Opinión | EL LÁPIZ DE LA LUNA

La dignidad del dolor

Cuando notes que alguien de tu entorno está triste, recuerda que, aunque no sea una estrella del pop, también merece amor y respeto

Archivo - Alejandro Sanz

Archivo - Alejandro Sanz / EUROPA PRESS - Archivo

Hace unos días, el cantante Alejandro Sanz publicaba en sus redes un mensaje en el que compartía que no se sentía bien y que hacía público su estado de ánimo por si así ayudaba a otras personas que estuvieran en su mismo proceso. En pocas horas recibió cientos de mensajes de ánimo, de comprensión y de cariño. Hubo quienes le agradecieron su sinceridad, ya que las personas de a pie que pasan por momentos complicados creen que los artistas son inmunes al dolor.

Nadie es inmune al dolor. También es muy común que aquellos que pasan por estados ansioso-depresivos crean que solo les ocurre a ellos, lo que les hace sentir como bichos raros. Yo agradecí el mensaje de Sanz, por mostrarse humano y compartir su humanidad. También me conmovió la ola de amor y de respeto que bañó al cantante; sin embargo, hubo algo que hizo clic dentro de mí. ¿Somos igual de empáticos con un amigo o con un compañero de trabajo cuando sabemos que están pasando por un proceso complicado? O, en cambio, ¿nos alejamos y hacemos juicios sobre su estado de ánimo? Porque esto último también lo he visto. Compasión sí, pero según con quién.

La realidad es que no sabemos cómo lidiar con alguien cuando el dolor, la culpa o las ganas de dejar de estar se abren paso en su vida. Solemos estar presentes al principio, pero poco a poco vamos distanciándonos de él o ella, o nos mantenemos ahí con frases que consideramos alentadoras y caen como una losa de hormigón en su intento por salir adelante. ¿Qué podemos hacer cuando percibimos que alguien de nuestro entorno está mal? Obviamente, proponerle que pida ayuda especializada, ante todo. Luego, tratarle con el mismo respeto y la misma consideración que lo harías con una superestrella o un ídolo, pues todos somos merecedores de amor y necesitamos que se dignifique nuestra pena, sea cual sea nuestra ocupación, porque, ante todo: somos personas.

Creo que no hay nada más doloroso para quien se siente mal que percibir el rechazo de su entorno. Por ello, ahorrémonos frases como: "anímate". "No es para tanto". "Pon de tu parte". "Hay gente peor". "Todo pasa", entre otras lindezas. ¿Por qué?, pues porque cuando uno está triste no tiene fuerzas para animarse, si las tuviera no estaría triste, ¿no creen? Porque en ese momento, para esa persona sí es para tanto y no puede poner de su parte. Porque no siempre podemos. Y no siempre tenemos por qué poder.

Tampoco ayudan las comparaciones, claro que siempre habrá gente peor, no hace falta más que echar un vistazo a nuestro alrededor, pero el dolor es individual también, no solo colectivo, y a cada cual le duele su parcela. Hay que tener en cuenta que todo no siempre pasa. Hay muchas personas que se quedan por ese camino, desgraciadamente. Por eso debemos tener cuidado con qué decimos ante casos como el de Sanz y el de tantas personas anónimas.

En cambio, ¿qué sí podemos hacer? Para empezar: "estar", algo tan sencillo como estar ahí para él o ella. Además, "acompañar", sin juicio, sin crítica. Solo con la presencia. Sin olvidarnos de "escuchar", con calma y amor, sin querer opinar o dar consejos, solo prestar nuestros oídos como bálsamo protector. Y "abrazar". Los abrazos están llenos de serotonina. Que nos abracen cuando sentimos que el suelo se abre bajo nuestros pies es una de las sensaciones más dulces que se conocen. Así que, cuando notes que alguien de tu entorno está triste, recuerda que, aunque no sea una estrella del pop, también merece amor y respeto.