Opinión | UN CARRUSEL VACÍO

La noche es larga

A lo largo de su historia, España ha tendido a dormirse en numerosas ocasiones. Hoy mismo, muchos españoles duermen, defendiendo la idea de que no van a votar en las próximas elecciones

Fragmento de 'El sueño de la razón produce monstruos', uno de los caprichos de Goya.

Fragmento de 'El sueño de la razón produce monstruos', uno de los caprichos de Goya. / EPE

El sueño de la razón produce monstruos es el título de uno de los «caprichos» goyescos, una composición en aguafuerte en la que Goya representó una figura masculina dormida sobre un escritorio y, tras él, una serie de amenazadoras criaturas aladas que parecían haber salido de una de sus pesadillas. El pintor pretende expresar una idea muy ilustrada: el mundo de la noche, del oscurantismo, del atraso cultural, de la superstición que caracterizaba todavía al pueblo español a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La sombra frente a la luz de la razón, que todo lo ordenaría y limpiaría.

De esta obra tomó su nombre El sueño de la razón, un drama de Antonio Buero Vallejo estrenado en 1970, todavía en pleno franquismo. Presenta a un Goya de 63 años, ya avejentado y sordo, malviviendo junto a su criada y amante Leocadia en la casa popularmente bautizada como Quinta del Sordo, en las paredes de la cual realizó sus famosas «pinturas negras». En el año en el que sitúa la obra, 1923, vivía España bajo el yugo de Fernando VII, que acababa de poner fin al llamado Trienio Liberal, disolviendo las Cortes y derogando la Constitución de 1812. Muchos liberales, como Rafael de Riego, fueron ejecutados. Se cernía sobre nuestro país la Década Ominosa (1923-1933): diez años de oscuridad y absolutismo en los que se prohibieron todo tipo de libertades. En ese contexto histórico, Goya, un intelectual liberal con bastante mal genio en su vejez, se convirtió en una molestia para el Rey.

En 1970, aún existía en España la censura franquista. Como Buero Vallejo no podía criticar la dictadura en su teatro sin que cancelaran el estreno de sus obras, utilizó la técnica de criticar otras épocas pasadas que también se caracterizaron por las persecuciones y la falta de libertad, y por el triunfo de la ignorancia prepotente frente a la humildad de la razón. El reinado de Fernando VII es un perfecto ejemplo. En El sueño de la razón, un Goya asaltado de alucinaciones sonoras es acosado por el Rey y sus hombres, que simbolizan la represión y el atraso cultural. El final es amargo para Goya, como para todos los personajes idealistas y soñadores del teatro de Buero Vallejo.

Aunque leí esta obra en mi adolescencia, hace unos días tuve ocasión de asistir al Teatro Español, donde se representaba una adaptación de José Carlos Plaza protagonizada por un brillante Fernando Sansegundo y una no menos estupenda Ana Fernández, que dio vida a la Leocadia de Buero. Acostumbrada como estoy a las adaptaciones terroríficas –todavía recuerdo esa escena inicial cabaretera de la última adaptación que vi de La vida es sueño–, esta me sorprendió por su fidelidad a la obra original. Y es que Buero Vallejo sigue muy vigente y nos enseña que el idealismo, en España, siempre ha sido una opción condenada a la derrota. Escribió el poeta Ángel González una perfecta descripción: «El éxito de todos los fracasos, / la enloquecida fuerza del desaliento». Y sin embargo, esos idealistas como Goya son los que permanecen en la memoria colectiva.

A lo largo de su historia, España ha tendido a dormirse en numerosas ocasiones. Hoy mismo, muchos españoles duermen, defendiendo la idea de que no van a votar en las próximas elecciones"

A lo largo de su historia, España ha tendido a dormirse en numerosas ocasiones. Hoy mismo, muchos españoles duermen, defendiendo la idea de que no van a votar en las próximas elecciones porque no se sienten representados por el sistema o por los partidos políticos que lo componen. Estamos viendo las orejas al lobo y hay gente que prefiere dormirse. Hablando de estas cuestiones, siempre me vienen a la cabeza unos versos del último Vicente Aleixandre, contenidos en el poema El poeta se acuerda de su vida, que comienza diciendo «Perdonadme: he dormido. / Y dormir no es vivir» y termina afirmando: «La noche es larga, pero ya ha pasado». La noche podría ser la dictadura franquista o la conciencia de no haber abordado demasiados asuntos sociales en su poesía –algo que no seré yo quien le critique; ¡cómo criticar tan bella obra!–. Pero la noche siempre es amenaza, porque, mientras dormimos, los monstruos salen de las pesadillas e invaden el mundo real, aprovechando nuestra distracción.

La Quinta del Sordo fue derruida, pero hubo tiempo para salvar las pinturas negras, que permanecen expuestas en el Museo del Prado, mostrando a los visitantes el horror y el atraso del pueblo español contemplado desde los ojos de Francisco de Goya, un hombre decepcionado con su país y con su propia vida, muy distinto a aquel que pintaba relucientes escenas de juegos y vendimias. Sin embargo, siempre me han conmovido más las pinturas negras. En algún momento, todos hemos sido o seremos ese «perro semihundido» que lucha inútilmente contra su destino.