Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA

Todo ha cambiado

Cualquier análisis de la depresión económica y social que vivimos ahora tiene que partir de la realidad del empobrecimiento colectivo que padecemos

Todo ha cambiado

Todo ha cambiado / INGIMAGE

Teía esta semana en X –antes Twitter– que la evolución del poder adquisitivo de los españolesen estos últimos veinte años –del 2000 al 2022– ha sido ligeramente negativa. Es decir, que somos más pobres que cuando entramos en el euro. Sólo Italia y Grecia han sufrido una evolución aún peor. Para situarnos en el contexto adecuado, Portugal ha visto crecer su poder adquisitivo un 17% en este mismo periodo; Alemania, un 15%; Suecia un, 8%; y Francia, un 7%. Sin embargo, los grandes beneficiados han sido los países del Este, sobre todo aquellos que pertenecen al ámbito de influencia alemán (Polonia y la República Checa) o que miran al Báltico (Estonia, Letonia y Lituania). En cierto modo era de esperar: la suma de una fiscalidad favorable, salarios bajos, capital humano y fondos europeos ha propiciado un ciclo de crecimiento espectacular. España gozó de una situación similar justo después de entrar en la Comunidad Económica Europea, cuando se hablaba de «los nuevos conquistadores» en referencia al empuje de nuestras multinacionales. Era otra época y conviene subrayar este punto. Se cometieron también muchos errores que conducirían al crash posterior. El principal fue la desindustrialización masiva, dictada por los poderes europeos, con la consecuente falta de competitividad de nuestro país en el nuevo mercado. Pero era, insisto, otra época.

Por eso, difícilmente se pueden realizar comparaciones. Cualquier análisis de la depresión económica y social que vivimos ahora –de una complejidad indudable– tiene que partir de la realidad del empobrecimiento colectivo que padecemos. Cuando Aznar abandona el poder, aunque inmerso en el drama de los atentados islamistas del 11-M, España es un país pujante en lo económico, con una clase media consolidada (al menos para nuestros estándares) y una relevancia internacional creciente. Dos décadas después, el estancamiento del poder adquisitivo de los españoles –que equivale a la asfixia de las clases medias– es una de las causas principales del enrarecimiento del clima político. La crisis de Estado que sufrimos es consecuencia, en primer lugar, de una pérdida de la esperanza, de un oscurecimiento del futuro. El malestar económico, fruto del estancamiento a lo largo de dos décadas, se traduce en una honda irritación política y en mutaciones morales de toda índole. Hacen falta siempre culpables y la sociedad española no es una excepción. Cuando un país abandona la esperanza, aparecen los monstruos de la razón. Creer que viviríamos mejor en un régimen político distinto –producto de una nueva Transición de tipo federalista o qué sé yo–es uno de estos espejismos sin sentido que generan los populismos.

Por supuesto, todo podría haber sido distinto; pero la realidad es la que es y no la que nos gustaría que fuera. El mito común del 78 hace ya tiempo que perdió su fuerza movilizadora. Ahora, en cambio, ya no es el 78 sino sus frutos lo que está en juego. No tengan duda de que saldremos, una vez más, empobrecidos de esta contienda. Hemos desperdiciado los fondos de la covid y una expansión presupuestaria sin precedentes. Que la juventud se marche de nuestro país no debería sorprendernos: este espectáculo lamentable sólo puede servir de entretenimiento a los demagogos que pululan por los canales de televisión y por las tribunas parlamentarias. Desde el año 2000 hasta ahora todo ha cambiado en España.