Opinión | INVESTIGACIÓN

El ‘caso Negreira’ se le complica al Barça

Los dirigentes del club cada vez tienen más difícil mantener su actitud, entre la negación y el victimismo

Las amenazas de Negreria al Barcelona llegaron cuando Josep María Bartomeu presidía el club.

Las amenazas de Negreria al Barcelona llegaron cuando Josep María Bartomeu presidía el club. / EFE

Desde que estalló el caso Negreira hace siete meses, el FC Barcelona aún no ha podido justificar de forma clara los supuestos servicios profesionales por los que la entidad abonó 7,5 millones de euros durante 20 años y cuatro presidencias. Que un club mantenga en uno de sus capítulos de gastos al vicepresidente del organismo que vela por el correcto desarrollo deportivo de las competiciones en las que participa nadie lo niega y es injustificable de por sí bajo cualquier consideración de ética deportiva. Que además el trato que se mantuvo con las sociedades del vicepresidente del Comité Técnico Arbitral (CTA) José María Enríquez Negreira y su hijo suponga una infracción sancionable por la justicia deportiva o un delito castigable por la justicia penal es otra cuestión que sigue su camino procesal. La calificación que corresponda a los hechos dependerá de si se prueba que se pagó para influir en los arbitrajes o en la selección de los árbitros o de determinar cuál fue el destino de los fondos.

Ahora el juez instructor acaba de atacar la línea de defensa del club y del exdirigente arbitral con un argumento que los deja en una posición más expuesta. No renuncia a investigarlos por corrupción deportiva (tipo legal que viene a castigar el amaño de partidos o competiciones específicas, difícil de demostrar) pero incorpora la figura de cohecho, para la que bastaría demostrar que un particular ha pagado a un responsable de una entidad con una función pública (la jurisprudencia apoya calificar así a los organismos dependientes de la RFEF), en función del cargo que ostentaba y para que actuara de forma impropia a este, algo que el juez instructor considera plausible.

Que el planteamiento de este sea asumido por la fiscalía (y por el tribunal que pueda juzgar en su día el caso) dependerá de hasta qué punto algunos de sus argumentos (la consideración de funcionario público a efectos penales de Negreira pero sobre todo la seguridad con la que aventura que practicó acciones impropias de su cargo) sean finalmente considerados. Lo que sí se puede asegurar es que este nuevo giro procesal pone sobre la mesa perspectivas incómodas para el FC Barcelona y para sus dirigentes. Esgrimir un tipo penal ya existente antes de 2010 (a diferencia del de corrupción deportiva) podría hacer entrar en juego el periodo de la primera presidencia de Laporta. Las consecuencias penales para el club como entidad jurídica pueden limitarse a una multa, pero también alcanzar a "clausura de locales", "suspensión de actividades" o en un extremo difícilmente imaginable "disolución". Y desde el punto de vista de las sanciones deportivas, debe recordarse que la UEFA no ha intervenido pero mantiene al club bajo observación, atento de las señales que reciba de las causas en curso.

El caso sigue abierto y la investigación aún no ha avanzado en determinar si Negreira influyó en la designación de árbitros y mucho menos ha conseguido rastrear el destino del dinero abonado. No hay razones para prejuzgar, pero sí para considerar que la actitud de los dirigentes del FC Barcelona, entre la negación y el victimismo, cada vez es más difícil de sostener.