la explosión venía a ser una operación de falsa bandera (perpetrar una acción política o militar con la intención de culpar de ella a un oponente).

Nada nuevo para los historiadores. En su día, Israel confesó que en 1954 una célula terrorista israelí, que operaba en Egipto, colocó bombas en diversos edificios. El objetivo no era otro que culpar a los árabes de las detonaciones. Sin embargo, una bomba estalló antes de tiempo, lo que permitió a las autoridades egipcias identificar a los verdaderos responsables.

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Una semana antes del ataque terrorista de Hamás, el asesor de seguridad nacional de EE UU, Jake Sullivan, se jactaba ante una audiencia de que, bajo la administración Biden, "la región de Oriente Medio está hoy más tranquila de lo que ha estado en dos décadas". Al hablar demasiado pronto, Sullivan obviaba que Oriente Medio nunca está tranquilo. Así que la recomendación más atinada sería una dosis de humildad intelectual.

Tras las masacres de Hamas y la fulminante respuesta israelí, la guerra de propaganda no se hizo esperar y se disparó –primero en los cuarteles generales, inmediatamente en las calles– en todas las direcciones.

Mientras la oficina del primer ministro israelí difundió en sus redes sociales fotos de niños demediados, el presidente de Irán aseguraba que Estados Unidos "debe rendir cuentas" por los "crímenes de guerra y de lesa humanidad" cometidos por Israel contra los territorios palestinos y Washington afirmaba que Teherán es "ampliamente cómplice" de la ofensiva lanzada por el grupo palestino, si bien no dispone de información que atestigüe su participación en la misma.

Como en Ucrania, Biden se ha comprometido a apoyar el esfuerzo con todo lo que no sea enviar tropas estadounidenses. El Pentágono despachó a la región dos grupos de portaaviones –Gerald R. Ford y Dwight D. Eisenhower– en apoyo a Israel y para disuadir a Irán e intentar convencer a Hezbolá de que se mantenga al margen de los combates, para evitar una posible intervención de EE UU, que podría atacar objetivos en tierra.

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Ambas partes alientan la "guerra de la información" y al mismo tiempo afrontan "una guerra de existencia". O permanece Israel o subsiste la red antisraelí de grupos armados, tejida por Irán –Gaza, Líbano, Siria, Irak y Yemen– que antes luchaban por separado y ahora comparten cómo aumentar la potencia de fuego de los cohetes o vigilar a sus enemigos con drones.

Tras su inicial apoyo sin matices a Israel, Biden cambió el ancho de vía y mantuvo la decisión de viajar a Israel. Audaz visita a una región en la que hierve la ira tras el martilleo aéreo y la explosión en el hospital.

Un viaje con argumentos a favor y en contra, y objetivos ineludibles: romper una lanza a favor de un aliado dejando claro que Hamás no representa a la población palestina, enviar una advertencia inequívoca a Irán y a su milicia en Líbano –Hezbolá– contra cualquier tentación de intervenir en el conflicto y garantizar que Gaza no sufra una crisis humanitaria. En contra: alto riesgo político y lo que puede interpretarse como un apoyo tácito y un cheque en blanco al controvertido primer ministro de Israel.

Desde que, en septiembre, fumaron la pipa de la paz en Nueva York, después de serios desencuentros en torno a la reforma judicial israelí, la primera reunión de Biden con un cariacontecido Netanyahu, en el Hotel Kempinski de Tel Aviv, consistió en un jarreado de "preguntas difíciles" para comprender sus planes militares y presionar para que se preste ayuda humanitaria a los civiles de Gaza.

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Solo las pruebas que se aporten –veraces y contundentes– permitirán discernir quién tiene razón en esta "guerra de la información". No será pronto ni fácil, pero quien gane la "batalla del relato" habrá dado un paso decisivo.

Estados Unidos dispone de una tecnología critica (basada en sensores de infrarrojos, tanto en satélites como en aviones, que pueden determinar los lugares de lanzamiento de diversos cohetes y misiles, así como vídeos recogidos por civiles) que ha sido fundamental para la evaluación de inteligencia no clasificada: "Israel probablemente no bombardeó el hospital de la Franja de Gaza".

Queda mucho trabajo por hacer para determinar lo que sucedió exactamente. Mientras un bando afirma que la explosión del hospital mató probablemente a entre 100 y 300 personas, para el otro las víctimas se aproximan a 471.

La "guerra de la información" está generando información falsa o engañosa en Internet –mucha de ella intencionada–, pero la pregunta sigue siendo: ¿A quién beneficia la explosión o el ataque?