Opinión | EL OBSERVATORIO

Todos estamos desnudos

La nueva inteligencia artificial y la ambición capitalista crea un mundo ficticio cada vez más real, donde lo verdadero se confunde con lo falso. Sin que exista suficiente formación e información

Los implicados en la simulación de desnudos de niñas en Almendralejo podrían enfrentarse a hasta 9 años de prisión.

Los implicados en la simulación de desnudos de niñas en Almendralejo podrían enfrentarse a hasta 9 años de prisión.

Jean Baudrillard afirmaba que lo real "ya no es lo que era". Los simulacros son todopoderosos, horizontes infranqueables. El MuVIM (Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad) cerró recientemente Falso. El arte del engaño o el engaño del arte, una exposición sobre simulaciones que quisieron convertirse en realidad, en verdad. Obras falsas pero sobre todo arte fake, delincuente, pues su intencionalidad pasaba por el engaño y, con él, por el enriquecimiento ilícito. Los comisarios de la exposición explicaron que las obras recogidas podrían haber supuesto, de no haber sido interceptadas, casi 52 millones de euros en el mercado de intercambio de obras de arte.

Real, simulacros, Baudrillard, fake, redes sociales. Conceptos unos más generalizados que otros pero todos definitorios de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Esa en la que la distancia entre la realidad y la simulación se ha diluido, ensordecida por la pretensión de ser aquello que piden y no aquello que se es, con la autocensura como ejercicio diario entre una población que sigue sin evaluar los problemas mentales asociados al consumo vicioso de determinadas plataformas de supuesta proyección personal. 

Porque no nos equivoquemos, hace unos años, en los albores de las redes sociales digitales, se vendía la pretensión de que fuesen redes de contacto colectivo que nos hiciesen sentir más acompañados, democratizando la comunicación. Hoy, en realidad, son más bien espacios de venta personal donde la ficción (o, si queremos, el engaño) es más común que la verdad. Porque la ficción es artificial y moldeable, y la verdad, por el contrario, fea y contradictoria. Y esta sociedad pulcra criminaliza la fealdad y promociona el consumo constante para supuestamente rejuvenecer, a través de productos, a las personas. El problema es cuando la simulación se vuelve sobre lo real y lo modifica, en ocasiones, para adaptarse a las supuestas necesidades del mundo online. En otras, directamente en forma de extorsión. 

Lo sucedido en Almendralejo ha encendido las alarmas, pero pronto dejará de ser noticia dada su generalización. Falsos desnudos de menores (van a ser mujeres la inmensa mayoría de las veces, ya verán) generados por inteligencia artificial, que la Policía investiga como el primer caso masivo en España. Los agentes ya han identificado a varios de los menores (van a ser hombres la inmensa mayoría de las veces, ya verán) que supuestamente habrían generado estas imágenes. El Código Penal (otro de los aciertos de la ley del solo sí es sí) castiga ahora con hasta dos años de cárcel estas prácticas. La simulación, con los niveles técnicos de perfeccionamiento a los que estamos llegando, cuestiona la diferencia entre lo real y lo imaginario, diluyéndose la barrera entre lo verdadero y lo falso. Pronto algunos dirán que esas chicas se desnudaron, manchándolas de por vida. Hay un cambio de paradigma por lo que hace a la salud mental de la población, sobre todo de los jóvenes nativos digitales. Se precisan medidas educativas especiales, con una intervención multidisciplinar por parte de las diferentes administraciones, que deben regular las aplicaciones digitales que permiten, promocionan y se lucran con el uso indebido, en ocasiones el único para el que han sido creadas. Hay que trabajar para evitar las heridas. Cauterizarlas no es suficiente. Cuando el daño ya ha sido hecho, las consecuencias son tanto individuales como colectivas.

Cuatro de cada diez adolescentes españoles se conectan a la red para no sentirse solos, según Unicef. En cambio, allí encuentran y padecen el nuevo bullying digital. El tiempo promedio diario que pasan los usuarios de todo el mundo en redes sociales es de dos horas con 27 minutos. Muchos jóvenes superan las cinco horas al día. Instagram era hasta hace poco la preferida. Pues bien, documentos internos del gigante tecnológico revelaron que la red social produce comparación social negativa y que alrededor del 35% de las mujeres que la usan empeoran después la concepción sobre su cuerpo. Ahora se pasan en masa a TikTok. Pues más: la plataforma china tiene por norma no promocionar vídeos de usuarios considerados feos, pobres, con sobrepeso o con discapacidades, además de penalizar los vídeos de gente que vive en "sitios descuidados".

Discriminación, acoso legal, insulto. Bullying permitido, promocionado y premiado en las redes sociales, donde se crea un mundo ficticio cada vez más real, donde lo verdadero se confunde con lo falso. Sin que exista suficiente formación e información. Y no solo de los jóvenes, tampoco de los mayores. Con la nueva inteligencia artificial y la ambición capitalista incontrolada de las grandes plataformas tecnológicas, todos y todas estamos desnudos.