Opinión | ELECCIONES GENERALES

La agenda de la abundancia

Los resultados de las recientes elecciones apuntan a que la izquierda está proyectando un futuro meramente viable, que corrija lo malo, pero no necesariamente mejor

Pedro Sánchez adelanta las elecciones generales al 23 de julio

Pedro Sánchez adelanta las elecciones generales al 23 de julio / Borja Puig de la Bellacasa

En general no suelo escribir sobre temas políticos por varias razones. En primer lugar, me abruma la hostilidad que despierta el simple acto de manifestar una opinión. Como si fuera una proeza que celebrar el respetar lo que piensa el otro. En este coliseo virtual, parece haber una suerte de barra libre similar a la del racismo en el fútbol. Si te expones, aceptas las represalias. La segunda es que, aunque he transitado por instituciones y participado en la construcción de alternativas progresistas, mi dominio no es la política en su sentido más estricto, sino las políticas públicas, especialmente las tecnológicas. Mis reflexiones aquí por tanto nacen de las experiencias cotidianas que he compartido con la mayoría: los precios exorbitantes en la cola del super, la desesperación ante la escasez de médicos, la falta de oportunidades laborales comparables a las de otros mercados o las listas interminables en la sanidad pública. Saltándome mi propia regla, hoy haré una excepción con esta pequeña reflexión sobre lo que creo que sería positivo para la izquierda de cara a las próximas elecciones generales.

Escribo desde otro país, lo que me permite tomar distancia crítica y además disfrutar de la libertad para poder expresarme sobre estos asuntos. Y es que nuestra tierra se está convirtiendo en un lugar perfecto. Pero para los turistas. Sorprendentemente las elecciones de mayo de 2023 han dicho “no” a implementar una ley crucial como la de vivienda, que intenta frenar la especulación y ayudar a construir un futuro. Al menos a todos aquellos que no heredan propiedades o que no quieren alquilar “sólo” una habitación por el precio de lo que costaba un apartamento. ¿Me pregunto si se ha dicho también “no” a las políticas de protección social que se han estado poniendo en marcha durante todos estos años de calamidades? ¿O a la apuesta por lo verde como elemento fundamental para subsistir en un planeta cada vez más hostil?

El panorama sugiere que más que decir “no” a todo ello, lo que se está buscando es la oportunidad de al menos vislumbrar la abundancia. Frente a la gestión de la escasez y de los problemas, una apuesta por la creación de futuro. Con más energía verde, sí. Pero con más energía, al fin y al cabo. Sin embargo, la izquierda no parece estar siendo capaz de conectar con una aspiración de mejora y de progreso; de generar riqueza. Sí, se han hecho cosas extraordinarias durante las crisis que se han vivido en los últimos años, y sí, todo podría haber sido mucho peor. Pero enfocarse en eso no es suficiente. España anhela generar abundancia personal, donde el empleo y la inversión sean garantía para que las personas puedan ejercer un mayor control sobre su vida y no esperar a que le ayuden con ella. Se podría resumir con una idea: “no me digas cómo vas a hacer que el casero no abuse de su inquilino, dime cómo vas a hacer para que el inquilino se convierta en casero”.

Los resultados de las recientes elecciones apuntan a que la izquierda está proyectando un futuro meramente viable, que corrija lo malo, pero no necesariamente mejor. Este panorama resulta difícil de elegir, porque la ciudadanía aspira a más que a simplemente sobrevivir, anhela progresar, tener más y vivir mejor. Por eso, las próximas elecciones las ganará quien sea capaz de proponer una agenda de la abundancia. Con las condiciones actuales, no debería ser tan complicado