Opinión | EL OBSERVATORIO

‘Generación porno’

En el momento de la historia con mayor acceso a la información, exponemos a los jóvenes a contenidos masivos de pornografía cargados de estereotipos, deshumanización y sexismo

Los expertos alertan ante la mala información sexual que muchos jóvenes reciben a través del porno.

Los expertos alertan ante la mala información sexual que muchos jóvenes reciben a través del porno.

Generación porno da título a un documental de varios capítulos emitidos en la últimas semanas por dos televisiones públicas autonómicas, que ha vuelto a sacudir algunas conciencias y ha contribuido al debate público, en torno al déficit de una educación afectivo-sexual adecuada para los adolescentes de nuestro país y sus serias consecuencias. Como bien indica el reportaje, y vienen apuntando desde hace años diferentes expertos y estudios como el liderado por la organización Save the Children, la media de los jóvenes que han visto pornografía alguna vez en el último tiempo es del 62,5%. (chicos, 87,5%; y chicas, 38,9%). La edad media de acceso a contenidos porno es de 12 años y cada vez se realiza a una edad más temprana, iniciándose en muchos casos a los ocho años.

En ese sentido, los expertos nos alertan de que mientras esto ocurre, nuestros jóvenes afirman no haber tenido conversaciones, ni acceso a formación de contenido afectivo sexual adecuada ni en casa ni en el colegio, y que, ante la ausencia de esa labor educativa, buscan y encuentran sin ningún filtro ni control miles de contenidos porno en un solo clic mientras la sociedad mira cínicamente hacia otro lado. Así mismo, los expertos nos alertan de que los contenidos a los que acceden son cada vez más violentos, y son muy comunes en espacios de entretenimiento como los videojuegos, donde la incitación al consumo de prostitución y la vejación sexual de las mujeres están totalmente normalizadas. 

Todo ello tiene un alto impacto en la conducta de los jóvenes, que explica en buena parte los comportamientos alarmantes que estamos detectando en los últimos tiempos. Vivimos así una gran paradoja, en el momento de la historia con mayor capacidad de acceso a la información, obtenemos un descomunal grado de desinformación sobre las relaciones afectivas y sexuales, exponiendo sin orientación a los adolescentes a contenidos masivos de pornografía cargados de desinformación, estereotipos, ficción, deshumanización, sexismo y cultura de la violencia sexual y de la violación, programados para ser adictivos, en un periodo de la vida donde se construyen sus identidades, y se marcan sus pautas de comportamiento, sin tener herramientas para gestionar, discernir o contrastar. 

Es el momento de abandonar la hipocresía y enfrentar con determinación una realidad cada vez más compleja

La realidad es tozuda y demuestra que en nuestro país, a pesar de haber cambiado mucho y de ser pionero en leyes como la de igualdad, la del matrimonio homosexual, la sexual y reproductiva e interrupción voluntaria del embarazo, hablar abiertamente y acordar la educación sexual de nuestros hijos sigue siendo tabú, se caricaturiza y se utiliza políticamente. Desde el intento fallido de la implantación sostenida de la asignatura de educación para la ciudadanía, que contenía contenidos educativos de salud sexual y reproductiva, hasta el intento de imposición del pin parental por algunos padres y gestores públicas que no quieren que su hijos tengan acceso a determinadas informaciones, hemos sido incapaces, a pesar del esfuerzo de diferentes colectivos y profesionales, de generar un pacto político y social capaz de colocar a toda la sociedad en el espejo de la corresponsabilidad. Incapaces de construir una misión común, donde responsables públicos diversos, docentes, expertos en la materia, asociaciones de alumnos y padres, generadores de contenidos digitales, influencers, etc., aborden y pacten una educación afectivo sexual sin tapujos, basada en análisis científicos y expresada en un lenguaje claro y común al que usan los jóvenes. 

Un contiendo veraz y útil, que aborde el placer y las relaciones sexuales y afectivas desde la información y la libertad, que huya del denominado "pánico moral", se adapte a las diferentes edades y se base en valores de respeto, libre consentimiento e igualdad de género. Solo así podremos acompañar en casa, en las escuelas y en la sociedad a una generación profundamente expuesta y vulnerable, incapaz en muchos casos de discernir un delito de un acto normal y de entender cuál es el verdadero sentido de las relaciones sexuales y afectivas. Es el momento de abandonar la hipocresía y de hacer frente con determinación y naturalidad a una realidad cada vez más compleja. No miremos hacia otro lado, es responsabilidad de todos y todas.