Opinión | MUERE EL EX PRIMER MINISTRO ITALIANO

Berlusconi inventó a Trump

La estrategia de ambos consiste en decir lo primero que se les viene a la cabeza, por lo que sus diálogos son intercambiables

Berlusconi, en un acto político.

Berlusconi, en un acto político. / EFE

Silvio Berlusconi inaugura la política contemporánea del exceso que los norteamericanos han patrimonializado en Donald Trump, un vulgar imitador para actuar en cruceros, aunque era el cuatro veces presidente del consejo de ministros italiano quien cantaba en viajes marítimos de placer. La estrategia de ambos consiste en decir lo primero que se les viene a la cabeza, por lo que sus diálogos son intercambiables, como cuando cualquiera de ellos anuncia a los refugiados en tiendas de campaña de un terremoto que "os lo debéis tomar como un fin de semana de camping". En el test de dominio de la actualidad, cuesta distinguir qué gobernante dijo «"si eres famoso puedes agarrarlas por los genitales", o "me da asco ver a una blanca con un negro".

'Sálvame' y demás superproducciones de Telecinco son la versión baja en calorías de su dueño Berlusconi. Con su descaro habitual, predicaba que su negocio consistía en la venta de neveras, pero que de alguna manera debía rellenar los espacios vacíos entre los anuncios. Lo lograba mediante mamachichos, que también consideraba de su propiedad. Indro Montanelli intentó evitar el tránsito del magnate a la política, pero falleció en el intento. Ningún intelectual puede combatir la costumbre italiana de aclamar a cualquiera que se asoma a un balcón con vestimentas extrañas, sea una Papa o un dictador.

Berlusconi también había sido filosocialista como Mussolini. Sus colegas más sensibles, véase Zapatero, debían disuadirle de que les mostrara la suntuosa cama con baldaquino donde folgaba con sus 'veline'. Para entonces, el dueño del Milan ya se había mofado de un Gobierno español "demasiado rosa", o de la ministra de Defensa que pasa revista a las tropas con 'il panzone' de embarazada. Se adaptó a los tiempos, así que deja heredera también deslenguada en Giorgia Meloni, creyentes que la fortuna favorece a los audaces. Berlusconi siempre se comportó con la convicción de que, de todas formas, iría al infierno. Acaba de verificar su última apuesta, la única que no podrá compartir con su público.